sábado, 24 de noviembre de 2012

Capítulo 21 La carrera

-¡Mmm…tortitas! –exclamó Will feliz como un niño con un caramelo. – ¿Desayunamos en el porche?

-¡Vale! –acepté encantada.

Cogimos los platos con las tortitas y los vasos de leche y lo llevamos todo a las mesas del porche de la casa. Nos sentamos en una especie de banco-columpio de madera con cojines y mantas encima. Empezamos a devorar las dulces tortitas, nunca me habían gustado demasiado pero tenía que reconocer que aquellas estaban realmente deliciosas. Comíamos en silencio hasta que estallé en risas cuando miré a Will a la cara, por la cual resbalaba sirope de chocolate.

-¿Otra vez riéndote de mí, J? –preguntó divertido con la boca llena.

-¿Pero tú te has visto? –reí. –Eres un caso aparte, cielo. –añadí cogiendo una servilleta y limpiándole el sirope con cuidado.

-Gracias. –sonrió dándome un beso en la mejilla.

Seguimos comiendo en silencio, pero no en un silencio incómodo, era agradable. Yo, como siempre, comía mirando un punto fijo en el horizonte algo distraída cuando de repente empecé a escuchar una dulce voz cantando muy bajito. Giré mi cabeza hacia la derecha y se cayó de repente, era Will. Pensaría que no le había escuchado, le miré fijamente. Se había puesto rojo.

-¿Creías que no te oía? –dije distraída y me miró sonrojado, fijando la vista seguidamente en el suelo. –Cantas muy bien.

-Bah, no mientas. –dijo tímido.

-No miento, en serio, cantas bien, Will. –dije sonriéndole sincera.

-Si tú lo dices…

-Claro que lo digo yo, ¿Quién sino?

Le miré, seguía cabizbajo pero noté como sonreía. Le tomé la barbilla suavemente e hice que me mirara sonriendo.

-Canta. –dije sonriéndole ampliamente.

-Me da vergüenza. –dijo girando la cabeza.

-Vamos, ya te he oído cantar, ahora no te puedes negar. –dije poniendo cara de cachorrito. –Por favor, hazlo por mí. Canta para mí, por favor.

-Uf… -resopló. –Está bien, ¿qué quieres que cante?

-No sé, ¿lo que estabas cantando quizá?

Cerró los ojos y se mordió el labio inferior para tranquilizarse, supongo. Aun así no entendía porque le daba tanta vergüenza. De pronto, una voz increíblemente dulce y armoniosa empezó a sonar a capela haciendo que me saliera de mis pensamientos y me dejara llevar por ella.

-Come up to meet you, tell you I’m sorry, you don’t know how lovely you are…

No le había oído cantar nunca, y aquella vez, la primera vez que le oí, quedé atrapada por su voz. Era preciosa, simplemente preciosa. Cantaba The Scientist de Coldplay, era su canción favorita. Lo recordaba de hacia un par de semanas cuando me lo dijo. Me había quedado como hechizada, pero volví a la realidad cuando terminó. Me quedé con la boca abierta, alucinada. Estaba completamente ruborizado, qué mono…

-¿Has pensado en cantar profesionalmente, Will? –dije seria y sonrió negando con la cabeza.

-En realidad, sí, pero hay un problema, tengo miedo escénico así que de poco me sirve. –rió tímidamente.

-Oh, pero eso se puede solucionar, tienes una voz preciosa, no la puedes desaprovechar. –afirmé con expresión seria.

-Vaya…iba en serio. –dijo algo ruborizado de nuevo. Asentí sonriéndole y le besé suavemente en los labios, a lo que él respondió en seguida.

Llevamos los platos de nuevo a la gran cocina y subimos a vestirnos ya que Beth llegaría de un momento a otro para llevarnos a algún sitio. Me puse unos shorts con encaje blanco en el dobladillo, mi camiseta gris de The Beatles, y mis Vans negras. Me dejé el pelo suelto, largo y ondulado por la cintura. Cogí un mi pequeño bolso negro de topos blancos y metí dentro el móvil y algo de dinero. Will llevaba puesta una camisa de cuadros verde de manga corta y unos tejanos cortos junto con unas Vans también verdes.

De pronto picaron al timbre, así que abrimos la puerta, y ahí se encontraba una sonriente Beth deslumbrante. Llevaba puesto una camisa de flores blanca y rosa que le quedaba francamente bien, unos shorts tejanos y unas sandalias romanas blancas. Conjunto sencillo pero esta guapísima. Esta vez no llevaba el pelo recogido, sino que había dejado su melena lisa suelta.

-¡Hola chicos! –dijo muy alegre abrazándonos a los dos.

-Buenos días. –dijimos los dos a la vez sonriéndole. – ¿Adónde has pensado ir? –preguntó Will.

-Mmm…es una sorpresa, seguidme. –terminó con tono misterioso.

Bajamos las escaleras del porche y empezamos a andar por la enorme pradera que rodeaba la granja. Anduvimos unos minutos hasta llegar a lo que parecía el principio de un bosque. Avanzábamos por el camino de tierra en silencio, observando los árboles hasta que el camino llegó a su fin. Alcé la vista observando el paisaje, al fondo se veía una montaña bastante alta, y en el valle, a los pies de la montaña había una vieja granja parecida a la de la casa de los abuelos de Will. Beth sonrió e indicó con la cabeza la granja.

-¿Qué tal una carrera? ¿Cómo en los viejos tiempos, Will? –propuso ella. Asentí sonriendo mientras Will negaba con la cabeza riendo.

-¿Carrera? –preguntó con cierto sarcasmo. – ¿De verdad queréis perder? Está bien pero con una condición.

-¿Condiciones? Ya empezamos… ¿no puede ser una carrera normal? –reí resoplando. Negó con la cabeza y suspiré.

-Una carrera sin condiciones no es una carrera. –respondí sonriendo malvadamente.

-¿Entonces qué condiciones pones tú? –preguntó Beth.

-Mm…veamos, si gano yo, mañana pasaremos todo el día jugando al tenis y a básquet. –explicó. Mierda, tenis, el deporte que más odiaba y que peor se me daba. El básquet ni fu ni fa, estaba bien.

-Joder, ¿no puede ser otra cosa? –dijimos las dos a la vez. Hubo unos segundos de silencio y estallamos en carcajadas por el comentario.

-Sois las dos igual de quejicas. –dijo él. – ¿Qué condiciones proponéis vosotras?

Me acerqué a Beth para hablar con ella en privado y nos alejamos de Will un poco dejándolo marginado. Tan solo era para pensar en las condiciones.

-¿Y bien?

-Si nosotras ganamos, tendrás que pasar un día entero comiendo y bebiendo tan solo zumo de naranja y zanahorias. –le expliqué mientras Beth asentía satisfecha.

-¿Qué? Seréis cabronas… -bromeó mirándonos mal.

-Vale, ¿empezamos ya o qué? –dijo Beth. Los dos asentimos y nos pusimos en fila. –Bien, a la de tres y sin trampas, ¿queda claro? ¿Eh Will?

Asintió riéndose a carcajadas.

-Calla que me desconcentras. –dijo suspirando y mirando hacia adelante

-A la de tres, una…dos…y…TRES. –chilló Beth. En cuanto dijo “TRES” empezamos a correr pradera abajo hacia la granja.

Nunca se me había dado demasiado bien lo de correr. De hecho, en el colegio siempre terminaba perdiendo estas carreras tontas porque me ponía nerviosa. Pero a decir verdad, Will y Beth eran bastante peores que yo corriendo así que tuve ventaja. Corríamos velozmente, yo iba en cabeza cuando sentí que Will me cogía y me levantaba por los aires. Entonces, me soltó dejándome atrás y siguió corriendo, mientras Beth pasaba por delante de mí en esos instantes.

-¡Tramposo!  -chillé desde el suelo. Me levanté rápidamente y seguí corriendo monte abajo.

Llegué exhausta a la granja, me iba a dar un ataque cardíaco de tanto correr. Una razón más por la que no me gustaba hacer deporte. Beth se encontraba tumbada en el suelo respirando con cansancio. Y Will estaba sentando en el césped observándome con una sonrisa pícara.

-Capullo, eres un tramposo. –dije sentándome a su lado y pegándole en el brazo.

-Esa boca, J. No dices más palabrotas porque no te da tiempo. –dijo mirándome con esa sonrisa que me derretía, bueno a mí y a cualquiera.

-Mira quién fue a hablar, será que no dices tú palabrotas ni nada. –me quejé tumbándome.

-No tantas como tú. –respondió tiernamente.

-Es parte de mi carácter, acéptalo guapo. –dije sin mirarle.

-Gracias por el cumplido. –rió acercándose a mí y dándome un beso. –Pero tú más.

-Por favor, no seáis tan cursis. –saltó Beth riéndose. –Me dan arcadas, en serio.

Nos levantamos los tres y sacudimos nuestra ropa llena de césped. Al parecer, la granja era de los padres de Beth, ella vivía allí durante todo el año. Nos condujo hasta el establo repleto de caballos y trajo varias botas de montar.

-Espera, no me lo digas, ¿vamos al Valle de los Conejitos, verdad? –preguntó Will emocionado y dando saltos de alegría.

-¿Al Valle de los Conejitos? –reí sorprendida por el nombre, y ellos me miraron serios.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Capítulo 20 ¡Bienvenidos a Madison!

Sacudí mi cabeza volviendo a la realidad o empezaría a sacar conclusiones precipitadas antes de tiempo. Alcé la vista hacia ellos, ya no estaban abrazados pero hablaban muy animadamente. Entonces, una voz me sacó de mis pensamientos haciendo que volviera a la realidad:

-Juliette, te presento a Beth, mi mejor amiga aquí en Madison. –dijo Will alegre, con que era su mejor amiga, ¿eh? Vaya… -Beth, ella es Júlia, mi novia. –jaque mate, Beth, novia es mucho más que mejor amiga. Ni te acerques a él. ¿Pero que estoy diciendo? Ella no me ha hecho nada, sé simpática Júlia.

-Encantada de conocerte. –dijo sonriendo y me abrazó como si me conociera de toda la vida.

-Igualmente Beth. –respondí devolviéndole el abrazo amistosamente.

-No me creí cuando me dijeron que venías, Will. –expresó ella emocionada. –Han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos.

-Sí, ¿Cuántos? ¿5 o 6 años? –respondió él. –Has cambiado mucho, Beth.

-Tú también. –contestó ella. Me miraron sonrientes los dos. –Oye chicos, ¿Queréis venir a dar una vuelta por el pueblo?

-Beth, cielo, acaban de llegar desde Nueva York, están cansados. ¿No crees que será mejor que os veáis mañana y que hoy descansen los pobres? –dijo Margaret contestando por nosotros.

-Tienes razón, ¿mañana por la mañana os veo entonces? –preguntó ella con una bonita sonrisa, parecía sincera.

-Claro. –dijimos los dos al mismo tiempo. – ¡Hasta mañana!

-Hasta mañana entonces. –se despidió ella. Se acercó a nosotros y nos dio un abrazo a cada uno. –Adiós Margaret, adiós Thomas.

-Hasta mañana Beth. –dijeron los dos ancianos sonriendo mientras Beth desaparecía por la puerta. –Venid chicos, os enseñaremos vuestra habitación.

Cogimos las maletas y subimos escaleras arriba. La casa era muy bonita, era como las típicas granjas de las películas. Margaret nos condujo hasta una habitación muy amplia con una cama de matrimonio en medio de la habitación.

-No sabíamos si preferíais dormir juntos o separas, pero como sois mayorcitos os dejamos dormir aquí. –dijo Margaret guiñándonos un ojo pícaramente. Nos reímos ante su comentario, fue muy descarada. – ¿Queréis ésta o preferís dormir separados?

-Tranquila abuela, ésta está bien. –contestó Will por los dos, cogiéndome por la cintura. Me ruboricé sin darme cuenta y sonreí para disimularlo.

-Jaja, de acuerdo, chicos si necesitáis cualquier cosa sólo tenéis que pedirlo. –rió ella. –Que durmáis bien, buenas noches.

-Buenas noches, Margaret. –dijimos los dos a la vez. Dicho esto, salió de la habitación y cerró la puerta.

-¿No te importa que durmamos los dos juntos, verdad? –me preguntó algo tímido rascándose la nuca. –Digo, como he respondido por los dos.

-No, tranquilo, no me importa en absoluto. –dije sonriéndole.

-Vale, entonces. –suspiró aliviado.

Sacamos la ropa que llevábamos en la maleta y la guardamos en el armario que había en la habitación. Me di cuenta de que había un baño en la habitación así que le dije a Will que me iba a dar una ducha. Me di una ducha de agua ardiendo para relajarme y ayudar a coger el sueño también. Justo cuando salí me di cuenta de que había olvidado mi pijama. Mierda. Me enrollé en una toalla demasiado corta y salí a la habitación. Por suerte no estaba en ella, uf… Cogí el pijama y justo cuando iba a desenrollarme la toalla y ponerme el pijama, entró Will por la puerta. Qué oportuno… Se me quedó mirando embobado y luego sacudió la cabeza sonriendo. Bah, tíos…Serán más o menos tiernos y buenos, pero al fin y al cabo siguen siendo hombres.

-¿Podrías disimular un poco al menos, no? –pregunté riéndome. Se ruborizó y me miró rascándose la nuca.

-Eh…yo…perdona…yo… -tartamudeó.

-Tranquilo, no digas nada, me cambio en el baño. –sonreí poniendo los ojos en blanco.

Entré al cuarto de baño dejándole con la palabra en la boca y me puse mi pijama favorito. Me peiné mi largo pelo mojado, y me lo sequé un poco con el secador para que no se me rizara demasiado. Cuando salí del baño, Will estaba tumbado en la cama mirando el móvil. Se levantó, me sonrió y se metió a ducharse. Busqué mi móvil para llamar a mi hermano y avisarle que ya habíamos llegado.

-¿Juli?

-Hola, Lucas. Sí, soy yo. –dije alegre.

-Hola hermanita, ¿Qué tal el viaje?

-Muy bien, gracias. Te llamaba para decirte que ya hemos llegado y bueno, que estamos bien, sólo eso. ¿Tú qué tal? ¿Qué haces?

-Me alegro, yo también muy bien, estoy con Noah en casa viendo una peli. –respondió él.

-Jaja, vale. Pasadlo bien chicos, y dale recuerdos a Noah de mi parte. –dije sonriendo. –Adiós enano, te quiero.

-Lo mismo digo, Juli. Te quiero mucho petarda. –se despidió. –Te llamaré dentro de unos días, adiós.

Y colgó. Dejé el móvil sobre la mesita de noche y me dejé caer sobre la cama. Estaba reventada… Will apareció en con su pijama improvisado, unos pantalones de chándal grises largos, y ejem bueno, sin camiseta. Apagó la luz, se tumbó a mí lado en la cama y me besó.

-¿Tienes sueño? –preguntó rompiendo el silencio.

-Sí pero no puedo dormir. –respondí. – ¿Y tú?

-Igual. –dijo. –Oye, creo que deberíamos hablar sobre… ya sabes… -se le notaba bastante nervioso, y llamadme tonta pero yo no acababa de entender que me quería decir.

-Will, lo siento pero no te sigo. –le interrumpí mirándole con inocencia.

-Pues…Joder, ¿Por qué es tan difícil preguntarlo? –dijo hablando solo y me reí para que se calmara.

-Ei, tranquilo. Pregúntame lo que quieras, no creo que sea tan difícil. –reí y me miró algo serio.

-Uf, vale… Quería saber….si…ya sabes… ¿Ha habido alguien que…? Ya sabes, ¿me sigues? –preguntó nervioso y serio. Noté como se sonrojaba aunque estábamos a oscuras. Qué mono…Vale, entendí lo que me quería decir. ¿Cómo podía haber sido tan tonta?

-Oh, sí, ahora sí. –soltamos una risita. –Ahora en serio, no, no ha habido nadie. –añadí sonriéndole.
Noté como sonreí y pasaba uno de sus musculosos brazos abrazándome. Me acurruqué en su pecho desnudo y me besó el pelo.

-Buenas noches princesa, que descanses. –dijo besándome.

-Buenas noches Will. –dije bostezando. –Lo mismo digo.

Nos volvimos a besar, y quedamos así abrazados toda la noche. Me costó un poco dormirme pero al final conseguí conciliar el sueño. Miles de cosas pasaban por mi cabeza cada noche, pero ésta en concreto fue especial para mí.

Desperté a la mañana siguiente por los rayos de sol que entraban por mi ventana. Intenté moverme pero seguía atrapada en los brazos de mi novio, que dormía profundamente. Observé detenidamente todos los rasgos de su cara: sus ojos, sus cejas, sus carnosos labios, las pequeñas pequitas y lunares que tenía…Parecía un angelito. Estiré mi mano hacia la mesita de noche todo lo que pude hasta alcanzar mi móvil. Lo cogí y le hice una foto. Quería recordar ese momento. De repente, se empezó a remover un poco en su cama, empezaba a despertarse.

-Mmm…Buenos días pequeña. –sonrió con voz grave y ronca, aún tenía los ojos cerrados. Me reí y sonrió todavía más. – ¿De qué te ríes?

-De-de nada. –mentí.

-Mentirosilla… ¿No piensas decírmelo? –preguntó incorporándose mirándome a los ojos y negué. Estaba guapísimo, con el pelo alborotado y con los ojos entrecerrados por los rayos de luz que le reflejaban en la cara. – ¿A no? –negué de nuevo riendo disimuladamente. –Entonces prepárate, vas a sufrir.

Me levanté ágilmente de la cama con la intención de escapar, pero fue más rápido y caímos los dos al suelo. Estaba encima de mí, mirándome fijamente, como si estuviera memorizando todos los detalles de mi cara. Se acercaba cada vez más y más, y cuando estábamos a escasos centímetros cerré los ojos esperando que me besara. Esperaba y esperaba pero ese beso no llegaba, y yo con los ojos cerrados. Los abrí poco a poco y él no estaba sobre mí como antes, sino que había desaparecido. Empecé a escuchar unas risas que reconocí al instante, venían de detrás de la cortina del ventanal. Efectivamente, allí estaba, tratando de esconderse de mí.

-¿Tratabas de huir, pillín? ¿De mí? –pregunté alzando las cejas, seguía con su risita adorable de niño pequeño, parecía tener 4 años en vez de 18. Negó con la cabeza. – ¿Cómo qué no? Entonces, ¿por qué te escondes?

-No era mi intención esconderme. –rió él tímidamente mientras yo me iba acercando a paso lento hacia él.

-¿Y cuál entonces? –reí yo.

-Venganza. –dijo imitando la cara y voz de los malos de las películas pero no le quedó muy convincente.

-Ya estamos en paz entonces, ¿no? –dije acercándome a él, seguía oculto tras la cortina, excepto su cabeza, que se asomaba tímidamente.

-¿En paz? ¿Por qué? –preguntó confundido.

-Yo por reírme de ti, y tú por dejarme con cara de imbécil cuando estabas a punto de besarme. –expliqué aunque pensaba que era evidente.

-Ah, no era mi intención. –dijo entendiéndolo todo y poniendo cara de niño inocente. –No creas que mi venganza es sólo eso, tengo algo mejor pensado.

-¿Más? ¿Te parece poco? –bromeé riéndome.

-Sí, no estamos completamente en paz. –dijo con voz de intelectual. –Técnicamente, tú sabías el motivo por el cual yo me reía, pero a diferencia yo no sabía la razón por el que TÚ te reías de mí. –aclaró enfatizando el “tú” con voz todavía de intelectual. Me quedé mirándole boquiabierta… <<sabe utilizar las palabras>> pensé. – ¿Me has entendido o hace falta que te lo repita más des-pa-cio?

-Calla Sheldon Cooper, lo empeoras todo. –dije. –Míralo, parecía tonto el pobre.

-¡Eh! No soy tonto ni lo parezco. –se quejó indignado como un niño pequeño. –Y, ¿qué me has llamado? No me insultes, ¿eh?

-Claro que sí, cielo, lo que tú digas. –dije dándole la razón como a un tonto y estirándole una de las mejillas. – ¿De verdad que no sabes quién es Sheldon Cooper? ¡Serás inculto! Un día de estos vamos a ver juntos Big Bang Theory, no voy a dejar que continúes viviendo sin saber de lo que te hablo. –añadí alejándome de él y yendo hacia la puerta para bajar a desayunar.

-¿Big Bang qué? –preguntó con cara de empanado siguiéndome por el pasillo.

-Big Bang Theory, más te vale ir aprendiéndotelo. –comenté dedicándole una mirada asesina.

Sopló sin entender nada, y bajamos a desayunar, no estaban en la cocina ni Margaret ni Thomas, tan sólo había una nota y unas tortitas muy apetecibles junto a dos vasos de leche en la encimera de la cocina.

-¿Abuelo? ¿Abuela? –preguntó Will entrando después de mí en la cocina.

-No están, pero hay una nota. –expliqué.

Chicos, hemos salido al pueblo a comprar un par de cosas, volveremos por la tarde. Beth vendrá dentro de un rato para llevaros a un sitio. 

P.D.: Esperamos que os gusten las tortitas.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 19 Destino: Dakota del Sur

Desperté gracias al puñetero despertador del móvil. Eran las 6 de la maldita mañana, menudo esfuerzo. Me levanté gracias a la emoción que sentía por dentro y fui directa a vestirme. Me puse unos shorts tejanos, una camiseta de tirantes blanca holgada, mi chaqueta tejana Levi’s y mis Vans negras. Me peiné con una trenza de espiga que recogía todo mi cabello. Fui directa a desayunar, cogí un bol y me puse Choco Krispies, mis favoritos. Eso sí, la leche a parte. Qué asco me da mezclar las dos cosas. Devoré el desayuno y en cinco minutos ya estaba lista para irme. Tenía que ir a casa de Will a buscarle, ya que era una sorpresa. Mi hermano estaba durmiendo así que fui a su habitación y le desperté para avisarle de que me iba ya.

-Lucas… -dije en su oreja mientras me sentaba en su cama. Se removió un poco en la cama y abrió los ojos. –Siento despertarte pero me quería despedir de ti.

-No importa, Juli. Me volveré a dormir en seguida, no te preocupes. –dijo con voz ronca e incorporándose. –Pásalo muy bien, ¿vale? Y no la líes, Júlia, que nos conocemos, ¿eh?

Nos reímos y le abracé muy fuerte. Le iba a echar de menos esta semana. Aunque fueran tan solo siete días, nunca había pasado más de un día sin verle en toda mi vida.

-Te echaré de menos, Lucas. Pásalo tú también muy bien, ¿sí? Te enviaré fotos, no te preocupes.

-Y yo, Juli. Te quiero mucho. –se despidió. –Ah, y tráeme algún recuerdo de allí, ¿eh?

-Jaja, algo te traeré. Te quiero mucho.

Nos volvimos a abrazar y le di un beso en la mejilla. Me levanté de su cama y me fui guiñándole un ojo. Repasé que lo llevaba todo y cogí mi mochila. Cogí las llaves del apartamento por si acaso cuando regresara Lucas no estaba. Cogí mi maleta y salí a la calle. El sol empezaba a dejarse ver entre los rascacielos de la ciudad la mañana de aquel 15 de agosto. Hacía bastante calor para ser tan temprano pero la temperatura era agradable gracias a la fresca brisa que recorría las calles. Arrastré mi maleta hasta la parada de metro más cercana al apartamento y en 10 minutos me encontraba en la parada que me había dicho Will. Me pregunté cómo era posible que en todo este tiempo aún no hubiese ido a su casa. No le di ninguna importancia y seguí andando hacia la calle que me había anotado en su dirección. Will vivía en un barrio de Brooklyn muy bonito llamado Prospect Heights. Todas las casas del barrio eran las típicas neoyorquinas adosadas, llamadas brownstones. Llegué rápidamente hasta la casa de mi novio, también era una típica, hecha de ladrillos marrones con grandes ventanas pintadas de negro. Piqué al timbre y apareció la sonriente pero a la vez adormilada cara de Will invitándome a pasar.

-Buenos días, preciosa. –dijo besándome suavemente en los labios.

-Hola guapo. –respondí sonriente. – ¿Estás listo?

-Pasa, por favor. –dijo apartándose de la puerta. –Sí, espera un segundo que voy a por la maleta.

Entré observando su casa, me encantaba la decoración. Era sencilla pero muy acogedora. Cuando cruzabas la puerta te encontrabas con un gran salón con televisión, sofás y una bonita chimenea. Las paredes estaban pintadas de color beige mientras que el parqué del suelo era más oscuro. La cocina conectaba con el salón, era la típica americana con la barra y los taburetes. Oí como el sonido de una maleta golpeaba las escaleras. Me acerqué hacia ellas y vi a Will acarreando su maleta.

-¿Vamos? –preguntó sonriendo. Asentí y salimos los dos juntos de la mano a la calle, cada uno con su enorme maleta. – ¿No me vas a decir adónde vamos, verdad?

-Efectivamente. –respondí risueña.

-¿Y por qué no? –repuso poniendo cara de niño inocente. –Me muero de curiosidad.

-Pues porque es una sorpresa y si te la digo dejará de serlo, así que vamos ya que tenemos un largo, muy muy largo viaje.

Subimos al metro que había cerca de casa de Will y bajamos en una estación que conectaba con la estación de autobuses de la ciudad. Compré dos billetes y nos dirigimos al lugar que nos indicó la chica del mostrador. De momento mi plan marchaba viento en popa, Will tan solo sabía que nos íbamos de viaje en autobús, no tenía ni idea de que íbamos a casa de su abuelo Thomas. Subimos al autobús, dejamos las maletas en su compartimento y nos sentamos juntos. Nos esperaba un largo viaje hasta Dakota del Sur. El autobús salió puntual, a las 7 de la mañana, tal y cómo decía. Hablamos durante parte del trayecto y a la vez observábamos el paisaje.

-Me he preguntado antes una cosa. –dijo Will rompiendo el silencio. – ¿Cómo puede ser posible que llevemos tanto tiempo saliendo y aún no hayas venido a mi casa?

-Jajaja, he pensado lo mismo esta mañana. –respondí. –La verdad, no tengo ni idea. Es algo raro.

-Sí, que se le va a hacer, somos raros. –bromeó él. –No hay quién nos entienda. Bueno, te prometo que cuando volvamos, vendrás a mi casa, ¿vale?

-Tranquilo, no hay prisa. Vale, me parece genial. –respondí sonriendo. Apoyé mi cabeza en su hombro y nos pusimos a escuchar música. Canturreábamos las canciones de Coldplay que mejor nos sabíamos, éramos realmente malos los dos cantando pero era divertido ver quién desafinaba más.

Muchas horas después paramos en un pueblo llamado Youngstown, en Pennsylvania. Comimos allí y regresamos de vuelta al autobús para continuar con nuestro camino. No sé si se le podía llamar comida, de hecho, eran ya las 4 de la tarde. Las siguientes horas dormí en el hombro de Will, mientras él escuchaba música o bien, dormía como yo. Era un viaje muy agotador, pero le encantaría cuando llegásemos. Me habría gustado haber ido en avión o en tren pero no teníamos suficiente dinero. Las horas pasaban, lentamente si estaba despierta y él dormido, pero muy rápidamente cuando hablábamos y nos besábamos. Prefería la segunda opción, me gustaba mucho más. Volvimos a parar para cenar en un McDonald’s que había en la carretera. Llegamos a Chicago, en Illinois, tras un día o así de viaje. Allí acababa el trayecto del primer autobús.

-Dormiremos aquí hoy, Will. –dije antes que pudiera preguntar o decir nada. –Pero este no es nuestro destino todavía.

-¿De verdad? –preguntó asombrado. –Eres una caja de sorpresas, princesa.

Pasamos allí la noche, en un Bed&Breakfast que encontramos muy bien de precio. A la mañana siguiente volvimos a la estación de autobuses y cogimos otro que nos llevaría hasta Sioux Falls, la capital de Dakota del Sur, pero ese tampoco era nuestro destino final.

-¿Quieres un KitKat? –preguntó Will ofreciéndome la barrita de chocolate. Acepté en seguida, me moría por un trozo de chocolate.

-Gracias. –dije dándole un beso.

-No hay de qué, cariño. –respondió él devolviéndome el beso. –Oye, ¿Hacemos un trato?

-¿Un trato? ¿Cuál? –pregunté incorporándome.

-Tú me enseñas a hablar en español y yo te enseño a jugar al baloncesto cuando podamos. –propuso sonriente.

-Trato hecho. –dije dándole la mano, como si fuésemos empresarios.

Le enseñé lo más básico para comunicarte en español, y parecía aprender rápidamente. Me encantaba ese acento con el que hablaba, era muy divertido.

-No te rías, cuesta mucho hablar esta lengua. –dijo, esta vez en inglés, haciéndose el enfadado después de que yo me riera porque no sabía pronunciar “jarrón”. –Esa maldita j es muy puñetera.

-Tranquilo, me encanta tu acento americano al hablar, es muy mono. –dije dándole un beso en la mejilla.

-¿No me merezco algo mejor por haber aprendido algo? –preguntó señalando sus labios. Me reí y le besé suavemente. –Eso está mucho mejor, princesa.

Seguimos con las clases de español improvisadas, era difícil hacerle entender algunas cosas pero al final conseguía aprendérselas.

Horas después llegamos a la estación de autobuses de Sioux Falls, por fin estábamos en Dakota del Sur, me dolía tanto el culo de estar sentada... Estaba molida y Will también así que no quise perder ni un segundo y rápidamente cogimos un tercer autobús que nos llevaría a Madison, un pueblo no muy lejos de la capital de Dakota del Sur. Subimos al tercer autobús del viaje y en media hora nos encontrábamos en la estación de autobuses del pueblo.

-Espera un momento, yo sé dónde estamos. –dijo Will sonriendo atónito. –No me lo puedo creer, ¿me has traído a Madison?

-¡Soorpresaa! –exclamé algo tímida.

-Madre mía, Júlia. Eres la mejor, te quiero, te quiero muchísimo. ¿Cómo no me lo habías dicho, pequeña? Dios, otra vez aquí, cuanto lo echaba de menos.

Me abrazó rápidamente, bueno mejor dicho, me estranguló, prácticamente. Gritó como una niña cuando vio a su abuelo Thomas avanzando con una sonrisa hacia nosotros. Me miró sorprendido, le sonreí y corrió a abrazarle. Me quedé observando la escena, era tan tierna que les hice una foto. Al poco rato se despegaron y vinieron hacia mí.

-Ven abuelo, te quería presentar a mi novia, Júlia. –dijo Will secándose las lágrimas que acababa de soltar de la emoción. –Juli, él es mi abuelo Thomas, del que te he hablado.

-Hola preciosa, encantado de conocerte en persona por fin. –dijo su abuelo. La verdad es que era muy simpático, ya había hablado con él por teléfono. –Hablamos hace una semana o así por teléfono, ¿verdad Júlia?

-Lo mismo digo, señor Parker. Es todo un placer. –dije educadamente con una sonrisa.

-Oh, por favor, llámame Thomas. Para ti soy Thomas. –dijo él sonriendo. Asentí devolviéndole la sonrisa. –Will, tienes mucha suerte, hijo mío. Cuida a esta chica, te quiere mucho. ´

-No te preocupes, abuelo, la cuidaré. Y yo ella también. –dijo sonriendo y dándome un beso.

-Qué tiernos… Bueno, creo que deberíamos irnos ya a casa, está empezando a oscurecer, y estoy seguro de que estáis cansados del viaje, así que vámonos.

Subimos a la vieja furgoneta verde del abuelo de Will en dirección a su granja. En poco rato nos encontrábamos frente a una enorme granja de tejas rojas muy bonita. Se encontraba en medio de una pradera y estaba rodeada de vacas. Entramos a la acogedora casa y me presentaron a la abuela de Will, Margaret. Era un encanto de mujer, muy cariñosa. Cenamos los cuatro juntos mientras les contábamos un poco nuestra vida. Eran las 9 de la noche o así cuando picaron al timbre y Margaret fue a abrir.

-Will, cielo, mira quién ha venido. –dijo Margaret emocionada. Por la puerta apareció una muchacha muy guapa de pelo castaño y ojos grises que corrió a abrazar a mi novio.

-¡Will! –dijo la chica, que tendía unos 18 años o así.

-¿Beth? ¡Cuánto tiempo! –exclamó Will muy emocionado corriendo a abrazar también a aquella guapa chica.

¿Beth? Espera un momento… ¿Quién era esa chica?