domingo, 30 de septiembre de 2012

Capítulo 16 Hard Rock Café

Will y Noah se fueron cada uno a sus respectivas casas y yo, lo primero al llegar a la mía fue ducharme. Odio tener el pelo sucio, es asqueroso. Tras una larga y relajante ducha me vestí con un chándal gris para estar por casa y me sequé el pelo. Me tumbé en el sofá a ver la tele, pensaba pasar el día entero vagueando, estaba cansada y no tenía ganas de nada más. Encendí el televisor y salieron automáticamente las noticias. Tragedia tras tragedia… El hombre del tiempo anunció que hoy las temperaturas subirían más de lo normal. Ahora sí, estábamos en pleno verano. Espera un momento… ¿Pleno verano? Eso significaba que ya estábamos en agosto y que me quedaba menos de un mes en esta maravilla de lugar. Maldición… Debo pensar algo y quedarme al menos hasta septiembre.

-¡Eii hermanita! –chilló Lucas entrando al salón y alborotándome el pelo. – ¿Qué haces?

-¿A ti que te parece? –pregunté risueña.

-Mm… creo que estás viendo la tele. –bromeó pensativo.

-Felicidades, Einstein. –ironicé dibujando una sonrisa. – ¿Vas a hacer algo hoy?

-Eh, sí…Creo que me voy a pasar el día tirado en el sofá viendo la tele, ¿Y tú?

-Pues no sé en qué sofá porque este me lo he pedido yo para todo el día.

-Ja-ja, que graciosa. –contestó mi hermano tirándose encima de mí aplastándome por completo.

-¡Ah! Quita de encima, animal. –grité pegándole puñetazos como podía.

-Di que compartirás el sofá conmigo o atente a las consecuencias. –dijo él perversamente.

-Vale, vale… Me rindo, tú ganas y ahora salte de encima de mí. –dije cansada. Me estaba aplastando las costillas y no podía respirar.

Se levantó victorioso y suspiré jadeante, al fin podía respirar. Me recogí un poco dejándole un hueco para que pudiera sentarse. Siempre se salía con la suya el muy cabrón. Le miré mal y sonrió maliciosamente.

-¿Ves? Al final, nos terminamos entendiendo siempre. –dijo con esa sonrisa de triunfo en la cara. –Pásame el mando, porfa.

-¿Qué? –pregunté incrédula fingiendo estar ofendida. – ¿Encima que te dejo sentarte en el sofá, me pides el mando? De eso nada, monada. Lo que veremos lo escojo yo, que por tu culpa casi muero ahogada y aplastada por tu enorme trasero.

-No seas exagerada. –murmuró cruzándose de brazos. –De acuerdo, tú decides…

Sonreí satisfecha al ver que lo aceptaba fácilmente. Mi plan para echarle del sofá iba bien encaminado. A la media hora ya estaba hasta las narices y se levantó del sofá dejándolo completamente libre para mí. Sonreí con mucha más satisfacción que antes. Sí, mi plan había funcionado a la perfección. Consistía en amenazarle con ponerle películas moñas que odia, y así lo hice. Lo tendré en cuenta para próximas ocasiones. Bostecé cansada. Tenía tanto sueño que no pude evitar dormirme en cuestión de minutos.

Desperté después de haber soñado con qué unos monos de colorines me atacaban con plátanos. Qué extraña la mente humana. En fin. Me levanté perezosamente y fui a buscar mi móvil para consultar la hora. Las 4.30 de la tarde. ¿Enserio había dormido tanto? Dios mío… Lo extraño fue que Lucas no me hubiera despertado solo para fastidiar. Tenía un mensaje de Berta. Mi mejor amiga en España, la verdad es que había hablado poco con ella en este tiempo que llevaba en Nueva York, pero no porque no quisiera. A parte de que la mayoría de días estaba muy ocupada, los mensajes son caros. Y más si los mandas desde Europa a América. Tampoco tenía internet aquí así que… Le contesté rápidamente y me fui a por un vaso de Cola Cao  a la cocina. Mmm… me encantaba. Entré en la habitación de mi hermano para ver si estaba. Efectivamente, durmiendo como casi siempre. ¿Y ahora qué podía hacer? Me aburría bastante así que decidí vestirme y salir a dar una vuelta por el barrio. Me puse un vestido amarillo de tirantes muy fresquito para una calurosa tarde de agosto y mis tacones también amarillos. Vaya… Hacía tiempo que no me los ponía, ni siquiera sabía por qué me los había traído pero eran mis favoritos. Me peiné y me maquillé lo justo. Salí de casa únicamente  con mi móvil. Empecé a dar vueltas por el barrio, no lo había visto demasiado en todos estos días y me apetecía ver el ambiente que había aquí. Me gustaba ver el estilo de vida que tiene la gente en los barrios de las grandes ciudades. Si solo vas a los sitios turísticos no tiene gracia. ¿En los sitios típicos qué hay? Pues turísticas a punta pala, como yo. Pensando en tantas cosas me perdí. A decir verdad, no iba demasiado atenta intentando recordar las calles por las que andaba. Razón por la que me perdí. ¿Y ahora qué?, pensé algo nerviosa. Decidí relajarme y entrar a bar que vi, llamado Hard Rock Café, me sonaba de algo el nombre. ¡Ah sí! En Barcelona también había uno. Era un local grande y bien decorado. La mayoría de los clientes eran chicos jóvenes de más o menos mi edad. Tomaban cafés y charlaban animadamente mientras música rock sonaba de fondo. Me gustaba ese lugar. Me acerqué a la barra para pedir un café y ya de paso preguntar dónde me encontraba. En el mostrador se encontraba un chico rubio, de ojos grises, un tanto atractivo. Me recordaba a alguien.

-Buenas tardes señorita, ¿Qué desea? –preguntó amablemente el chico.

-Hola, un café con leche, por favor. –respondí educadamente.

-En seguida se lo traigo. –sonrió el muchacho y se marchó en busca de mi pedido. Me quedé pensando en qué su cara me sonaba de algo. –Aquí tiene.

-Oh, em… Muchas gracias. –respondí un poco despistada. – ¿Cuánto es?

-Eh, serán 2’50 $, por favor.

-Disculpe, ¿Sabría decirme cómo puedo volver a los apartamentos Kore 92? He salido a dar un paseo y bueno, no sé cómo volver. –expliqué algo nerviosa.

-Sí, señorita. Si quiere le puedo acompañar aunque no salgo hasta dentro de 10 minutos. –respondió sonriente.

-Oh, ¿de verdad? Muchísimas gracias. Por cierto, soy Júlia. –dije tendiéndole la mano a través del mostrador.

-Espera un momento, ¿Júlia? ¿Júlia Gómez? –preguntó pensativo y asentí. –Soy Dani, ¿no te acuerdas de mí?

-¡Dani! Dios mío, ¿De verdad eres tú? –exclamé emocionada. Madre mía, cuanto tiempo había pasado. Dani y yo íbamos juntos a la escuela y solíamos quedar los fines de semana para jugar por las tardes con mi hermano. Cuando empezó el instituto, él se fue a vivir a Madrid y ya no nos volvimos a ver. Salió de detrás del mostrador y fui corriendo a abrazarle.

-Dios, Juli. Estás guapísima. ¿Qué haces tú por aquí? –dijo él riendo.

-He venido a  Nueva York a pasar el verano, ¿Y tú? Desde que te marchaste a Madrid no he vuelto a saber de ti. –respondí emocionada.

-Vaya, eso es genial. Pues hace dos años que vivo aquí. –dijo él sacándose el delantal. –Oye, salgo ahora mismo del trabajo. ¿Qué te parece si nos sentamos a recordar los viejos tiempos?

Reí y asentí contenta. No me lo podía creer, era Dani. Le había echado tanto de menos estos años. Nunca pensé que le volvería a ver, y mucho menos en otro continente. Nos sentamos en una mesa del bar y allí pasamos la tarde, recordando viejos tiempos y explicándonos estos últimos años.

-¿Cómo está Lucas? –preguntó sonriente. – ¿También está aquí, en Nueva York?

-Jaja muy bien. Sí, está en la ciudad. Se ha quedado durmiendo en el apartamento.

Me estuvo explicando todo sobre estos últimos años. Me dijo que se fue a vivir a Madrid por su padre, que ahora trabaja allí, y que estudia en la ciudad desde hace dos años. Pasamos horas y horas hablando. Teníamos millones de cosas que contarnos el uno al otro. Pasé una tarde estupenda con Dani, su compañía siempre había sido muy agradable, pero al crecer aún más. No me di ni cuenta cuando ya eran las 20.30, era bastante tarde y mi hermano estaría preocupado por mí.

-Ha sido genial volver a verte, Dani, pero me tendría que ir. Mi hermano debe de estar buscándome. ¿Nos volveremos a ver? –dije esperanzada. –

-Por supuesto, Juli. Cuando quieras. Mira, te doy mi número de teléfono y cuando te apetezca me llamas y quedamos. –dijo él sonriendo tiernamente. Me apunté su número en la agenda del móvil y le di el mío. – ¿No querías que te acompañara a casa?

-Sí, por favor. No tengo ni idea de cómo volver. –agradecí dándole un abrazo.

Fuimos hablando todo el camino hasta llegar al apartamento.

-Aquí es. Muchísimas gracias, Dani. No sé cómo habría vuelto a casa si no fuera por ti. –dije riéndome de mí misma. –¿Quieres subir y ves a Lucas?

-No hay de qué, guapa. Me encantaría pero he quedado con mi novia para cenar. ¿Te parece bien si mañana te llamo y quedamos? –respondió él.

-Pues claro, Dani.  Mañana hablamos. –le di un abrazo y me terminé de despedir de él.

Abrí el portal y entré rápidamente a casa. Estaba bastante cansada, la verdad. Tenía sueño pero no ganas de irme a dormir todavía. Cuando llegué, Lucas estaba tumbado en el sofá durmiendo. Hay qué ver lo que duerme este niño… Parece una marmota. Le pegué un susto provocando que se despertara atemorizado.

-¿A qué no sabes a quién me he encontrado? –pregunté con aire misterioso.

-Em, déjame que piense. –dijo sarcástico. –No tengo ni idea.

-¡A Dani! –chillé emocionada. – ¿No es genial?

-¿Dani? ¿El mismo Dani que se fue a vivir a Madrid? –preguntó desconcertado. Que yo supiera sólo conocíamos a un Dani.

-Ese mismo. El mundo es un pañuelo. –dije sentándome en el sofá.

-Y que lo digas. –añadió. –Debo decir que ésta vez me ha sorprendido hasta a mí.

Le conté lo qué había hecho durante toda la tarde y decidimos ver una maratón de películas románticas. Me encantaba hacer eso. Hicimos palomitas y me bebí un enorme vaso de leche con Cola Cao. Una noche perfecta. Vimos mis favoritas: la tercera y sexta parte de Harry Potter, En el estanque dorado, Notting Hill y por supuesto, Monstruos S.A. Me tuve que tragar también la de Buscando a Nemo. Cómo odiaba esa película. Le tenía mucha manía. De pequeña me daba miedo y ahora no la soportaba. Pero era la favorita de Lucas y tuve que aguantarme, aunque por suerte me dormí viéndola. No sé qué hora de la madrugada debía ser cuando acabamos de ver la maratón. Seguramente serían las tantas pero preferí no atreverme a consultarlo. Me puse el pijama y me fui a dormir. Estaba molida así que me dormí al instante. 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Capítulo 15 Acampada nocturna

Will sacó unas tiendas de campaña verdes que llevaba en el maletero. Fuimos hacia la pequeña playita que había en el lago, allí montaríamos las tiendas de campaña esta noche. En unos minutos el cielo había adquirido un tono anaranjado precioso, el sol se estaba empezando a poner y se veía todo reflejado en el agua. Montamos las tiendas con algunas dificultades, entre risas y tonterías de mi hermano y Noah. Will, era el único que sabía más o menos montarlas.

-¿Tienes una tienda de campaña en tu coche y no sabes montarla? –le pregunté riéndome.

-¡Eh! Sí que sé montarla pero no recuerdo demasiado como se hacía. –se excusó él inocentemente. –Además, no es mía. Es de mi primo George.

-Jajaja, vale. –reí mientras él se cruzaba de brazos fingiendo estar enfadado. Le di un beso y sonrió levemente. –No te enfades, tonto.

-No me enfado, Juli. –replicó con voz de niño pequeño. Me reí de sus payasadas y seguí dándole besitos.

-¡Cursis! –dijo Lucas riendo por lo bajini, aunque todos le oímos. Noah le pegó una colleja cariñosamente para que se callara. Y Will y yo le miramos mal. Los cuatros estallamos en carcajadas y continuamos intentando montar las tiendas.

Tras media hora larga, conseguimos montar las dos tiendas de campaña. El atardecer del sol aún duraba, aunque quedaba poco para que anocheciera. Debían ser las 8 o así de tarde.

-¿Qué queréis hacer para pasar el rato? –preguntó Lucas sentándose en la fría arena.

-Podríamos hacer una hoguera. –propuso Noah sentándose a su lado y abrazándole.

-¡Me parece bien! –afirmó Will sonriendo.

-Vamos a buscar algo de leña; palos y todo lo que nos pueda servir y lo traemos aquí. –dije. – ¿Qué os parece si vamos Will y yo por un lado, y vosotros por otro? Cuando antes acabemos mejor… Por cierto, si veis algo comestible, cómo moras, o alguna fruta, cogedlas. Sólo tenemos un par de sándwiches para cenar.

Los tres asintieron y se levantaron. Will y yo nos adentramos en bosque recogiendo todo tipo de ramas y otras cosas que veíamos que podían servir para encender la fogata. Al cabo de media hora o así, regresamos a la playa del lago. Los dos íbamos cargados de ramas y piedras, yo me había guardado algunas moras que había encontrado, en los bolsillos. Cuando llegamos, allí estaban mi hermano y su novia encendiendo la hoguera con lo que habían recogido del bosque. Les ayudamos a encenderla y fuimos aportando también nuestras ramas. Me quité las Converse, y me dirigí al muelle del lago para sentarme a pensar. Me apetecía mucho sentarme y disfrutar de la tranquilidad del lugar. Will, Lucas y Noah se habían quedado allí hablando sobre música. Me sentía muy feliz en aquellos momentos, realmente feliz. Estaba siendo sin duda el mejor verano de mi vida, con la mejor compañía que en esos momentos podía estar teniendo. ¿Todo esto era real? Pensé en Will, cada día le quería más, era encantador. Noah se había convertido en mi mejor amiga en todo este tiempo. Y Lucas, bueno, Lucas era mi hermano, a él ya le quería muchísimo antes de venir. Aun así, sentía que este viaje nos estaba uniendo mucho más de lo que ya estábamos. No me di ni cuenta, pero estaba sonriendo como una boba. Feliz… Era tan feliz. No pude evitar sentirme un poco triste por lo de mis padres, pero eso ya estaba superado. No debía pensar en ello más, no era mi problema. Las semanas habían pasado muy rápidas desde que llegamos, pero aún me quedaba algo más de un mes en este lugar tan alucinante. Los recuerdos de las últimas semanas iban pasando con imágenes en mi mente. Cuando conocimos a Noah en el avión, T.J. Thyne, las visitas guiadas por toda la ciudad con Will, la fiesta, el primer beso con Will, Six Flags… En la mayoría de mis recuerdos, Will estaba presente. Había hecho tanto por mí, en todo este tiempo. ¿Qué podría hacer yo a cambio? Recordé aquella noche en que Will y yo estábamos tumbados en el césped de Central Park. Me habló sobre su familia, que vivía en San Diego, y también sobre su abuelo Thomas, que vivía en Dakota del Sur. Me dijo que echaba de menos aquellos veranos en su granja. ¡Bingo! Miles de planes invadieron de pronto mi mente. Me costaría llevarlos a cabo, pero si me lo proponía, lo conseguiría.

-¿Qué haces aquí sola, peque? –preguntó Will sentándose a mi lado. Estaba tan sumergida en mis pensamientos  que ni me había percatado de su presencia.

-Pensando. –giré mi cabeza y le dediqué mi mejor sonrisa.

-¿Y en qué pensabas? –preguntó rodeándome con sus musculosos brazos.

-Pensaba que todo lo que me está ocurriendo no puede ser real. –sonreí y me miró desconcertado, preguntando con la mirada. –Pensaba en este maravilloso verano, en ti y en Noah y Lucas. Sin vosotros, esto no sería igual. Cuando mis padres me dijeron que veníamos aquí a pasar el verano solos. No me esperaba nada de esto. No esperaba conocer a gente tan maravillosa como tú y como Noah. Ni que me lo pasaría tan increíblemente bien este verano.

-Guau, eres toda una poeta. –bromeó él. –No, en serio. Tienes toda la razón, este verano es especial para mí. Es completamente diferente a cualquier otro que haya vivido antes. Es una sensación extraña, pero me gusta.

-Sí, todo esto es genial. Gracias por todo, Will. Creo que nunca te podré lo podré compensar suficientemente.

-No me lo agradezcas, Juliette. Jamás había conocido a alguien tan increíblemente especial como tú. Me encantas. –acto seguido, me besó con cariño. Y yo, estaba en las nubes.

Estuvimos un rato allí, abrazados tranquilamente. Observando la preciosa puesta de sol. Creo que me relajé tanto que estaba a punto de dormirme pero entonces, Lucas empezó a chillar que fuéramos hacia allí. Querían cenar ya. Saqué los sándwiches que quedaban de mi bolsa, y las moras que había recogido. Por suerte, aún nos quedaba agua y Noah, llevaba manzanas en su bolsa. Así que no nos quedamos con hambre.
Nos tumbamos los cuatro alrededor de la hoguera que seguía ardiendo, ya había anochecido. Will se levantó de pronto y dijo que iba al coche a por una cosa. A los 5 minutos volvió con una guitarra en las manos.

-¿De dónde has sacado eso? –preguntó Noah mirando asombrada a Will.

-Es mía, la tenía guardada en el coche. He pensado que podríamos cantar algo. –dijo sentándose a mi lado. Me incorporé y besé su mejilla sonriéndole.

-No sabía que tocaras la guitarra. –añadió Lucas sorprendido.

-¿Alguien se sabe alguna canción? –preguntó Will mirándonos.

Cantamos varias canciones que nos gustaban. Yo propuse todas las de los anuncios de Estrella Damm, en cierto modo me recordaban mucho a este verano, aunque no estaba en ninguna isla paradisiaca. Cantamos también Summer Paradise, una que nos sabíamos todos y que nos encantaba. Will y yo éramos los únicos que sabíamos tocar la guitarra y nos íbamos turnando. Fue una noche perfecta. Cantábamos, reíamos y jugábamos a perseguirnos entre nosotros, ya que Lucas y Will nos querían tirar al agua. Me volvía a sentir como una niña de seis años corriendo sin parar y riendo a más no poder, con sus mejores amigos. Me gusta crecer y madurar pero tengo que admitir que estas cosas se echan de menos.

-¡Corre, Juli! –chilló Noah. -¡Huye! ¡A mí me han capturado!

-¿Qué? –dije sin enterarme de nada. De nuevo, me había perdido en mis pensamientos. Vi venir a Will corriendo hacia mí, con una sonrisa en la cara. Corrí todo lo que pude pero me atrapó, reí como una niña sin parar. – ¡Will! ¡Para!

-¡Nuuuuuunca! –chilló él sonriendo feliz. Corría hacia la pasarela del lago conmigo en brazos. Y caímos al agua. Estaba helada. Dios mío.

-¡Ah! ¿Por qué siempre termino tirada en el agua contra mi voluntad? –pregunté intentando parecer indignada.

-Porque te quiero muchísimo, y me gusta verte así de mojada. –dijo Will chinchándome. Le saqué la lengua como una niña pequeña y le besé como nunca antes. Me sentía inmensamente feliz. Todo esto era perfecto.

Estuvimos un buen rato haciéndonos ahogadillas entre los cuatro. Al final, salimos del agua porque empezábamos a tener frío y sueño. Me acerqué a Noah para proponerle un plan.

-Ya les vale a estos dos. Nos hemos empapado. –se quejó Noah riéndonos.

-Jajaja, y qué lo digas. ¿Te quieres vengar? Tengo un plan. –propuse riendo maléficamente.

-Vale, pero no hagas eso. Realmente, me asustas. –aceptó ella riéndose.

Le conté mi plan, que pondríamos en marcha en cuanto los chicos estuvieran dormidos, por supuesto. Nos sentamos los cuatro alrededor de la hoguera para secarnos un poco y cuando estuvimos más o menos secos, nos fuimos a dormir a las tiendas de campaña. Yo con Will, y Lucas con Noah. Nos tumbamos abrazados en el suelo de la tienda de campaña tapándonos con mantas. Estuvimos abrazados un buen rato, yo intentaba no dormirme y se puede decir que lo conseguí, aunque estaba bastante cansada. El día había sido realmente agotador. Comprobé que Will estaba completamente dormido. Sin duda, estaba dormido como un tronco. Salí al exterior de la cabaña, allí estaba Noah, mi compinche, esperando para ejecutar nuestro plan de venganza.

-¿Lista? –pregunté en un susurro.

-Sí, Lucas está completamente dormido, ¿Y Will?

-Como un tronco. Pongámonos en marcha.

-Espera, espera. –dijo Noah frenándome. – ¿No deberíamos tener nombre en clave? ¿Cómo por ejemplo “Tortuga” o “Águila”?

Solté una risita ante la tontería de mi amiga y negué con la cabeza.

-¿Por qué no, Juli? –preguntó con voz de niña pequeña. Me recordaba a mi hermano, eran el uno para el otro. –Puede ser de gran ayuda.

-Vale, vamos “Tortuga”. –bromeé yo caminando a paso rápido hacia el bosque.

-¡Eh! ¡Qué yo no he dicho que me quiera llamar “Tortuga”, Júlia! –se quejó alcanzándome por detrás.

-Sh, tú sigue gritando que se van a despertar, Noie.

Por fin, se calló y pudimos avanzar entre los árboles sin ser descubiertas. Mi plan era muy simple pero más que suficiente para vengarnos de los chicos cuando nos habían tirado al agua. Gracias a la linterna que tenía mi móvil pudimos ver entre los frondosos árboles. Guié a Noie hasta el lugar donde había encontrado aquellos bichos por la tarde. Llevaba un pequeño bote para meterlos, eran como una especie de arañitas o algo así. No creí que fueran venenosas. Noah también encontró la piel de una serpiente que había mudado. Volvimos a la tienda rápidamente, no soy una persona demasiado asustadiza pero de todos modos, la oscuridad no me había gustado jamás. Era una sensación desagradable. Noah no me soltó el brazo en todo el rato, decía que había visto en una película que, una chica, desaparecía de ésta forma, por lo que no quiso despegarse de mí. Regresamos rápidamente a las tiendas de campaña y entramos primero a la de mi hermano sin hacer ruido. Estaba en un profundo sueño así  que no tuvimos ningún problema. Soltamos unos cuantos bichos de esos por el cuerpo y el pelo de mi hermano. Yo sabía que los odiaba, me reí por dentro al ver la situación. Pero más me reiría cuando despertasen. Salimos de su tienda y entramos en la nuestra, hicimos lo mismo con Will y salimos al exterior. Noah y yo nos pusimos a chillar para que se despertasen.

-¡Ahhhh! –se oyó la voz de Lucas. – ¡Putos bichos! ¿Qué hace esto aquí?

Noah se retorcía de la risa en el suelo, mientras yo la miraba partiéndome también de risa. A los 5 segundos se volvieron a escuchar gritos, ésta vez eran de Will. Me reí aún más que antes y en menos de lo que canta un gallo, ya estaban los dos saliendo de las tiendas atemorizados por los bichos.

-¿Qué hacéis vosotras aquí? –preguntó Lucas mirándonos desconcertado. Nadie contestó, tan solo nos reíamos. Will también nos miraba sin entender nada. – ¿De qué os reís?

-Espera un momento, ¿habéis sido vosotras las que habéis puesto esos bichos en las tiendas? –preguntó Will asombrado.

-Efectivamente. –respondimos las dos sin para de reír.

-¡¿Qué?! ¿Por qué? ¿Cómo podéis ser tan malas? –gritó Lucas.

-Era nuestra venganza. –admitió Noah entre risas y asentí.

-¿Venganza? ¿Por qué? –volvió a preguntar Will.

-Por tirarnos al agua contra nuestra voluntad antes. –expresé mirándole con una sonrisa. Ellos habían estado serios toda la conversación pero de pronto, estallaron en carcajadas.

-Para que luego digan que las mujeres no sois vengativas… No que va. –rió Lucas.

Charlamos un rato más pero nos quedamos dormidos en la húmeda arena de la playa del lago. A la mañana siguiente desperté por los potentes rayos de sol. Para mi asombro, las tiendas estaban desmontadas y vi a Will y Lucas hablando con teléfono. Al rato volvieron y nos informaron de que habían llamado a una grúa para que nos rescatara el coche. Tras una hora o así, apareció un hombre con unas pinzas y consiguió poner en marcha la batería del coche. Así que, en dos horas, volvíamos a estar en casa.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Atención

He creado esta entrada para recomendaros un blog-novela de una amiga mía. Trata sobre One Direction, y creo que os va a gustar mucho. Todavía se está empezando a desarrollar la historia pero tiene muy buena pinta. Espero que os guste y muchas gracias por leer mi novela.

¡Muchos besos!

P.D.: En cuanto al tema del capítulo 15. Estoy trabajando en ello pero aún tardaré unos días en colgarlo. Últimamente no tengo nada de inspiración. Disculpad el retraso, espero tenerlo lo más pronto posible.
Aquí os dejo el link para que lo léais:

domingo, 16 de septiembre de 2012

Capítulo 14 Excursión al Lago Minnewaska.

Desperté un poco sobresaltada, había tenido una larga pesadilla. Me levanté de un salto y fui a buscar mi móvil, eran las 9.30 de la mañana. Recordé todo lo sucedido ayer, fueron muchas cosas. Después de haber tranquilizado a mi hermano, cené y me fui a dormir. Habíamos quedado en ir de excursión a un lago a pasar el día los cuatro: Noah, Will, Lucas y yo. Hice la cama y recogí mínimamente la habitación. Me vestí con ropa cómoda: unos pantalones cortos de chándal grises, una camiseta de tirantes blanca y mis Converse blancas. Nos íbamos a bañar en el lago así que me puse el bikini de topos azules y blancos debajo de la ropa. Desayuné mucho aquella mañana, quería estar preparada para la excursión. Desperté a Lucas, que como siempre, era el último. Mientras se vestía fui a preparar unos bocadillos para llevarnos. Guardé todo lo necesario en mi mochila y cuando salí al salón, vi que Lucas ya estaba vestido viendo la tele.

-¿Lista para la excursión, hermanita? –preguntó alegre.

-¡Menudo buen humor tienes hoy, eh! –exclamé sonriente. Asintió riéndose. –Por supuesto, yo estoy lista ¿y tú?

-¿Yo? Preparadísimo. Cuando quieras nos vamos. –repuso orgulloso.

-¿Si o qué? Entonces, supongo que habrás cogido la crema del sol, ¿no? Ya sabes qué te sueles achicharrar. –reí yo sentándome en el sofá a su lado.

-Pues claro que la he cogido, ¿dudabas de mí, hermanita? –dijo él. –Ahora vuelvo, voy a ir a por… al baño.

Se levantó del sofá y se fue. Reí para mí misma. Ai, mi hermano… Nunca cambiaría. Volvió a los 5 minutos con su cámara Nikon en las manos y se acercó al sofá dispuesto a sentarse de nuevo. Rebuscaba por su mochila inquietamente. Solté una carcajada y me miró con cara de sorpresa.

-¿Y tú de qué te ríes, petarda? –preguntó alzando una ceja.

-De ti. –reí yo. Saqué de mi mochila la crema solar y se la enseñé. – ¿Buscabas esto?

-¿Qué? Eh, no. Para nada. –mintió él. Yo seguía riéndome de sus mentiras. – ¿Qué haces tú con mi crema solar?

-Eres tan mentiroso como despistado, hermanito. –dije riéndome. Me miró mal fingiendo estar enfadado y le di el bote. –Anda, toma. Despistado, que eres un despistado.

Se burló sacándome la lengua y nos reímos los dos. Justo en ese momento picaron al timbre y bajamos a abrir. Era Will. Salimos del portal y corrí a abrazarle. Abrió los brazos agarrándome mientras me levantaba y me daba vueltas.

-Hola, preciosa. ¿Lista? –saludó Will con una de sus perfectas sonrisas. Asentí devolviéndole la sonrisa y mi hermano carraspeó.

-Hola, chicos. Estoy aquí, ¿eh? –ironizó él.

-Ya lo sabemos, Lucas. –bromeé pero pareció tomárselo en serio. –Sólo que no nos importa.

Will asintió y mi hermano nos miró mal cruzándose de brazos. Soltamos una leve carcajada y fuimos a abrazarle pero se apartó.

-No seas tonto, Lucas. Sí te queremos mucho. –dijo Will y asentí. Sonrió levemente y abrió los brazos para que le abrazásemos pero, de pronto nos pellizcó.

-Auuu. –gritamos Will y yo a unísono.

-¿Por qué nos pellizcas? –pregunté frotándome la zona donde me había pellizcado.

-Porque os la debía. –sonrió maléficamente.

-Ya te la devolveré… –dije en un susurro.

-¿Decías algo, Juli? –preguntó mi hermano aún con esa sonrisa.

-Nada, nada…

-Bueno, ¿vamos a por Noah? –preguntó de repente Will.

-¡Sí! –exclamó Lucas con la misma alegría que tiene un niño cuando le regalan un juguete nuevo.

Nos reímos de su entusiasmo y fuimos hacia el coche. Will condujo hasta la mansión de Noah guiado por mi hermano, que parecía conocerse la ciudad como si hubiese vivido allí toda la vida. A pesar de haber ido antes a la mansión de mi amiga, seguía sorprendiéndome su esplendor. Lucas se bajó del coche y fue a picar al timbre mientras Will y yo aguardábamos en el coche. Al poco rato aparecieron mi hermano y su novia y subieron al coche. Íbamos Will conduciendo y yo en el asiento del copiloto. Y mi hermano y Noah detrás. Después de saludarnos, Will arrancó el coche y nos dirigimos hacia el Lago Minnewaska. Tras unas horas de camino, al fin llegamos. Aparcamos el coche en un buen sitio y salimos. Cuando salí del coche una bofetada de calor golpeó mi cara después de haber estado tanto rato con el aire acondicionado encendido. Cogimos las mochilas donde llevábamos todo lo necesario para pasar allí el día. Me quedé maravillada ante aquel paisaje, era increíblemente precioso. Un enorme lago rodeado de bosque y más bosque. Parecía interminable. No pude evitar expresar mi admiración.

-¿Es bonito, verdad? –preguntó Will al ver mi reacción. Sacudí la cabeza y le miré.

-¿Bonito? Esto es precioso. Jamás había visto algo tan bello. –expresé.

-Suelo venir aquí todos los años. Me encanta este lugar. –explicó Will.

Comenzamos a caminar, rodeando todo el lago. La verdad es que había varios quilómetros pero era tan bonito que no importaba. Se respiraba aire puro. Plena naturaleza. Durante el camino fui hablando con Noah la mayor parte del tiempo, mientras los chicos iban por detrás buscando bichos.

-¿Habías estado aquí antes, Noie? –pregunté a mi amiga.

-No, la verdad es que no. No suelo salir de la ciudad. Y es una pena porque todo esto es precioso. En realidad, me encanta la naturaleza. –me contó ella un poco apenada.

-Oh, vaya… ¿Tus padres no te solían llevar a ningún lugar parecido a este? –pregunté curiosa. -En este país hay millones de parques naturales y todo eso.

-Mis padres siempre andan ocupados trabajando, Juli. Cuando era pequeña nos llevaron una vez a un camping a mis hermanas y a mí pero, normalmente no íbamos.

-¿Y qué hacías durante todo el verano? ¿Te quedabas en la ciudad?

-En realidad, no. Pasábamos las primeras semanas en casa y cuando mis padres tenían vacaciones viajábamos a distintas ciudades del país o a otros países. Todo esto fue hasta que tuve 14 o 15 años. A partir de esa edad, me dejaban sola en casa los veranos o iba a Carolina del Sur con unas amigas a una casa en la playa.

-Tienes mucha suerte, Noie. –dije mostrándole mi sonrisa.

-Tengo suerte de haberos conocido, Juli. A ti y a tu hermano, y a Will también. Eres la mejor amiga que jamás había tenido, en serio. –se sinceró ella. Le abracé fuertemente. Era tan buena. Me encantaba esta chica, sobre todo para mi hermano.

-No puedo decir menos, cariño. Este verano no sería lo mismo sin vosotros. Me alegro muchísimo de que nos hayamos conocido. –respondí sonriéndole.

El resto del trayecto fuimos hablando mientras los chicos intentaban, sin éxito, asustarnos con los bichos que cazaban.

-Hombres… Como son. –suspiró Noah después de que Lucas intentara ponerle una especie de cucaracha en el hombro por quinta vez.

-Y que lo digas, Noah. –afirmé yo riéndome.

Tardamos una hora y pico en rodear todo el lago. Pero el paisaje hacía que el paseíto mereciera la pena. Había una pequeña playita en el lago con una especie de pasarela. Estaba lleno de familias con niños pequeños bañándose en el lago y disfrutando del verano. Escogimos un lugar un poco apartado de la gente para poner nuestras cosas. Noah y yo nos tumbamos a tomar el sol. No había ni una sola nube en el cielo, estaba completamente despejado. El sol brillaba potentemente, por lo que hacía muchísima calor. Me había traído un libro que hacía tiempo que no leía y quería retomar la lectura. Se llamaba Bajo la misma estrella, trataba de una adolescente con cáncer que tiene una visión peculiar de ver las cosas. Y bueno, a esta chica le van sucediendo distintas cosas durante el libro. Empecé a leerlo, llevaba unos 9 o 10 capítulos leídos. Me había sumergido en las palabras por lo que no vi venir a Will. Se puso encima de mí estando empapado de pies a cabeza. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando su mojada piel hizo contacto con la mía. No sabía si era porque era él o porque estaba frío.

-¡Quita de encima, Will! –chillé pero no me hizo caso. Él seguía tumbado sobre mí como si nada. –Venga, quita. Me estás aplastando todos los huesos posibles.

-Me quitaré  con una condición. –repuso seguro de sí mismo.

-¿Una condición? ¿Cuál? –pregunté intrigada.

-A cambio de que dejes ese libro y corras hacia el lago para bañarte conmigo.

-¿Qué? No, Will. El agua debe de estar helada. –dije nerviosa.

-En ese caso, me quedaré aquí. Por mí no hay ningún problema.

-Vale, iré pero no me salpiques agua. –acepté a regañadientes.

Se levantó con una sonrisa satisfecha en su cara y me tendió la mano para levantarme. La tomé y fuimos de la mano hasta la pasarela desde donde la gente se tiraba al agua. Allí estaban Lucas y Noah jugando a tirarse mutuamente. El agua tenía pinta de estar congelada. Will me miró preguntando con la mirada y negué con la cabeza. De repente, me cogió en brazos mientras yo pataleaba, se iba acercando cada vez más al borde de la pasarela, dispuesto a tirarnos.

-Lo prometido es deuda, cariño. –eso fue lo último que dijo antes de que nos zambulléramos en la fría agua del lago.

Se te paraba la circulación con esa agua tan fría pero a la vez era tan relajante. Hacía que se te olvidase todo. Caí en la cuenta de que aún estaba agarrada a mi novio. No me había soltado desde que nos había tirado al agua. Estuvimos el resto de la mañana y parte de la tarde en aquella pequeña playita del lago. Jugando los cuatro juntos y riéndonos sin parar. Cuando ya eran las 7 o así decidimos que debíamos irnos ya porque estaba empezando a oscurecer y había varias horas de regreso a casa. Subimos al coche y cuando Will lo arrancó, el coche hizo un extraño sonido y no se puso en marcha. Siguió intentándolo un par de veces más pero no lo consiguió. Genial, el coche no funcionaba.

-¿Qué ocurre, tío? –preguntó mi hermano confundido a Will desde el asiento de atrás.

-El coche no arranca. –explico Will abriendo la puerta y saliendo fuera. Le seguimos los tres. Abrió el capó del coche examinando qué podía haber fallado. –Se ha quedado sin batería. Está completamente descargado.

-Mierda, ¿y ahora qué hacemos? –pregunté nerviosa. –No hay nadie que nos pueda ayudar, ya se ha ido todo el mundo.

-¿Y si probamos a llamar a la grúa? –propuso Noah sacando el móvil. Asentimos los tres mientras sacaba el móvil y lo miraba detenidamente. –Genial, aquí no hay cobertura.

-Pues, tendremos que pasar aquí la noche, chicos. –dijo mi hermano cruzándose de hombros.

-¿Cómo? –gritamos Noah y yo a la vez sorprendidas. –Pero si no hay sitio suficiente en el coche.

-Lo que habéis oído, chicas. No os preocupéis por eso. Tengo unas tiendas de campaña en el maletero del coche. Tendremos que acampar aquí.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Capítulo 13 Charlas que ayudan.

-Bueno, Juli, la película ha terminado. –dijo Will acariciándome el pelo. Yo asentí esbozando una pequeña sonrisa. – ¿Necesitas algo?

-No, Will. Gracias. –respondí mirándole agradecida. Era tan tierno y tan cuidadoso pero tenía miedo a perderle. ¿Qué pasaría cuando terminara el verano? Me quedaba un mes escaso en Nueva York pero yo no quería irme. Aun así, en septiembre comenzaría la Universidad en Barcelona. No, Júlia. No pienses en eso. Aún te queda un mes, eso es mucho tiempo. No pienses en el futuro, disfruta el presente.

-Juliette, Juliette. –dijo Will agitándome. -¿Me has escuchado?

-¿Qué? Eh, Will lo siento estaba… -me excusé yo.

-En tu mundo. –rió él. –Es increíble cómo puedes llegar a sumergirte en tus pensamientos.

-No te rías, malo. Perdona, ¿qué decías? –contesté sonriéndole. Su expresión se volvió seria.

-Decía que si… si, ¿necesitas hablar? –preguntó al fin suspirando. –Es bueno hablarlo, ¿sabes? Te sentirás mucho mejor, créeme.

-Lo sé, Will. Pero de verdad, que no hace falta. –insistí yo.

-Oh, venga. Te prometo que te sentirás mucho mejor. Cómo si te quitases un peso de encima. –siguió él.

-Está bien. –suspiré yo y él sonrió. Comenzó a hacerme preguntas y yo le explicaba lo que sabía.

Es cierto, te sientes mejor cuando lo hablas con alguien y te desahogas. Le conté todo lo que sabía sobre el divorcio, él asentía y me daba su opinión. Opinábamos igual, que era una absoluta mierda pero no se podía hacer nada. Aun así, él no entendía que sentía yo en mi interior. ¿La respuesta? Pues, me sentía francamente mal. Había una mezcla de dolor y culpabilidad. El dolor se debía a que eran las dos personas que más quería en este mundo y saber que estaban mal me hacía sentir aún peor. Y, bueno, lo de la culpabilidad era distinto. Era una sensación extraña y bastante desagradable, me sentía muy culpable por no haber estado allí. Por alguna razón, una parte de mí decía que seguramente no era culpa mía que se divorciaran pero la otra parte, decía de algún modo que sí. Que debería haber estado más con ellos intentando que no peleasen. Pero, ahora ya era demasiado tarde. ¿Qué podía hacer?

-Juliette, creo que no has terminado de contármelo todo. –dijo de repente Will haciendo de nuevo que volviera a la realidad.

-Ya te lo he explicado todo, Will. –respondí firme.

-Yo creo que no. Me has explicado que sabes y cómo te sientes pero sé que aún hay algo que no me has explicado. –insistió él mientras yo negaba con la cabeza pero de repente, caí en la cuenta de que tenía razón. No le había contado lo que más me inquietaba y desconcertaba de todo. Me miró con expresión seria, suspiré decidida a hablar. -¿Y bien?

-Verás, ya te he explicado que me siento mal y todo eso. –asintió indicándome que continuara. –Pues, también siento que tengo parte de culpa.

Me miró y me abrazó. Era uno de esos abrazos que te da un mejor amigo para que te sientas mejor, sólo que él no era mi mejor amigo. Él era mucho más que eso. Se separó y me miró fijamente a los ojos. Comencé a hablar pero me interrumpió.

-Espera, Júlia. Antes de que empieces a hablar te quiero decir algo. Presta atención. –dijo firmemente. –Muchos, muchísimos, incluso te diría que la mayoría de los hijos que ven como sus padres se separan sienten que tienen la culpa, que ellos son la razón. Pero no siempre es cierto, Juli. Los hijos comienzan a reconcomerse pensando el motivo por el que se separan, el motivo por el que ya no se quieren más, creyendo que son ellos. Pero permíteme que te diga que no lo son.

-Will…Yo. –dije emocionada por sus palabras dispuesta a hablar.

-Déjame terminar, por favor, Juli. –asentí y él continuó hablando con sus sabias palabras. –Sé que ahora mismo una parte de ti cree que es culpa tuya que se separen, que TÚ eres el motivo. Pero también, sé que hay otra parte que te dice que no, que la culpa no fue tuya. Pues, deja que te diga que en este caso, estoy segurísimo de que debes hacer caso a la parte que te dice que no es tu culpa.

-Pero, Will. ¿Cómo puedes tú saber si fui yo el motivo o no? –pregunté impresionada por sus palabras.

-Pues, porqué tú misma me has dicho que nunca oíste a tus padres pelearse de verdad. Que tan sólo eran discusiones tontas en las que terminaban perdonándose. –explicó él. Con esto entendí todo lo que me había dicho antes. –Si con esto sigues sin creerlo, Juli. Sal de dudas.

-¿Salir de dudas? Y, ¿cómo lo hago? –pregunté de nuevo.

-Llama a tu madre y sal de dudas, Juliette. Yo creo que será lo mejor. –concluyó él esbozando una sonrisa torcida. Asentí devolviéndole una pequeña sonrisa.

Me levanté del sofá dejando allí a Will sentado, esperando. Pasé por la habitación de Lucas antes de llegar a la mía, luego intentaría hablar con él. Entré en mi habitación y armándome de valor cogí mi móvil y marqué el número de mi madre. No tenía ni idea de que hora podía ser ahora en España, pero me daba igual. Necesitaba hablar con ella ahora.

-¿Juli? –dijo la dulce voz de mi madre aunque ahora sonaba como apagada y triste.

-Mamá, necesito que hablemos. –dije a punto de volver a llorar.

-¿Has leído la carta, verdad cielo? –asentí con la cabeza pero ella no podía verme. –Supongo que el silencio significa que sí. Primero de todo, Júlia, quiero que sepas que esto es un problema de tu padre y mío, y que no soporto que tengáis que pasarlo mal por nuestra culpa.

-Pero, mamá. También es asunto de Lucas y de mí.

-Hija, no. No quiero que os sintáis mal, ¿vale? Vosotros no tenéis la culpa de absolutamente nada. Nada. Así que por favor, no os preocupéis.

-¿Cómo quieres que no me preocupe? –grité furiosa. Oí como mamá suspiraba a través del teléfono.

-Lo entiendo, cariño. Escucha lo que te voy a decir y déjame terminar, por favor. Luego podrás decirme lo que me tengas que decir.

-De acuerdo. –acepté suspirando. Estaba dispuesta a oír lo que mi madre me quería decir.

-Júlia, tu padre y yo hemos tenido problemas y como personas adultas que somos hemos decidido que ya no queremos estar más juntos. Yo le quiero pero no siento lo mismo que antes. De todos modos, te repito que esto es problema nuestro. Ahora que sabes esto, me tienes que prometer una cosa. –explicó ella.

-¿Qué cosa? –pregunté casi con un hilo de voz.

-Prométeme que no vas a pensar más en esto y que vas a disfrutar de tus vacaciones. No lo hagas por mí, Júlia, hazlo por ti. Me tienes que prometer que no te vas a quedar estancada, que vas a salir con tus amigos, con tu novio y con Lucas y que vas a disfrutar de tu vida.

-Mamá…

-Nada hija, promételo, por favor.

-Te-te lo prometo. –dije al fin. Ella tenía razón, tenía que seguir con mi vida.

-Y no dejes que tu hermano haga estupideces, por favor. –terminó ella.

-Tranquila, mamá. No dejaré que le pase nada.

-Estoy muy orgullosa de ti, hija. Yo sólo quiero que seas feliz. Te quiero muchísimo. Adiós, mi niña. –dijo ella intentando que su voz sonase más dulce pero estaba quebrada.

-Yo también te quiero muchísimo, mamá. –sollocé a través del teléfono. Noté como sonreía. Mi madre, a pesar de todo, era una mujer fuerte. Increíblemente fuerte.

-Te llamaré pronto, hija.

Dicho esto colgó el teléfono sin que pudiera decir nada más. Suspiré y lo dejé sobre la mesita de noche de mi habitación. Le había prometido a mi madre que sería feliz y que no me preocuparía más a pesar de todo. Y decidí hacer eso. Sonreí para mí misma y salí al salón donde Will me esperaba sentado en el sofá. Se giró al verme entrar y corrió a abrazarme.

-¿Estás bien, Juliette? –preguntó Will al separarse de mí. Le respondí con una gran y sincera sonrisa mientras asentía.

-Creo que debería hablar con mi hermano. Él no estaba demasiado bien, Will. –dije yo mirándole a los ojos. – ¿Tú qué crees?

-¿Yo? Bueno, yo creo que sería lo mejor. –afirmó sinceramente. –Te necesita ahora, Juli. Tú eres su hermana.

-Lo sé, Will. Voy a hablar con él. –respondí decidida. Le di un beso en la mejilla y me dirigí hacia la habitación de mi hermano.

Suspiré y piqué a la puerta. Nadie contestó por lo que me tomé la libertad de entrar. Abrí la puerta lentamente y lo vi allí, tumbado bocabajo en la cama bajo las sábanas; tal y como estaba yo hacía unas horas. Me acerqué a él despacio y me senté en su cama. Acaricié suavemente su pelo castaño.

-Lucas, ¿cómo te encuentras? –pregunté yo aunque la respuesta era obvia.

-¿Tú qué crees? Pues mal, Juli, mal. –contestó él aún sin mirarme, tumbado bocabajo.

-Sé que estás mal y que todo esto es difícil pero no te puedes quedar tumbado en esta cama para siempre.

-Eso lo dices tú, Júlia. Déjame tranquilo. –respondió bastante borde y alterado.

-Venga, Lucas. Sólo te quiero ayudar, no es necesario que te pongas así. –insistí intentando no picarme con él. Entendía su rabia.

-¿Es que acaso a ti no te importan mamá y papá? ¿No te importa que todo se vaya a la mierda? ¿Cómo puedes estar tan tranquila? –gritó furioso girándose por fin. Me hacía rabiar pero intenté calmarme por el bien de todos.

-No seas crío, Lucas. ¡Claro que me importan mamá y papá! ¿De verdad crees que no? Hace menos de dos horas yo estaba como tú, ¿sabes? Pero me han ayudado, y me he dado cuenta de que no nos podemos hundir. ¡No! –exclamé nerviosa. Me miró con los ojos llorosos sin saber qué decir. Suspiró lentamente.

-No hace falta que me ayudes, Júlia. No soy un niño pequeño. No te necesito. –contraatacó él de nuevo.

-¿Ah no? Pues te estás comportando como tal. Y sabes perfectamente sí que me necesitas. ¿Por qué te empeñas en que no sea así? –dije alterada. Me sacaba de mis casillas con todo lo que decía pero de repente, recordé lo que mamá había hecho. Cuando estábamos hablando me puse como una furia y se lo eché todo en cara pero ella no mostró una actitud agresiva. Intentó tranquilizarme y no se enfadó. Intenté hacer lo mismo que ella.

-Déjame tranquilo, de verdad. No te necesito ahora. –dijo él.

-Oh, vamos, Lucas. Por favor, escúchame. Perdona por haberte gritado pero me estaba poniendo nerviosa. –me disculpé sincera. Sabía que si me disculpaba, él haría lo mismo. Mi hermano era muy orgulloso pero si te disculpas se ablandaba.

-Lo siento, Júlia. Te escucho. –contestó él con lágrimas en los ojos. Le abracé durante un rato fuertemente. Mientras él seguía sollozando. Hasta que nos separamos.

-He hablado antes con mamá, Lucas. Me ha dicho que no tenemos que preocuparnos por ellos... Espera, sé lo que vas a decir pero primero déjame terminar, por favor. –expliqué yo. –Ha dicho que ella y papá han decidido divorciarse porque tenían muchos problemas, que se quieren pero no de la misma manera que antes. ¿Entiendes? –asintió cabizbajo. –Puede que hayas pensado que es tu culpa pero, Lucas…

-¿Cómo lo sabes? –interrumpió él alzando el rostro y mirándome a los ojos.

-Porque yo he sentido lo mismo antes. Me he sentido la razón por la que se han separado pero Lucas, no es cierto. No es nuestra culpa y lo tenemos que entender. –expliqué un poco avergonzada.

Asintió un poco inquieto y se levantó. Le seguí con la mirada. Se apoyó en la ventana de su cuarto y miró fijamente al nublado cielo que hoy había en Nueva York.

-¿Mamá te ha dicho algo más? –preguntó aun mirando el cielo. Se giró hacia mí y asentí. – ¿Qué te ha dicho?

-Me ha hecho prometerle que no nos vamos a hundir por esto que les ha pasado y que vamos a seguir con nuestras vidas. Que vamos a disfrutar de nuestro verano. Por eso estoy aquí. También me ha dicho que no permita que hagas estupideces, así que ya sabes, Lucas. ¿Me prometes que vas a sonreír y que vas a dejar de pensar en todo esto? ¿Me prometes que vas a hacer caso a lo que nos ha dicho mamá?

Asintió de nuevo y sonreímos. Le abracé fuertemente.

-Te quiero mucho, hermanito.

-Te quiero mucho, pequeña.