-¡Eii
hermanita! –chilló Lucas entrando al salón y alborotándome el pelo. – ¿Qué
haces?
-¿A
ti que te parece? –pregunté risueña.
-Mm…
creo que estás viendo la tele. –bromeó pensativo.
-Felicidades,
Einstein. –ironicé dibujando una sonrisa. – ¿Vas a hacer algo hoy?
-Eh,
sí…Creo que me voy a pasar el día tirado en el sofá viendo la tele, ¿Y tú?
-Pues
no sé en qué sofá porque este me lo he pedido yo para todo el día.
-Ja-ja,
que graciosa. –contestó mi hermano tirándose encima de mí aplastándome por
completo.
-¡Ah!
Quita de encima, animal. –grité pegándole puñetazos como podía.
-Di
que compartirás el sofá conmigo o atente a las consecuencias. –dijo él
perversamente.
-Vale,
vale… Me rindo, tú ganas y ahora salte de encima de mí. –dije cansada. Me
estaba aplastando las costillas y no podía respirar.
Se
levantó victorioso y suspiré jadeante, al fin podía respirar. Me recogí un poco
dejándole un hueco para que pudiera sentarse. Siempre se salía con la suya el
muy cabrón. Le miré mal y sonrió maliciosamente.
-¿Ves?
Al final, nos terminamos entendiendo siempre. –dijo con esa sonrisa de triunfo
en la cara. –Pásame el mando, porfa.
-¿Qué?
–pregunté incrédula fingiendo estar ofendida. – ¿Encima que te dejo sentarte en
el sofá, me pides el mando? De eso nada, monada. Lo que veremos lo escojo yo,
que por tu culpa casi muero ahogada y aplastada por tu enorme trasero.
-No
seas exagerada. –murmuró cruzándose de brazos. –De acuerdo, tú decides…
Sonreí
satisfecha al ver que lo aceptaba fácilmente. Mi plan para echarle del sofá iba
bien encaminado. A la media hora ya estaba hasta las narices y se levantó del
sofá dejándolo completamente libre para mí. Sonreí con mucha más satisfacción
que antes. Sí, mi plan había funcionado a la perfección. Consistía en
amenazarle con ponerle películas moñas que odia, y así lo hice. Lo tendré en
cuenta para próximas ocasiones. Bostecé cansada. Tenía tanto sueño que no pude
evitar dormirme en cuestión de minutos.
Desperté
después de haber soñado con qué unos monos de colorines me atacaban con
plátanos. Qué extraña la mente humana. En fin. Me levanté perezosamente y fui a
buscar mi móvil para consultar la hora. Las 4.30 de la tarde. ¿Enserio había
dormido tanto? Dios mío… Lo extraño fue que Lucas no me hubiera despertado solo
para fastidiar. Tenía un mensaje de Berta. Mi mejor amiga en España, la verdad
es que había hablado poco con ella en este tiempo que llevaba en Nueva York,
pero no porque no quisiera. A parte de que la mayoría de días estaba muy
ocupada, los mensajes son caros. Y más si los mandas desde Europa a América.
Tampoco tenía internet aquí así que… Le contesté rápidamente y me fui a por un
vaso de Cola Cao a la cocina. Mmm… me encantaba. Entré en la
habitación de mi hermano para ver si estaba. Efectivamente, durmiendo como casi
siempre. ¿Y ahora qué podía hacer? Me aburría bastante así que decidí vestirme
y salir a dar una vuelta por el barrio. Me puse un vestido amarillo de tirantes
muy fresquito para una calurosa tarde de agosto y mis tacones también
amarillos. Vaya… Hacía tiempo que no me los ponía, ni siquiera sabía por qué me
los había traído pero eran mis favoritos. Me peiné y me maquillé lo justo. Salí
de casa únicamente con mi móvil. Empecé
a dar vueltas por el barrio, no lo había visto demasiado en todos estos días y
me apetecía ver el ambiente que había aquí. Me gustaba ver el estilo de vida
que tiene la gente en los barrios de las grandes ciudades. Si solo vas a los
sitios turísticos no tiene gracia. ¿En los sitios típicos qué hay? Pues
turísticas a punta pala, como yo. Pensando en tantas cosas me perdí. A decir
verdad, no iba demasiado atenta intentando recordar las calles por las que
andaba. Razón por la que me perdí. ¿Y ahora qué?, pensé algo nerviosa. Decidí
relajarme y entrar a bar que vi, llamado Hard
Rock Café, me sonaba de algo el nombre. ¡Ah sí! En Barcelona también había
uno. Era un local grande y bien decorado. La mayoría de los clientes eran
chicos jóvenes de más o menos mi edad. Tomaban cafés y charlaban animadamente
mientras música rock sonaba de fondo.
Me gustaba ese lugar. Me acerqué a la barra para pedir un café y ya de paso
preguntar dónde me encontraba. En el mostrador se encontraba un chico rubio, de
ojos grises, un tanto atractivo. Me recordaba a alguien.
-Buenas
tardes señorita, ¿Qué desea? –preguntó amablemente el chico.
-Hola,
un café con leche, por favor. –respondí educadamente.
-En
seguida se lo traigo. –sonrió el muchacho y se marchó en busca de mi pedido. Me
quedé pensando en qué su cara me sonaba de algo. –Aquí tiene.
-Oh,
em… Muchas gracias. –respondí un poco despistada. – ¿Cuánto es?
-Eh,
serán 2’50 $, por favor.
-Disculpe,
¿Sabría decirme cómo puedo volver a los apartamentos Kore 92? He salido a dar un paseo y bueno, no sé cómo volver.
–expliqué algo nerviosa.
-Sí,
señorita. Si quiere le puedo acompañar aunque no salgo hasta dentro de 10
minutos. –respondió sonriente.
-Oh,
¿de verdad? Muchísimas gracias. Por cierto, soy Júlia. –dije tendiéndole la
mano a través del mostrador.
-Espera
un momento, ¿Júlia? ¿Júlia Gómez? –preguntó pensativo y asentí. –Soy Dani, ¿no
te acuerdas de mí?
-¡Dani!
Dios mío, ¿De verdad eres tú? –exclamé emocionada. Madre mía, cuanto tiempo
había pasado. Dani y yo íbamos juntos a la escuela y solíamos quedar los fines
de semana para jugar por las tardes con mi hermano. Cuando empezó el instituto,
él se fue a vivir a Madrid y ya no nos volvimos a ver. Salió de detrás del
mostrador y fui corriendo a abrazarle.
-Dios,
Juli. Estás guapísima. ¿Qué haces tú por aquí? –dijo él riendo.
-He
venido a Nueva York a pasar el verano,
¿Y tú? Desde que te marchaste a Madrid no he vuelto a saber de ti. –respondí
emocionada.
-Vaya,
eso es genial. Pues hace dos años que vivo aquí. –dijo él sacándose el
delantal. –Oye, salgo ahora mismo del trabajo. ¿Qué te parece si nos sentamos a
recordar los viejos tiempos?
Reí
y asentí contenta. No me lo podía creer, era Dani. Le había echado tanto de
menos estos años. Nunca pensé que le volvería a ver, y mucho menos en otro
continente. Nos sentamos en una mesa del bar y allí pasamos la tarde,
recordando viejos tiempos y explicándonos estos últimos años.
-¿Cómo
está Lucas? –preguntó sonriente. – ¿También está aquí, en Nueva York?
-Jaja
muy bien. Sí, está en la ciudad. Se ha quedado durmiendo en el apartamento.
Me
estuvo explicando todo sobre estos últimos años. Me dijo que se fue a vivir a
Madrid por su padre, que ahora trabaja allí, y que estudia en la ciudad desde
hace dos años. Pasamos horas y horas hablando. Teníamos millones de cosas que
contarnos el uno al otro. Pasé una tarde estupenda con Dani, su compañía
siempre había sido muy agradable, pero al crecer aún más. No me di ni cuenta
cuando ya eran las 20.30, era bastante tarde y mi hermano estaría preocupado
por mí.
-Ha
sido genial volver a verte, Dani, pero me tendría que ir. Mi hermano debe de
estar buscándome. ¿Nos volveremos a ver? –dije esperanzada. –
-Por
supuesto, Juli. Cuando quieras. Mira, te doy mi número de teléfono y cuando te
apetezca me llamas y quedamos. –dijo él sonriendo tiernamente. Me apunté su
número en la agenda del móvil y le di el mío. – ¿No querías que te acompañara a
casa?
-Sí,
por favor. No tengo ni idea de cómo volver. –agradecí dándole un abrazo.
Fuimos
hablando todo el camino hasta llegar al apartamento.
-Aquí
es. Muchísimas gracias, Dani. No sé cómo habría vuelto a casa si no fuera por
ti. –dije riéndome de mí misma. –¿Quieres subir y ves a Lucas?
-No
hay de qué, guapa. Me encantaría pero he quedado con mi novia para cenar. ¿Te
parece bien si mañana te llamo y quedamos? –respondió él.
-Pues
claro, Dani. Mañana hablamos. –le di un
abrazo y me terminé de despedir de él.
Abrí
el portal y entré rápidamente a casa. Estaba bastante cansada, la verdad. Tenía
sueño pero no ganas de irme a dormir todavía. Cuando llegué, Lucas estaba
tumbado en el sofá durmiendo. Hay qué ver lo que duerme este niño… Parece una
marmota. Le pegué un susto provocando que se despertara atemorizado.
-¿A
qué no sabes a quién me he encontrado? –pregunté con aire misterioso.
-Em,
déjame que piense. –dijo sarcástico. –No tengo ni idea.
-¡A
Dani! –chillé emocionada. – ¿No es genial?
-¿Dani?
¿El mismo Dani que se fue a vivir a Madrid? –preguntó desconcertado. Que yo
supiera sólo conocíamos a un Dani.
-Ese
mismo. El mundo es un pañuelo. –dije sentándome en el sofá.
-Y
que lo digas. –añadió. –Debo decir que ésta vez me ha sorprendido hasta a mí.
Le
conté lo qué había hecho durante toda la tarde y decidimos ver una maratón de
películas románticas. Me encantaba hacer eso. Hicimos palomitas y me bebí un
enorme vaso de leche con Cola Cao. Una noche perfecta. Vimos mis favoritas: la
tercera y sexta parte de Harry Potter, En
el estanque dorado, Notting Hill y por supuesto, Monstruos S.A. Me tuve que tragar también la de Buscando a Nemo. Cómo odiaba esa
película. Le tenía mucha manía. De pequeña me daba miedo y ahora no la
soportaba. Pero era la favorita de Lucas y tuve que aguantarme, aunque por
suerte me dormí viéndola. No sé qué hora de la madrugada debía ser cuando
acabamos de ver la maratón. Seguramente serían las tantas pero preferí no
atreverme a consultarlo. Me puse el pijama y me fui a dormir. Estaba molida así
que me dormí al instante.