miércoles, 6 de febrero de 2013

Epílogo

-Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vi esta foto, ¿sabes? –dije acariciándole el pelo al pequeño Michael. -¿Dónde la has encontrado?

-En un álbum, ponía “Verano 2012”. –respondió encendiendo la televisión. Sonreí al recordarlo todo. Aquel verano fue especial, fue increíble. Probablemente, el mejor de mi vida.

Dejé a Michael en el salón y subí corriendo a la buhardilla. Abrí el gran baúl de madera tallada que compramos en Sud África durante nuestro décimo aniversario y saqué todos los álbumes de fotos que tenía. Exactamente 37, uno por cada año que había vivido. Los 17 primeros estaban llenos de fotos y recortes de mi infancia y adolescencia. Los últimos 20, estaban repletos de recuerdos con las cuatro personas que más quería en el mundo. Cogí el primero y empecé a verlo. Pasando cada página, observando cada fotografía con detenimiento y sonriendo al recordar los momentos más especiales de mi vida. Mi vida entera estaba resumida en esos libros. Todos los cumpleaños, las Navidades, los viajes, la universidad…TODO. Y me encantaba recordarlo todo. Me sentía orgullosa de la vida que tenía. Nunca me imaginé las cosas que el futuro me tenía preparado. Nunca pensé que me casaría con Will, ni que viviría en una preciosa casa en Barcelona, ni que tendría tres hijos, ni siquiera pensé que llegaría a trabajar en un laboratorio pero así era perfecta y no cambiaría nada de ella.

-Mami, ¿qué haces? –apareció Gabrielle asomándose por la puerta. Mi niña.

-Viendo unas fotografías. –le sonreí.

-¿Puedo verlas? –preguntó con la habitual inocencia de una niña de 6 años.

-Claro, ven aquí.

Corrió hacia mí y se sentó en mi regazo.

-¿Quiénes son estos de aquí?

-¿No los reconoces? Son el tito Lucas y papá. –dije dándole un besito en el pelo. –Es el día que nos conocimos papá y yo, ¿no te lo había dicho nunca?

-¿Así? Qué raro está el tito Lucas. –rió mi hija. -En ésta estáis muy guapos. ¿Quién es esta chica rubia?

-Es Noah, fue la novia de Lucas durante unos años.

Fue nuestra primera foto. En aquel parque de Chinatown. Y así pasamos toda la mañana, hurgando en los recuerdos.

-¿Dónde están mis chicas favoritas?

-¡Aquí! –gritó Gabrielle corriendo a los brazos de su padres. Me levanté dejando los álbumes en su sitio con cuidado y me acerqué a ellos.

-Hola cariño, ¿mucho trabajo hoy en los juzgados? –le di un beso en los labios.

-Lo normal aunque demasiado para ser Nochebuena. –suspiró Will.

Bajamos al salón, donde se encontraban Michael y Taylor viendo la televisión, y nos pusimos a hacer la comida.

-¿Quién viene al final esta noche? –preguntó Will cortando las patatas para la verdura.

-Vienen Lucas y Helena con Bruno, Dani y Chiara con Paulette. –expliqué. –Eso me recuerda que tengo que ir a comprar el pavo y un par de regalos más para los niños y tú tienes que llevar a los chicos a béisbol.

-Está bien, ¿Y Gabrielle?

-Tiene ballet esta tarde, yo la llevo de camino. Bueno, esto está listo. ¡Chicos a comer! –dije probando la comida.

Comimos los cinco en familia, con las tonterías de los niños en la mesa era imposible no reírse. Eran la alegría de la casa.

Cogí el coche y llevé a mi hija a su clase de ballet.

-Mami, no quiero ir hoy, estoy cansada.

-¿De verdad que estás cansada y no es otra cosa? –sabía perfectamente cuando me mentía y ésta era una de esas veces.

-Es que hay una loca que me tira todos los días de la coleta y me muerde el brazo cuando la profesora no mira. Es una pesada. –dijo mirándome triste en la puerta de la academia de danza.

-¡Gabrielle! No hables así de la gente. Dile que te molesta y ya verás que parará de hacerte eso. –le di su mochila de danza. –Además, te prometo que cuando salgas te llevo a patinar, ¿vale?

-Vale pero sólo voy porque quiero ser la más mejor bailarina del mundo entero. –me reía tanto  a veces con sus ocurrencias.

-Cariño, se dice “la mejor bailarina del mundo”, no “la más mejor”, ¿de acuerdo?

-Sí, mamá. Hasta luego.

-Hasta luego princesita. –le abracé.

Compré varias cosas para la cena y un par de regalos más para Michael, Taylor y Gabrielle en el Toy’s R Us. Recogí a Gabrielle de sus clases y llevé al sitio prometido. Había quedado allí con Will y los niños. Pasamos unas horas patinando en la pista de patinaje hasta que decidimos volver a casa para hacer la cena. Al llegar, me asusté al ver a Lucas en mi sofá. Siempre olvido que tiene llaves de casa.

-¡Tito Lucas! –gritaron los niños abalanzándose sobre mi hermano.

-¿Qué haces aquí tan pronto? -pregunté acercándome a mi hermano y abrazándole.

-Pasaba para darle el sobre del viaje a Will. –respondió Lucas dándole un sobre marrón de cierta medida.

-¿Sobre? ¿Viaje? Chicos, ¿de qué habláis? –dije alterada mirándoles sin entender nada. Se dirigieron miradas nerviosas pero no dijeron palabra. –Repito, ¿qué viaje? ¿De qué estáis hablando?

-Tío, Will, ¿no se lo has dicho?

-Sh, calla, era una sorpresa. –dijo Will dirigiéndole una mirada asesina.

-¡CHICOS! –grité a pleno pulmón. Estas conversaciones me recordaban a cuando éramos unos adolescentes. –Will, explícamelo.

-Era una sorpresa, Juls, bueno ya sabes que es un viaje.

-¿Adónde? –pregunté intrigada. Notaba como me brillaban los ojos. –Dímelo, venga, dímelo.

-No, no, no. Por ahí ya no paso. Mañana lo sabrás, pequeña. –sonrió estrechándome entre sus brazos.

La verdad es que me hizo muchísima ilusión. Viajar era una de las cosas que más me gustaban en la vida. Me encantaba coger un avión y perder de vista la rutina, fuera donde fuera. Era una buena sensación, una sensación de libertad absoluta. Hacia las 8 o así fueron llegando los demás así que nos sentamos en la mesa del comedor a cenar.

-Un brindis por la Navidad. –rió Dani alzando su copa de champán. Iba un poco bebido. –Feliz Navidad a todos y que vuestros sueños se cumplan siempre.

-Por todos estos años. –dijo Will también elevando su copa.

-Y por los que nos quedan. –añadió Lucas sonriendo ampliamente.

-¡Feliz Navidad! –exclamamos las tres con nuestras copas.

Brindamos, contamos anécdotas y chistes, bebimos, reímos. Toda la noche. Éramos los seis una familia.

-Lucas, ya va siendo hora de irse, ¿no crees? –dijo Helena levantándose.

-Sí, nosotros también nos vamos. –expresó Chiara. –Hemos quedado para comer con mi suegra mañana.

Se levantaron los tres. Nos despedimos de ellos y les acompañamos a la puerta.

-Qué tengáis un buen viaje, preciosa. –sonrió Chiara. –Ya nos llamarás.

-Sí, me muero de ganas de saber adónde vamos. –respondí con nervios. –Dale recuerdos a tus padres de mi parte, Chiara.

-¡Hasta otra chicos! –gritó Dani.

Se fueron los cuatro y Will y yo nos dispusimos a recoger la mesa y la cocina.

-Voy a por los regalos. –susurró Will.

-Espera cielo, los niños están en el salón.

Se habían quedado dormidos en el sofá los tres, eran adorables. Los cogimos en brazos y los acostamos en sus respectivas camas. Dejamos los regalos bajo el árbol y subimos a acostarnos.

-¿Qué hay de las maletas? –pregunté desde el baño de nuestro dormitorio lavándome los dientes.

-Me he ocupado de hacerlas antes, no te preocupes. –dijo acariciándome las mejillas. Le besé y me metí en la cama.

-Buenas noches, Will. –dije tapándome con el edredón. Se metió en la cama, me rodeó con sus musculosos brazos y apoyé mi cabeza en su pecho.

-Buenas noches, Juls. Te quiero preciosa. –me besó en el pelo.

-Te quiero.

Y así nos dormimos. Abrazados como cada noche en estos veinte años.

Desperté por los gritos de los niños. Los encontré en el salón junto a Will abriendo los regalos.

-¡Mamá, mamá! Mira que me ha traído Santa Claus. –gritó Taylor enseñándome el juego de magia que yo misma le había comprado.

-¡Guau, qué chulo! –exclamé.

-Buenos días, cariño. –me besó.

-Buenos días cielo.

JulsAbrimos los regalos mientras desayunábamos. Debíamos darnos prisa; el avión saldría en unas horas. Subí a mi habitación, me duché y me vestí. Me puse unos tejanos, mi jersey verde de lana y mis zapatos beige. Me sequé el pelo con el secador produciendo mis típicas ondas en las puntas. Ayudé a mis hijos a vestirse y a peinarse. Cogimos las maletas y bajamos a la calle donde nos esperaba un taxi que nos llevaría al aeropuerto. Senté a Gabrielle en mi regazo durante el trayecto en taxi. Observé mi ciudad fijándome en calle, cada persona y cada coche que veía, las flores en los balcones… Me encantaba mi ciudad pero no la echaría de menos.

Mis pensamientos se disiparon al llegar a la terminal del aeropuerto del Prat. Facturamos las maletas y pasamos el control de seguridad. Will todavía no quería que supiera adónde íbamos, me carcomían los nervios. Nos sentamos a esperar en unas butacas enfrente del mostrador. Entramos en el avión y nos sentamos en nuestros asientos. Era un avión grande, con muchas butacas y pantallas de televisión en el respaldo. Era un transoceánico. Tenía pinta de ser un viaje largo.

El avión despegó y las horas pasaron sin que yo me atreviera a mirar el reloj. Calculé unas seis o siete horas. Al llegar al aeropuerto, Will me tapaba los ojos para que no pudiera ver donde nos encontrábamos, y después de pasar unos controles cogimos un taxi que nos condujo hasta el lugar que Will le indicó.

-¿Piensas sacarme esta maldita venda de los ojos de una maldita vez? –suspiré.

-Taxi, pare aquí un momento. –dijo Will en su perfecto inglés californiano. Me ayudó a salir del taxi y noté un fuerte viento golpeándome el cuerpo. Me condujo hasta una especie de barra y posó mis manos con delicadeza, estaba congelada. Me sacó la venda de los ojos. –Ya puedes abrirlos.

Abrí mis ojos con cuidado y noté un gran escalofrío recorriendo mi cuerpo. Una lágrima recorrió instantáneamente mi mejilla derecha.

-Dios mío William, te amo. –sonreí y le besé como nunca antes.

-Y yo cariño, y yo.

Los niños salieron del taxi también y empezaron a saltar y a chillar al ver donde estaban mientras Will intentaba calmarlos. Lágrimas seguían cayendo mientras observaba emocionada mi lugar favorito en este mundo.

-¡Júlia, vamos! Entra al taxi, debemos ir a casa. –gritó Will desde el taxi.

-¡Ya voy! –grité girándome. Miré de nuevo al mar, al puente y a los edificios que en ese momento me rodeaban recordando todos los momentos vividos en aquella ciudad. –Te echado mucho de menos, Nueva York. Muchísimo. –susurré llorando de felicidad. 


Hola a todos. Bueno, ya sé que he tardado un mes en escribir esto así que perdonadme. Muchas gracias a todas por haberlo leído. Ahora sí, adiós.
Os quiero mucho,
Emma xxx

miércoles, 2 de enero de 2013

Adiós y gracias.

No se me dan bien las despedidas, así que no sé demasiado cómo decir esto. Hace ya más de un mes que ni cuelgo capítulo ni escribo, pero eso ya lo sabéis. Seré sincera, tiempo he tenido y lo tengo, el problema es continuar. No sé cómo hacerlo, ni tampoco vaya a llegar a ninguna parte así que he decidido dejarlo. Escribir esto me está costando más de lo que pensaba, es difícil aunque pueda no parecerlo. Lo he pasado genial escribiendo la historia, leyendo y respondiendo todos los comentarios pero todo tiene un final, y creo que el de este blog ya ha llegado.

En conclusión, quería daros las gracias. Muchísimas a todas las que lo habéis leído por hacerlo y por comentar, me llevo un buen recuerdo. En especial muchas gracias a Violeta Gómez (aunque creo recordar que tu nombre es Valeria), a Laura Pérez y a Alba Riveiro por haberme apoyado y haber leído y comentado prácticamente cada capítulo. Muchas, muchas gracias. Creo que nunca estaré lo suficientemente agradecida por todo. Es duro, pero os digo adiós. 
Con cariño, 
Emma, la autora.

P.D.: A pesar de que no voy a continuar con la historia, no me parece bien dejarla así cómo está, me sabe mal y no me parece justo. Así que he pensado en escribir un final, un epílogo y de esa manera poner un punto y final a este blog. ¿Qué os parecería? Me gustaría mucho que me dijerais lo que pensáis y opináis si os parece bien. Bueno, de nuevo, gracias y adiós.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Capítulo 21 La carrera

-¡Mmm…tortitas! –exclamó Will feliz como un niño con un caramelo. – ¿Desayunamos en el porche?

-¡Vale! –acepté encantada.

Cogimos los platos con las tortitas y los vasos de leche y lo llevamos todo a las mesas del porche de la casa. Nos sentamos en una especie de banco-columpio de madera con cojines y mantas encima. Empezamos a devorar las dulces tortitas, nunca me habían gustado demasiado pero tenía que reconocer que aquellas estaban realmente deliciosas. Comíamos en silencio hasta que estallé en risas cuando miré a Will a la cara, por la cual resbalaba sirope de chocolate.

-¿Otra vez riéndote de mí, J? –preguntó divertido con la boca llena.

-¿Pero tú te has visto? –reí. –Eres un caso aparte, cielo. –añadí cogiendo una servilleta y limpiándole el sirope con cuidado.

-Gracias. –sonrió dándome un beso en la mejilla.

Seguimos comiendo en silencio, pero no en un silencio incómodo, era agradable. Yo, como siempre, comía mirando un punto fijo en el horizonte algo distraída cuando de repente empecé a escuchar una dulce voz cantando muy bajito. Giré mi cabeza hacia la derecha y se cayó de repente, era Will. Pensaría que no le había escuchado, le miré fijamente. Se había puesto rojo.

-¿Creías que no te oía? –dije distraída y me miró sonrojado, fijando la vista seguidamente en el suelo. –Cantas muy bien.

-Bah, no mientas. –dijo tímido.

-No miento, en serio, cantas bien, Will. –dije sonriéndole sincera.

-Si tú lo dices…

-Claro que lo digo yo, ¿Quién sino?

Le miré, seguía cabizbajo pero noté como sonreía. Le tomé la barbilla suavemente e hice que me mirara sonriendo.

-Canta. –dije sonriéndole ampliamente.

-Me da vergüenza. –dijo girando la cabeza.

-Vamos, ya te he oído cantar, ahora no te puedes negar. –dije poniendo cara de cachorrito. –Por favor, hazlo por mí. Canta para mí, por favor.

-Uf… -resopló. –Está bien, ¿qué quieres que cante?

-No sé, ¿lo que estabas cantando quizá?

Cerró los ojos y se mordió el labio inferior para tranquilizarse, supongo. Aun así no entendía porque le daba tanta vergüenza. De pronto, una voz increíblemente dulce y armoniosa empezó a sonar a capela haciendo que me saliera de mis pensamientos y me dejara llevar por ella.

-Come up to meet you, tell you I’m sorry, you don’t know how lovely you are…

No le había oído cantar nunca, y aquella vez, la primera vez que le oí, quedé atrapada por su voz. Era preciosa, simplemente preciosa. Cantaba The Scientist de Coldplay, era su canción favorita. Lo recordaba de hacia un par de semanas cuando me lo dijo. Me había quedado como hechizada, pero volví a la realidad cuando terminó. Me quedé con la boca abierta, alucinada. Estaba completamente ruborizado, qué mono…

-¿Has pensado en cantar profesionalmente, Will? –dije seria y sonrió negando con la cabeza.

-En realidad, sí, pero hay un problema, tengo miedo escénico así que de poco me sirve. –rió tímidamente.

-Oh, pero eso se puede solucionar, tienes una voz preciosa, no la puedes desaprovechar. –afirmé con expresión seria.

-Vaya…iba en serio. –dijo algo ruborizado de nuevo. Asentí sonriéndole y le besé suavemente en los labios, a lo que él respondió en seguida.

Llevamos los platos de nuevo a la gran cocina y subimos a vestirnos ya que Beth llegaría de un momento a otro para llevarnos a algún sitio. Me puse unos shorts con encaje blanco en el dobladillo, mi camiseta gris de The Beatles, y mis Vans negras. Me dejé el pelo suelto, largo y ondulado por la cintura. Cogí un mi pequeño bolso negro de topos blancos y metí dentro el móvil y algo de dinero. Will llevaba puesta una camisa de cuadros verde de manga corta y unos tejanos cortos junto con unas Vans también verdes.

De pronto picaron al timbre, así que abrimos la puerta, y ahí se encontraba una sonriente Beth deslumbrante. Llevaba puesto una camisa de flores blanca y rosa que le quedaba francamente bien, unos shorts tejanos y unas sandalias romanas blancas. Conjunto sencillo pero esta guapísima. Esta vez no llevaba el pelo recogido, sino que había dejado su melena lisa suelta.

-¡Hola chicos! –dijo muy alegre abrazándonos a los dos.

-Buenos días. –dijimos los dos a la vez sonriéndole. – ¿Adónde has pensado ir? –preguntó Will.

-Mmm…es una sorpresa, seguidme. –terminó con tono misterioso.

Bajamos las escaleras del porche y empezamos a andar por la enorme pradera que rodeaba la granja. Anduvimos unos minutos hasta llegar a lo que parecía el principio de un bosque. Avanzábamos por el camino de tierra en silencio, observando los árboles hasta que el camino llegó a su fin. Alcé la vista observando el paisaje, al fondo se veía una montaña bastante alta, y en el valle, a los pies de la montaña había una vieja granja parecida a la de la casa de los abuelos de Will. Beth sonrió e indicó con la cabeza la granja.

-¿Qué tal una carrera? ¿Cómo en los viejos tiempos, Will? –propuso ella. Asentí sonriendo mientras Will negaba con la cabeza riendo.

-¿Carrera? –preguntó con cierto sarcasmo. – ¿De verdad queréis perder? Está bien pero con una condición.

-¿Condiciones? Ya empezamos… ¿no puede ser una carrera normal? –reí resoplando. Negó con la cabeza y suspiré.

-Una carrera sin condiciones no es una carrera. –respondí sonriendo malvadamente.

-¿Entonces qué condiciones pones tú? –preguntó Beth.

-Mm…veamos, si gano yo, mañana pasaremos todo el día jugando al tenis y a básquet. –explicó. Mierda, tenis, el deporte que más odiaba y que peor se me daba. El básquet ni fu ni fa, estaba bien.

-Joder, ¿no puede ser otra cosa? –dijimos las dos a la vez. Hubo unos segundos de silencio y estallamos en carcajadas por el comentario.

-Sois las dos igual de quejicas. –dijo él. – ¿Qué condiciones proponéis vosotras?

Me acerqué a Beth para hablar con ella en privado y nos alejamos de Will un poco dejándolo marginado. Tan solo era para pensar en las condiciones.

-¿Y bien?

-Si nosotras ganamos, tendrás que pasar un día entero comiendo y bebiendo tan solo zumo de naranja y zanahorias. –le expliqué mientras Beth asentía satisfecha.

-¿Qué? Seréis cabronas… -bromeó mirándonos mal.

-Vale, ¿empezamos ya o qué? –dijo Beth. Los dos asentimos y nos pusimos en fila. –Bien, a la de tres y sin trampas, ¿queda claro? ¿Eh Will?

Asintió riéndose a carcajadas.

-Calla que me desconcentras. –dijo suspirando y mirando hacia adelante

-A la de tres, una…dos…y…TRES. –chilló Beth. En cuanto dijo “TRES” empezamos a correr pradera abajo hacia la granja.

Nunca se me había dado demasiado bien lo de correr. De hecho, en el colegio siempre terminaba perdiendo estas carreras tontas porque me ponía nerviosa. Pero a decir verdad, Will y Beth eran bastante peores que yo corriendo así que tuve ventaja. Corríamos velozmente, yo iba en cabeza cuando sentí que Will me cogía y me levantaba por los aires. Entonces, me soltó dejándome atrás y siguió corriendo, mientras Beth pasaba por delante de mí en esos instantes.

-¡Tramposo!  -chillé desde el suelo. Me levanté rápidamente y seguí corriendo monte abajo.

Llegué exhausta a la granja, me iba a dar un ataque cardíaco de tanto correr. Una razón más por la que no me gustaba hacer deporte. Beth se encontraba tumbada en el suelo respirando con cansancio. Y Will estaba sentando en el césped observándome con una sonrisa pícara.

-Capullo, eres un tramposo. –dije sentándome a su lado y pegándole en el brazo.

-Esa boca, J. No dices más palabrotas porque no te da tiempo. –dijo mirándome con esa sonrisa que me derretía, bueno a mí y a cualquiera.

-Mira quién fue a hablar, será que no dices tú palabrotas ni nada. –me quejé tumbándome.

-No tantas como tú. –respondió tiernamente.

-Es parte de mi carácter, acéptalo guapo. –dije sin mirarle.

-Gracias por el cumplido. –rió acercándose a mí y dándome un beso. –Pero tú más.

-Por favor, no seáis tan cursis. –saltó Beth riéndose. –Me dan arcadas, en serio.

Nos levantamos los tres y sacudimos nuestra ropa llena de césped. Al parecer, la granja era de los padres de Beth, ella vivía allí durante todo el año. Nos condujo hasta el establo repleto de caballos y trajo varias botas de montar.

-Espera, no me lo digas, ¿vamos al Valle de los Conejitos, verdad? –preguntó Will emocionado y dando saltos de alegría.

-¿Al Valle de los Conejitos? –reí sorprendida por el nombre, y ellos me miraron serios.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Capítulo 20 ¡Bienvenidos a Madison!

Sacudí mi cabeza volviendo a la realidad o empezaría a sacar conclusiones precipitadas antes de tiempo. Alcé la vista hacia ellos, ya no estaban abrazados pero hablaban muy animadamente. Entonces, una voz me sacó de mis pensamientos haciendo que volviera a la realidad:

-Juliette, te presento a Beth, mi mejor amiga aquí en Madison. –dijo Will alegre, con que era su mejor amiga, ¿eh? Vaya… -Beth, ella es Júlia, mi novia. –jaque mate, Beth, novia es mucho más que mejor amiga. Ni te acerques a él. ¿Pero que estoy diciendo? Ella no me ha hecho nada, sé simpática Júlia.

-Encantada de conocerte. –dijo sonriendo y me abrazó como si me conociera de toda la vida.

-Igualmente Beth. –respondí devolviéndole el abrazo amistosamente.

-No me creí cuando me dijeron que venías, Will. –expresó ella emocionada. –Han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos.

-Sí, ¿Cuántos? ¿5 o 6 años? –respondió él. –Has cambiado mucho, Beth.

-Tú también. –contestó ella. Me miraron sonrientes los dos. –Oye chicos, ¿Queréis venir a dar una vuelta por el pueblo?

-Beth, cielo, acaban de llegar desde Nueva York, están cansados. ¿No crees que será mejor que os veáis mañana y que hoy descansen los pobres? –dijo Margaret contestando por nosotros.

-Tienes razón, ¿mañana por la mañana os veo entonces? –preguntó ella con una bonita sonrisa, parecía sincera.

-Claro. –dijimos los dos al mismo tiempo. – ¡Hasta mañana!

-Hasta mañana entonces. –se despidió ella. Se acercó a nosotros y nos dio un abrazo a cada uno. –Adiós Margaret, adiós Thomas.

-Hasta mañana Beth. –dijeron los dos ancianos sonriendo mientras Beth desaparecía por la puerta. –Venid chicos, os enseñaremos vuestra habitación.

Cogimos las maletas y subimos escaleras arriba. La casa era muy bonita, era como las típicas granjas de las películas. Margaret nos condujo hasta una habitación muy amplia con una cama de matrimonio en medio de la habitación.

-No sabíamos si preferíais dormir juntos o separas, pero como sois mayorcitos os dejamos dormir aquí. –dijo Margaret guiñándonos un ojo pícaramente. Nos reímos ante su comentario, fue muy descarada. – ¿Queréis ésta o preferís dormir separados?

-Tranquila abuela, ésta está bien. –contestó Will por los dos, cogiéndome por la cintura. Me ruboricé sin darme cuenta y sonreí para disimularlo.

-Jaja, de acuerdo, chicos si necesitáis cualquier cosa sólo tenéis que pedirlo. –rió ella. –Que durmáis bien, buenas noches.

-Buenas noches, Margaret. –dijimos los dos a la vez. Dicho esto, salió de la habitación y cerró la puerta.

-¿No te importa que durmamos los dos juntos, verdad? –me preguntó algo tímido rascándose la nuca. –Digo, como he respondido por los dos.

-No, tranquilo, no me importa en absoluto. –dije sonriéndole.

-Vale, entonces. –suspiró aliviado.

Sacamos la ropa que llevábamos en la maleta y la guardamos en el armario que había en la habitación. Me di cuenta de que había un baño en la habitación así que le dije a Will que me iba a dar una ducha. Me di una ducha de agua ardiendo para relajarme y ayudar a coger el sueño también. Justo cuando salí me di cuenta de que había olvidado mi pijama. Mierda. Me enrollé en una toalla demasiado corta y salí a la habitación. Por suerte no estaba en ella, uf… Cogí el pijama y justo cuando iba a desenrollarme la toalla y ponerme el pijama, entró Will por la puerta. Qué oportuno… Se me quedó mirando embobado y luego sacudió la cabeza sonriendo. Bah, tíos…Serán más o menos tiernos y buenos, pero al fin y al cabo siguen siendo hombres.

-¿Podrías disimular un poco al menos, no? –pregunté riéndome. Se ruborizó y me miró rascándose la nuca.

-Eh…yo…perdona…yo… -tartamudeó.

-Tranquilo, no digas nada, me cambio en el baño. –sonreí poniendo los ojos en blanco.

Entré al cuarto de baño dejándole con la palabra en la boca y me puse mi pijama favorito. Me peiné mi largo pelo mojado, y me lo sequé un poco con el secador para que no se me rizara demasiado. Cuando salí del baño, Will estaba tumbado en la cama mirando el móvil. Se levantó, me sonrió y se metió a ducharse. Busqué mi móvil para llamar a mi hermano y avisarle que ya habíamos llegado.

-¿Juli?

-Hola, Lucas. Sí, soy yo. –dije alegre.

-Hola hermanita, ¿Qué tal el viaje?

-Muy bien, gracias. Te llamaba para decirte que ya hemos llegado y bueno, que estamos bien, sólo eso. ¿Tú qué tal? ¿Qué haces?

-Me alegro, yo también muy bien, estoy con Noah en casa viendo una peli. –respondió él.

-Jaja, vale. Pasadlo bien chicos, y dale recuerdos a Noah de mi parte. –dije sonriendo. –Adiós enano, te quiero.

-Lo mismo digo, Juli. Te quiero mucho petarda. –se despidió. –Te llamaré dentro de unos días, adiós.

Y colgó. Dejé el móvil sobre la mesita de noche y me dejé caer sobre la cama. Estaba reventada… Will apareció en con su pijama improvisado, unos pantalones de chándal grises largos, y ejem bueno, sin camiseta. Apagó la luz, se tumbó a mí lado en la cama y me besó.

-¿Tienes sueño? –preguntó rompiendo el silencio.

-Sí pero no puedo dormir. –respondí. – ¿Y tú?

-Igual. –dijo. –Oye, creo que deberíamos hablar sobre… ya sabes… -se le notaba bastante nervioso, y llamadme tonta pero yo no acababa de entender que me quería decir.

-Will, lo siento pero no te sigo. –le interrumpí mirándole con inocencia.

-Pues…Joder, ¿Por qué es tan difícil preguntarlo? –dijo hablando solo y me reí para que se calmara.

-Ei, tranquilo. Pregúntame lo que quieras, no creo que sea tan difícil. –reí y me miró algo serio.

-Uf, vale… Quería saber….si…ya sabes… ¿Ha habido alguien que…? Ya sabes, ¿me sigues? –preguntó nervioso y serio. Noté como se sonrojaba aunque estábamos a oscuras. Qué mono…Vale, entendí lo que me quería decir. ¿Cómo podía haber sido tan tonta?

-Oh, sí, ahora sí. –soltamos una risita. –Ahora en serio, no, no ha habido nadie. –añadí sonriéndole.
Noté como sonreí y pasaba uno de sus musculosos brazos abrazándome. Me acurruqué en su pecho desnudo y me besó el pelo.

-Buenas noches princesa, que descanses. –dijo besándome.

-Buenas noches Will. –dije bostezando. –Lo mismo digo.

Nos volvimos a besar, y quedamos así abrazados toda la noche. Me costó un poco dormirme pero al final conseguí conciliar el sueño. Miles de cosas pasaban por mi cabeza cada noche, pero ésta en concreto fue especial para mí.

Desperté a la mañana siguiente por los rayos de sol que entraban por mi ventana. Intenté moverme pero seguía atrapada en los brazos de mi novio, que dormía profundamente. Observé detenidamente todos los rasgos de su cara: sus ojos, sus cejas, sus carnosos labios, las pequeñas pequitas y lunares que tenía…Parecía un angelito. Estiré mi mano hacia la mesita de noche todo lo que pude hasta alcanzar mi móvil. Lo cogí y le hice una foto. Quería recordar ese momento. De repente, se empezó a remover un poco en su cama, empezaba a despertarse.

-Mmm…Buenos días pequeña. –sonrió con voz grave y ronca, aún tenía los ojos cerrados. Me reí y sonrió todavía más. – ¿De qué te ríes?

-De-de nada. –mentí.

-Mentirosilla… ¿No piensas decírmelo? –preguntó incorporándose mirándome a los ojos y negué. Estaba guapísimo, con el pelo alborotado y con los ojos entrecerrados por los rayos de luz que le reflejaban en la cara. – ¿A no? –negué de nuevo riendo disimuladamente. –Entonces prepárate, vas a sufrir.

Me levanté ágilmente de la cama con la intención de escapar, pero fue más rápido y caímos los dos al suelo. Estaba encima de mí, mirándome fijamente, como si estuviera memorizando todos los detalles de mi cara. Se acercaba cada vez más y más, y cuando estábamos a escasos centímetros cerré los ojos esperando que me besara. Esperaba y esperaba pero ese beso no llegaba, y yo con los ojos cerrados. Los abrí poco a poco y él no estaba sobre mí como antes, sino que había desaparecido. Empecé a escuchar unas risas que reconocí al instante, venían de detrás de la cortina del ventanal. Efectivamente, allí estaba, tratando de esconderse de mí.

-¿Tratabas de huir, pillín? ¿De mí? –pregunté alzando las cejas, seguía con su risita adorable de niño pequeño, parecía tener 4 años en vez de 18. Negó con la cabeza. – ¿Cómo qué no? Entonces, ¿por qué te escondes?

-No era mi intención esconderme. –rió él tímidamente mientras yo me iba acercando a paso lento hacia él.

-¿Y cuál entonces? –reí yo.

-Venganza. –dijo imitando la cara y voz de los malos de las películas pero no le quedó muy convincente.

-Ya estamos en paz entonces, ¿no? –dije acercándome a él, seguía oculto tras la cortina, excepto su cabeza, que se asomaba tímidamente.

-¿En paz? ¿Por qué? –preguntó confundido.

-Yo por reírme de ti, y tú por dejarme con cara de imbécil cuando estabas a punto de besarme. –expliqué aunque pensaba que era evidente.

-Ah, no era mi intención. –dijo entendiéndolo todo y poniendo cara de niño inocente. –No creas que mi venganza es sólo eso, tengo algo mejor pensado.

-¿Más? ¿Te parece poco? –bromeé riéndome.

-Sí, no estamos completamente en paz. –dijo con voz de intelectual. –Técnicamente, tú sabías el motivo por el cual yo me reía, pero a diferencia yo no sabía la razón por el que TÚ te reías de mí. –aclaró enfatizando el “tú” con voz todavía de intelectual. Me quedé mirándole boquiabierta… <<sabe utilizar las palabras>> pensé. – ¿Me has entendido o hace falta que te lo repita más des-pa-cio?

-Calla Sheldon Cooper, lo empeoras todo. –dije. –Míralo, parecía tonto el pobre.

-¡Eh! No soy tonto ni lo parezco. –se quejó indignado como un niño pequeño. –Y, ¿qué me has llamado? No me insultes, ¿eh?

-Claro que sí, cielo, lo que tú digas. –dije dándole la razón como a un tonto y estirándole una de las mejillas. – ¿De verdad que no sabes quién es Sheldon Cooper? ¡Serás inculto! Un día de estos vamos a ver juntos Big Bang Theory, no voy a dejar que continúes viviendo sin saber de lo que te hablo. –añadí alejándome de él y yendo hacia la puerta para bajar a desayunar.

-¿Big Bang qué? –preguntó con cara de empanado siguiéndome por el pasillo.

-Big Bang Theory, más te vale ir aprendiéndotelo. –comenté dedicándole una mirada asesina.

Sopló sin entender nada, y bajamos a desayunar, no estaban en la cocina ni Margaret ni Thomas, tan sólo había una nota y unas tortitas muy apetecibles junto a dos vasos de leche en la encimera de la cocina.

-¿Abuelo? ¿Abuela? –preguntó Will entrando después de mí en la cocina.

-No están, pero hay una nota. –expliqué.

Chicos, hemos salido al pueblo a comprar un par de cosas, volveremos por la tarde. Beth vendrá dentro de un rato para llevaros a un sitio. 

P.D.: Esperamos que os gusten las tortitas.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 19 Destino: Dakota del Sur

Desperté gracias al puñetero despertador del móvil. Eran las 6 de la maldita mañana, menudo esfuerzo. Me levanté gracias a la emoción que sentía por dentro y fui directa a vestirme. Me puse unos shorts tejanos, una camiseta de tirantes blanca holgada, mi chaqueta tejana Levi’s y mis Vans negras. Me peiné con una trenza de espiga que recogía todo mi cabello. Fui directa a desayunar, cogí un bol y me puse Choco Krispies, mis favoritos. Eso sí, la leche a parte. Qué asco me da mezclar las dos cosas. Devoré el desayuno y en cinco minutos ya estaba lista para irme. Tenía que ir a casa de Will a buscarle, ya que era una sorpresa. Mi hermano estaba durmiendo así que fui a su habitación y le desperté para avisarle de que me iba ya.

-Lucas… -dije en su oreja mientras me sentaba en su cama. Se removió un poco en la cama y abrió los ojos. –Siento despertarte pero me quería despedir de ti.

-No importa, Juli. Me volveré a dormir en seguida, no te preocupes. –dijo con voz ronca e incorporándose. –Pásalo muy bien, ¿vale? Y no la líes, Júlia, que nos conocemos, ¿eh?

Nos reímos y le abracé muy fuerte. Le iba a echar de menos esta semana. Aunque fueran tan solo siete días, nunca había pasado más de un día sin verle en toda mi vida.

-Te echaré de menos, Lucas. Pásalo tú también muy bien, ¿sí? Te enviaré fotos, no te preocupes.

-Y yo, Juli. Te quiero mucho. –se despidió. –Ah, y tráeme algún recuerdo de allí, ¿eh?

-Jaja, algo te traeré. Te quiero mucho.

Nos volvimos a abrazar y le di un beso en la mejilla. Me levanté de su cama y me fui guiñándole un ojo. Repasé que lo llevaba todo y cogí mi mochila. Cogí las llaves del apartamento por si acaso cuando regresara Lucas no estaba. Cogí mi maleta y salí a la calle. El sol empezaba a dejarse ver entre los rascacielos de la ciudad la mañana de aquel 15 de agosto. Hacía bastante calor para ser tan temprano pero la temperatura era agradable gracias a la fresca brisa que recorría las calles. Arrastré mi maleta hasta la parada de metro más cercana al apartamento y en 10 minutos me encontraba en la parada que me había dicho Will. Me pregunté cómo era posible que en todo este tiempo aún no hubiese ido a su casa. No le di ninguna importancia y seguí andando hacia la calle que me había anotado en su dirección. Will vivía en un barrio de Brooklyn muy bonito llamado Prospect Heights. Todas las casas del barrio eran las típicas neoyorquinas adosadas, llamadas brownstones. Llegué rápidamente hasta la casa de mi novio, también era una típica, hecha de ladrillos marrones con grandes ventanas pintadas de negro. Piqué al timbre y apareció la sonriente pero a la vez adormilada cara de Will invitándome a pasar.

-Buenos días, preciosa. –dijo besándome suavemente en los labios.

-Hola guapo. –respondí sonriente. – ¿Estás listo?

-Pasa, por favor. –dijo apartándose de la puerta. –Sí, espera un segundo que voy a por la maleta.

Entré observando su casa, me encantaba la decoración. Era sencilla pero muy acogedora. Cuando cruzabas la puerta te encontrabas con un gran salón con televisión, sofás y una bonita chimenea. Las paredes estaban pintadas de color beige mientras que el parqué del suelo era más oscuro. La cocina conectaba con el salón, era la típica americana con la barra y los taburetes. Oí como el sonido de una maleta golpeaba las escaleras. Me acerqué hacia ellas y vi a Will acarreando su maleta.

-¿Vamos? –preguntó sonriendo. Asentí y salimos los dos juntos de la mano a la calle, cada uno con su enorme maleta. – ¿No me vas a decir adónde vamos, verdad?

-Efectivamente. –respondí risueña.

-¿Y por qué no? –repuso poniendo cara de niño inocente. –Me muero de curiosidad.

-Pues porque es una sorpresa y si te la digo dejará de serlo, así que vamos ya que tenemos un largo, muy muy largo viaje.

Subimos al metro que había cerca de casa de Will y bajamos en una estación que conectaba con la estación de autobuses de la ciudad. Compré dos billetes y nos dirigimos al lugar que nos indicó la chica del mostrador. De momento mi plan marchaba viento en popa, Will tan solo sabía que nos íbamos de viaje en autobús, no tenía ni idea de que íbamos a casa de su abuelo Thomas. Subimos al autobús, dejamos las maletas en su compartimento y nos sentamos juntos. Nos esperaba un largo viaje hasta Dakota del Sur. El autobús salió puntual, a las 7 de la mañana, tal y cómo decía. Hablamos durante parte del trayecto y a la vez observábamos el paisaje.

-Me he preguntado antes una cosa. –dijo Will rompiendo el silencio. – ¿Cómo puede ser posible que llevemos tanto tiempo saliendo y aún no hayas venido a mi casa?

-Jajaja, he pensado lo mismo esta mañana. –respondí. –La verdad, no tengo ni idea. Es algo raro.

-Sí, que se le va a hacer, somos raros. –bromeó él. –No hay quién nos entienda. Bueno, te prometo que cuando volvamos, vendrás a mi casa, ¿vale?

-Tranquilo, no hay prisa. Vale, me parece genial. –respondí sonriendo. Apoyé mi cabeza en su hombro y nos pusimos a escuchar música. Canturreábamos las canciones de Coldplay que mejor nos sabíamos, éramos realmente malos los dos cantando pero era divertido ver quién desafinaba más.

Muchas horas después paramos en un pueblo llamado Youngstown, en Pennsylvania. Comimos allí y regresamos de vuelta al autobús para continuar con nuestro camino. No sé si se le podía llamar comida, de hecho, eran ya las 4 de la tarde. Las siguientes horas dormí en el hombro de Will, mientras él escuchaba música o bien, dormía como yo. Era un viaje muy agotador, pero le encantaría cuando llegásemos. Me habría gustado haber ido en avión o en tren pero no teníamos suficiente dinero. Las horas pasaban, lentamente si estaba despierta y él dormido, pero muy rápidamente cuando hablábamos y nos besábamos. Prefería la segunda opción, me gustaba mucho más. Volvimos a parar para cenar en un McDonald’s que había en la carretera. Llegamos a Chicago, en Illinois, tras un día o así de viaje. Allí acababa el trayecto del primer autobús.

-Dormiremos aquí hoy, Will. –dije antes que pudiera preguntar o decir nada. –Pero este no es nuestro destino todavía.

-¿De verdad? –preguntó asombrado. –Eres una caja de sorpresas, princesa.

Pasamos allí la noche, en un Bed&Breakfast que encontramos muy bien de precio. A la mañana siguiente volvimos a la estación de autobuses y cogimos otro que nos llevaría hasta Sioux Falls, la capital de Dakota del Sur, pero ese tampoco era nuestro destino final.

-¿Quieres un KitKat? –preguntó Will ofreciéndome la barrita de chocolate. Acepté en seguida, me moría por un trozo de chocolate.

-Gracias. –dije dándole un beso.

-No hay de qué, cariño. –respondió él devolviéndome el beso. –Oye, ¿Hacemos un trato?

-¿Un trato? ¿Cuál? –pregunté incorporándome.

-Tú me enseñas a hablar en español y yo te enseño a jugar al baloncesto cuando podamos. –propuso sonriente.

-Trato hecho. –dije dándole la mano, como si fuésemos empresarios.

Le enseñé lo más básico para comunicarte en español, y parecía aprender rápidamente. Me encantaba ese acento con el que hablaba, era muy divertido.

-No te rías, cuesta mucho hablar esta lengua. –dijo, esta vez en inglés, haciéndose el enfadado después de que yo me riera porque no sabía pronunciar “jarrón”. –Esa maldita j es muy puñetera.

-Tranquilo, me encanta tu acento americano al hablar, es muy mono. –dije dándole un beso en la mejilla.

-¿No me merezco algo mejor por haber aprendido algo? –preguntó señalando sus labios. Me reí y le besé suavemente. –Eso está mucho mejor, princesa.

Seguimos con las clases de español improvisadas, era difícil hacerle entender algunas cosas pero al final conseguía aprendérselas.

Horas después llegamos a la estación de autobuses de Sioux Falls, por fin estábamos en Dakota del Sur, me dolía tanto el culo de estar sentada... Estaba molida y Will también así que no quise perder ni un segundo y rápidamente cogimos un tercer autobús que nos llevaría a Madison, un pueblo no muy lejos de la capital de Dakota del Sur. Subimos al tercer autobús del viaje y en media hora nos encontrábamos en la estación de autobuses del pueblo.

-Espera un momento, yo sé dónde estamos. –dijo Will sonriendo atónito. –No me lo puedo creer, ¿me has traído a Madison?

-¡Soorpresaa! –exclamé algo tímida.

-Madre mía, Júlia. Eres la mejor, te quiero, te quiero muchísimo. ¿Cómo no me lo habías dicho, pequeña? Dios, otra vez aquí, cuanto lo echaba de menos.

Me abrazó rápidamente, bueno mejor dicho, me estranguló, prácticamente. Gritó como una niña cuando vio a su abuelo Thomas avanzando con una sonrisa hacia nosotros. Me miró sorprendido, le sonreí y corrió a abrazarle. Me quedé observando la escena, era tan tierna que les hice una foto. Al poco rato se despegaron y vinieron hacia mí.

-Ven abuelo, te quería presentar a mi novia, Júlia. –dijo Will secándose las lágrimas que acababa de soltar de la emoción. –Juli, él es mi abuelo Thomas, del que te he hablado.

-Hola preciosa, encantado de conocerte en persona por fin. –dijo su abuelo. La verdad es que era muy simpático, ya había hablado con él por teléfono. –Hablamos hace una semana o así por teléfono, ¿verdad Júlia?

-Lo mismo digo, señor Parker. Es todo un placer. –dije educadamente con una sonrisa.

-Oh, por favor, llámame Thomas. Para ti soy Thomas. –dijo él sonriendo. Asentí devolviéndole la sonrisa. –Will, tienes mucha suerte, hijo mío. Cuida a esta chica, te quiere mucho. ´

-No te preocupes, abuelo, la cuidaré. Y yo ella también. –dijo sonriendo y dándome un beso.

-Qué tiernos… Bueno, creo que deberíamos irnos ya a casa, está empezando a oscurecer, y estoy seguro de que estáis cansados del viaje, así que vámonos.

Subimos a la vieja furgoneta verde del abuelo de Will en dirección a su granja. En poco rato nos encontrábamos frente a una enorme granja de tejas rojas muy bonita. Se encontraba en medio de una pradera y estaba rodeada de vacas. Entramos a la acogedora casa y me presentaron a la abuela de Will, Margaret. Era un encanto de mujer, muy cariñosa. Cenamos los cuatro juntos mientras les contábamos un poco nuestra vida. Eran las 9 de la noche o así cuando picaron al timbre y Margaret fue a abrir.

-Will, cielo, mira quién ha venido. –dijo Margaret emocionada. Por la puerta apareció una muchacha muy guapa de pelo castaño y ojos grises que corrió a abrazar a mi novio.

-¡Will! –dijo la chica, que tendía unos 18 años o así.

-¿Beth? ¡Cuánto tiempo! –exclamó Will muy emocionado corriendo a abrazar también a aquella guapa chica.

¿Beth? Espera un momento… ¿Quién era esa chica?

domingo, 21 de octubre de 2012

Capítulo 18 Buenas noticias

Volvimos a casa hacia las 2 de la madrugada o así, estábamos todos reventados. Nos habíamos despedido de Dani y Chiara, quedamos en volver a llamarnos en unas semanas, ya que ellos se iban de crucero a Hawái la semana siguiente. En cuanto llegué fui directa a mi habitación, me desmaquillé y me puse mi pijama fresquito. Caí rendida en cuestión de minutos entrando en un profundo sueño. Una vez leí un artículo que decía que siempre soñamos con algo, lo que pasa es que no todos los días recordamos nuestros sueños y creemos que no hemos soñado.  

A la mañana siguiente desperté con energía, cosa que me extrañó ya que siempre me levantaba cansada. Fui a la cocina a por algo de comer y me tumbé en el sofá. Lucas apareció en pijama balanceándose de un lado a otro.

-Buenos días. –dijo él sentándose a mi lado.

-Hola, ¿te pasa algo? Estás como en otro mundo…. –pregunté extrañada.

-No…Tan sólo estoy muy relajado. –dijo con una voz rara. No hay quién le entienda, en fin…

-Ah, vale… ¡Oye! Se me ocurrió una idea genial el otro día. –dije recobrando el entusiasmo con el que me había levantado. – ¿Quieres oírla?

-¿Una idea genial? ¿Una de tus geniales ideas otra vez? Por dios, no quiero oírla. Siempre que planeas algo acabamos mal. –dijo suspirando, le hice una mueca y seguí a mi rollo.

-¡Eh! Eso no es cierto, que sepas que esta es buena de verdad. –me quejé. –Bueno, ¿quieres oírla o no?

-No…-resopló.

-Bueno pues he pensado en darle una sorpresa a Will. Me dijo un día que le gustaría ir a la casa de su abuelo en Dakota del Sur y he pensado en ir. –dije satisfecha de mi idea.

-¿Yo no te he dicho que no quería oírlo? –preguntó esbozando una pequeña sonrisa.

-¿A caso no sabes que me daba igual tu opinión y que te lo iba a explicar de todos modos? Qué poco me conoces a veces, Lucas. –dije irónica y puso los ojos en blanco. –Pero… ¿A que mi idea es genial?

-Bueno, no está mal. Me esperaba alguna locura pero, ¿Cómo piensas darle la sorpresa si ni siquiera sabes dónde es?

-Anda calla, que me chafas la ilusión. Ya lo tengo todo pensado, listo. He hablado con su abuelo, muy majo por cierto, y ha aceptado encantado. Me dio la dirección y está todo preparado. Nos iremos la semana que viene. –respondí con orgullo.

-A ver, cotorra. ¿Cómo le has llamado sin que se entere?

-Le cogí su móvil. –respondí en tono obvio. –Y no soy ninguna cotorra.

Me levanté del sofá dejándole con la palabra en la boca. Aún tenía hambre así que volví a la cocina y me bebí un vaso de zumo de naranja. Fui a vestirme a mi cuarto, había pensado salir a correr. Me puse un chándal gris y mis zapatillas de deportes, me hice una coleta alta y cogí mi IPod. Al salir de casa una fresca brisa me golpeó el cuerpo, era agradable. Siempre había querido ir a correr a Central Park, como en las películas. Así que eso es lo que hice. Mientras corría iba observando la gente que había en el parque: niños jugando al béisbol, gente mayor paseando y dándole de comer a las ardillas, gente haciendo ejercicio… Sonaba One More Night de Maroon 5, me encantaba ésa canción. Llevaba una hora y pico corriendo así que decidí que ya estaba bien por hoy, tenía ganas de volver a casa. Al regresar me encontré un sobre encima de la mesa, era de mi madre. Dentro había una cantidad considerable de dinero y unas hojas de inscripciones de algo que no presté atención. Cogí la carta que había y comencé a leerla:

Lucas y Júlia,

Os he enviado más dinero en efectivo porque estoy segura de que por ahora os hará falta, pero no estaría nada mal que empezaseis a buscar un trabajo. Tengo una buena noticia que daros, ha llegado una carta a casa ésta mañana, era de la Universidad. ¡Os han concedido una beca a cada uno para empezar vuestro primer curso universitario allí! ¿No es genial? En el sobre encontraréis todos los papeles así que nos han enviado. Estoy muy orgullosa de vosotros, chicos. Llamadme cuando estéis seguros de lo que queréis hacer pero daros prisa porque los plazos de inscripciones cerrarán pronto.

Os quiero muchísimo,

Mamá xx

-¡Ahhhh! –chillé al procesar toda la información que acababa de recibir. – ¡Voy a ir a la Universidad en Estados Unidos!

Me callé al ver que estaba hablando sola pero seguía inmensamente emocionada, por lo que empecé a dar saltos. Cogí el sobre y miré dentro, ahí estaban los papeles de inscripción. ¿Pero… para qué Universidad? Leí atentamente, tenía 5 para escoger. Yale. Guau, una primera opción increíble. Columbia University. Tampoco se quedaba corta, además ésta estaba en Manhattan, por lo que me quedaba relativamente cerca. New York University. Otra más que estaba en la ciudad. Harvard University. Simplemente no me lo podía creer, esto no me podía estar pasando a mí. Era demasiado genial. Stanford. Guau de nuevo. Esto estaba en California. Hice bien en solicitar las becas. Leí y releí mil veces la hoja de inscripción y la carta de mi madre, quería comprobar que era real. Presentía que sería genial…

Me duché y me cambié de ropa. Cuando Lucas llegó a casa le enseñé el sobre y se emocionó tanto como yo o más. Todo esto significaba que cuando terminara el verano, no tendría que regresar a casa, así que podría seguir viendo a Will. Era una noticia estupenda pero no pensaba contárselo todavía, le daría una sorpresa.

La semana pasó sin nada fuera de lo corriente. Ya tenía todo preparado para el viaje y Will no sospechaba nada. Todo marchaba perfecto. Lucas y Noah no venían con nosotros, dijeron que querían dejarnos solos, así ellos también pasaban unos días juntos. Pasaron los días volando pero me costó bastante no irme de la lengua y contarle a Will mi sorpresa. Hice un gran esfuerzo. Y llegó el domingo. Al día siguiente salíamos muy pronto hacia Dakota del Sur. Aquella misma tarde le dije a Will que hiciera la maleta para una semana, que tenía preparada una sorpresa. Insistió mucho en que le dijera a dónde íbamos pero no me sacó nada. Eran las 8 de la noche y aún no tenía nada metido en la maleta. Siempre haciendo las cosas en el último momento, como bien me solían decir mis padres de pequeña. Me encontraba en mi habitación con la ropa encima de la cama, ordenada en montoncitos. Estaba bastante indecisa, no sabía qué llevarme exactamente.

-¿Todavía estás así, Júlia? –preguntó Lucas apareciendo de la nada en mi habitación.

-Es que no sé qué llevarme. –me quejé. –Ayúdame, plis.

-No puedo, estoy haciendo la cena. –dijo girándose y yéndose. Resoplé y me dispuse a decidirme de una vez. –Ah, ¡Y date prisa, Júlia! Mañana os vais pronto.

Esto último lo chilló desde la cocina. Cierto, mañana me tocaba madrugar. No me hacía mucha ilusión que se dijese.

Tras una hora y media conseguí acabar la maleta. Al fin… Fui al comedor y me senté junto a Lucas a ver la tele.

-Tu cena está en la encimera de la cocina. –me informó.

-Gracias, Lucas. –dije dándole un beso en la mejilla.

Cené rápidamente y le di las buenas noches a mi hermano. Quería irme pronto a dormir. Me puse el pijama y cogí el móvil, tal y como hacía cada noche. Tenía un mensaje de Will.

Todo listo para mañana. Me muero de ganas de saber cuál es tu sorpresa, ¿no me lo podrías decir? Vale, ya sé que dirás que no. Entonces no sería una sorpresa. Hasta mañana pequeña, que duermas bien y sueñes conmigo. Yo soñaré contigo. Te quiero mucho.

Buenas noches princesa xxx

Qué mono. Me lo comía. ¿Por qué era tan increíblemente perfecto? Le respondí y me metí en la cama con una sonrisa difícil de borrar. No me costó nada dormirme e hice lo que me dijo. Aquella noche soñé con Will.


Disculpad por la tardanza, siento muchísimo haber tardado tanto. Entre que estoy llena de exámenes y no tengo mucha inspiración para escribir...Mis disculpas de nuevo. Intentaré subir pronto el próximo^^ Muchas gracias por leer la novela,estoy muy agradecida por el apoyo.Os quiero mucho y besos:)

domingo, 7 de octubre de 2012

Capítulo 17 Cena con amigos

A la mañana siguiente, desperté por los rayos de luz que entraban por mi ventana. Eran las 12.30 de la mañana o así y me dolía todo el cuerpo. Hice la cama rápidamente y fui a desayunar. Aquella mañana tenía especialmente hambre por el hecho de que la noche anterior no había cenado. Me bebí un vaso de leche y comí un par de galletas. Decidí que hoy me iría a la playa un rato. A Lucas le pareció bien la idea, y en 15 minutos, los dos nos encontrábamos en el metro hacia Coney Island. Hoy era un día bastante caluroso y soleado; lo más normal en pleno agosto. Me había puesto mi bikini favorito, el azul con topos blancos, y un vestido blanco muy fresquito. Extendí mi toalla y cogí un libro que tenía bastante abandonado últimamente. Me enfrasqué en la lectura de A tres metros sobre el cielo, de Federico Moccia. Un gran escritor de novelas románticas. Busqué a mi hermano con la mirada. Estaba jugando a las palas con unos chavales de nuestra edad. Admiraba su forma de ser. Siempre tan extrovertido. Tenía una inmensa facilidad para hacer amigos, cosa que siempre había envidiado. Yo era todo lo contrario, aunque tengo que decir que siempre he sido una persona muy independiente. No necesito a nadie para pasarlo bien. Me gusta pasar mi tiempo en compañía pero también disfruto de la soledad. Es agradable.

Me cansé de leer y empecé a observar a la gente que había en aquella abarrotada playa. Decenas de niños neoyorquinos jugando en la arena, bañándose en el océano, disfrutando del verano y de las vacaciones. Sin embargo, me llamó bastante la atención una niña de unos 4 o 5 años que jugaba en la arena a hacer castillos. En aquel instante mi mente se llenó de recuerdos de cuando era niña. De algún modo, me sentí identificada con ella. Amaba el mar con toda mi alma. Siempre lo había preferido antes que las piscinas. Pensé en cómo sería vivir en una ciudad que no tiene playa. Creo que me sería prácticamente imposible. Yo no puedo vivir sin el mar. Ese uno de los motivos por los que amo mi ciudad. Es tan relajante. Sacudí la cabeza volviendo en mí. Uno de mis mayores defectos es la facilidad que tengo para perderme en mis pensamientos y paranoias, y olvidarme así, de la realidad. Soy un despiste absoluto pero, ¿Qué se le va a hacer? Guardé el libro en mi bolso y me dispuse a meter los pies en el agua. Sin duda, el agua del Océano Atlántico está mil millones de veces más fría que el agua del Mar Mediterráneo. Me metí de golpe sin pensármelo dos veces. Mucho más fácil así. Dios mío, estaba tan helada como un cubito de hielo pero era relajante.

Pensé en qué haría después de la playa. Me apetecía comerme una buena hamburguesa con patatas. Y luego, quizá podría ir de compras o a dar otro paseo. Caí en la cuenta de qué había quedado que llamaría a Dani. Bueno, después de comer. Will me había llamado esta mañana para decirme que hoy iba a comprar los libros para el nuevo curso de universidad. Y de Noah no sabía nada desde anteayer.

-¡Ei, Juli! ¿Quieres jugar con nosotros a un partido de voleibol? –me preguntó Lucas desde la arena.

Salí del agua para acercarme a él y a sus dos nuevos amigos.

-Claro, ¿Por qué no? –dije convencida. –Hola, soy Júlia, la hermana de Lucas.

-Encantado, Júlia. Yo soy Kyle y ella es Linette. –dijo presentándose el chaval moreno que estaba con mi hermano.

Les saludé amistosamente a los dos y fuimos jugar los cuatro el partido. Nos dividimos en dos equipos, Linette y yo, por un lado, y Kyle y Lucas. Fue fácil ganarles, esa chica y yo hacíamos un buen equipo. A mí no se me daba demasiado mal el voleibol y ella era bastante buena jugadora. Me cayeron bien desde un principio. Parecían chichos muy majos. Comimos los cuatro unas hamburguesas sentados en la orilla de la playa.

-Oye, Lucas, ¿Te parece si llamo a Dani y quedamos con él esta tarde? –le pregunté a mi hermano después de despedirnos de Kyle y Linette, que se tenían que marchar.

-Genial, tengo ganas de verle. –respondió sonriente.

Cogí mi móvil y marqué su número de teléfono.

-¿Hola?

-Hola Dani, soy Júlia.

-¿Qué tal, guapa? –dijo riéndose.

-Muy bien, ¿y tú? Me preguntaba si te va bien quedar esta tarde y ves también a Lucas.

-También, gracias. ¿Esta tarde? Perfecto, pero si lo prefieres veniros a cenar esta noche a mi casa y ya de paso conocéis a mi novia. ¿Qué te parece?

-¡Vale! Por mí bien. –respondí alegre. – ¿Te importa si viene alguien más con nosotros?

-Para nada, cuántos más, mejor.

-Gracias, Dani. Nos vemos luego. Un beso.

-Hasta luego, Juli. Ahora te mando la dirección.

Colgué el teléfono y le conté los planes que teníamos para aquella noche a mi hermano. Él aceptó encantado y volvimos a casa para ducharnos y vestirnos para la cena. En cuanto llegué a casa llamé a Noah y a Will para ver si podían venir a la cena.

-¿Will?

-Hola, preciosa. ¿Cómo estás? –respondió su dulce voz al otro lado del teléfono.

-Bien, ¿Y tú? Oye, te quería preguntar si tienes algo que hacer esta noche. –pregunté mordiéndome las uñas.
–Me gustaría presentarte a alguien.

-¿Esta noche? Para nada. ¿A alguien? ¿Quién es? –preguntó curioso y a la vez algo extrañado.

-Sí, la verdad es que es algo raro. Me encontré con Dani, fue mi mejor amigo de pequeña. –expliqué brevemente.

-Ah, vale. ¿Nos vemos entonces? ¿Dónde tengo que ir?

-Por supuesto, ven a casa a las 8 y vamos desde aquí. –aclaré.

-Ok, allí estaré, preciosa. Hasta luego.

Colgué el teléfono y fui hacia el salón. Lucas hablaba por teléfono con Noah. Esperé a que terminaran para poder hablar con él.

-¿Has hablado con Noie? –pregunté cogiendo una de las galletas que había sobre la mesita de enfrente del sofá y llevándomela a la boca. Mmm… chocolate.

-Sí, dice que puede venir. ¿Hemos quedado a las 8, no? –respondió él.

-Yes. Bueno, voy a ducharme y vestirme para esta noche. –dije finalizando la conversación.

Fui a mi habitación y cogí todo lo necesario para ducharme. Faltaban unas tres horas para la cena así que me estuve un largo rato en la ducha, bajo el agua ardiente. El agua caliente me despejaba la mente, aclaraba mis ideas. Aún tenía planes en mente que llevar a cabo. Que pronto llevaría a cabo. Salí de la bañera algo adormilada. Me sequé con la toalla y me puse mi cómodo y suave albornoz azul. Volví a mi habitación y rebusqué por mi armario algo qué ponerme. Tras una larga y exhaustiva búsqueda, di con algo que me gustaba. Me puse unos tejanos largos oscuros, una camiseta blanca de tirantes, mis tacones negros y una chaqueta de cuero negro, de ésas que parecen de motoristas. Me sequé el pelo y me lo recogí en una coleta alta. Me maquillé lo justo, no me gustaba demasiado maquillarme. Eran las 7 todavía. Cogí mi portátil y pasé todas las fotos que había hecho al ordenador. Estuve la hora que me quedaba escuchando música en YouTube. Viendo videoclips nuevos que iban saliendo, y recordando los viejos. Hacía bastante tiempo que no entraba en el ordenador. Desde que había llegado a Nueva York, había entrado apenas una par o tres de veces, no más.

-Juli, ¿estás lista? Tenemos que irnos ya. –dijo Lucas apareciendo por el marco de mi puerta.

-Sí, claro. En seguida salgo. –respondí sonriente.

Paré la música y apagué el ordenador. Cogí un pequeño bolso negro con topos blancos y metí el móvil y las llaves de casa. Salí al salón donde ya estaban los tres preparados para salir. Noah llevaba un precioso vestido azul agua de palabra de honor, con ligeras ondas en las puntas de su brillante pelo. Iba guapa y elegante, como siempre. Will llevaba un polo blanco, con los primeros botones abiertos, y unos tejanos bastante oscuros, y sus bambas Nike. Se había alborotado el pelo a su manera tan peculiar que me encantaba. Corrió a abrazarme en cuanto me vio aparecer en el salón, a lo que respondí encantada. Me susurró al oído que iba preciosa, no puede evitar que en mi cara apareciera una amplia sonrisa y mis mejillas enrojecieran. Lucas llevaba la camisa blanca que le regalé por nuestro pasado cumpleaños, y unos tejanos cortos por las rodillas, y sus Converse blancas. Se había hecho una especie de tupé que no me desagradaba en absoluto.

Abracé a Noah también y le di dos besos. Una vez estábamos todos listos, salimos a la calle y fuimos hacia la estación de metro que había más cerca de casa. Dani me había enviado la dirección, no era difícil llegar pero preferíamos ir en metro antes que en coche. Salimos a la calle de nuevo, la temperatura ahora era perfecta. No hacía ese típico calor pegajoso y aplastante ni tampoco frío provocado por vientos. El cielo despejado y se veían muchas estrellas. Me extrañó bastante ya que Nueva York era una gran ciudad con bastante polución. Dimos rápidamente con la calle donde vivía nuestro amigo gracias a las indicaciones que teníamos. Dani vivía en un apartamento en un barrio muy tranquilo y bonito de la ciudad. Picamos al timbre y al instante, la puerta se abrió y pasamos al interior del edificio. Cogimos el ascensor y subimos hasta la cuarta planta. Ático D. Tras la puerta, apareció un sonriente Dani junto con una chica de pelo castaño, que debía ser su novia.

-¡Dani! –saludé alegre y fui a darle un gran abrazo. Lucas me imitó y fue a saludar a su amigo, que tanto tiempo hacía que no veía.

-Dios, tío. ¡Cuánto has cambiado! Parece que has crecido y todo. –bromeó Dani y me reí. De pequeños nos solíamos burlar de mi hermano porque era bastante bajito, pero ya había dado el estirón. –Bueno, os presento a mi novia, ella es Chiara.

-Oh, encantada, yo soy Júlia. Él es Will, mi novio, y ella es Noah, la novia de Lucas. –dije presentándolos a todos. –me acerqué a ella y le di dos besos.

-Encantada, ¿Y tú eres Lucas, verdad? –preguntó ella con un bonito acento italiano.

-Sí, un placer. –dijo educadamente mi hermano.

Terminamos las presentaciones y nos dirigimos a la mesa para cenar. Era un apartamento muy bonito y sencillo. Era el típico neoyorquino que sale en las películas y series de televisión, esos que tienen las paredes como de tochos rojizos. Nos sentamos los cuatro en la mesa mientras Dani y Chiara traían los platos. De la cocina llegaba un olor exquisito. Me estaba entrando hambre.

-Espero que os guste la pasta, Chiara la hace buenísima. –dijo Dani sonriendo cuando nos trajo a todos los platos. Todos asentimos y reímos. La probé y estaba realmente buena.

-Mm… está deliciosa, Chiara. –dijo mi hermano haciendo el tonto. Ella sonrió amablemente.

-Oh, muchas gracias. Es una receta familiar. –respondió alegre.

-¿Así que eres italiana, verdad? Tienes un acento precioso. –pregunté sacando tema de conversación.

-Sí, soy de Nápoles. –añadió ella dibujando una sonrisa mientras Dani le cogía la mano cariñosamente. –Mi familia tiene un restaurante allí desde hace siglos.

-No me extraña, está delicioso. –comentó Will. –Soy un amante los espaguetis.

Nos reímos y seguimos conversando sobre distintos temas. Fue una noche muy agradable, Chiara era una chica muy simpática y alegre. Me caía muy bien, me pareció una buena chica para mi amigo. Además era bastante mona. Pasamos horas contándonos lo que había sido de nosotros, la mayoría de cosas que Dani contaba ya las recordaba, ya que el día anterior me las había explicado. La noche pasó rápidamente entre risas y bromas, habíamos congeniado bien todos, cosa que me alegraba mucho. Los chicos no paraban de hacer tonterías como niños pequeños. Hacía las 12 o así nos sentamos en los amplios sofás. Chiara, Noah y yo hablamos animadamente sobre distintos temas mientras los chicos jugaban a la Play 3, mira que les gustaba. A mí se me solían dar bastante mal los videojuegos normalmente. Will dejó su mando y se acercó a mí con una sonrisa en la cara. Me propuso jugar contra él y acepté sin pensarlo dos veces a pesar de que yo no sabía. Fue divertido, sobre todo porque yo lo único que hacía era quejarme de que el juego era defectuoso y soltar palabrotas en castellano cada vez que algo me salía mal, que solía ser muy a menudo. Los chicos se reían de mis tonterías mientras Chiara y Noah me apoyaban animadamente. Lo pasé muy bien jugando a pesar de que finalmente perdí pero aposté con Will a que la próxima vez que jugase le ganaría. La verdad es que no sé porque hice esa apuesta. Perdería seguro.