martes, 31 de julio de 2012

Capítulo 8 Confesión

Me froté los ojos pensando que todo era una alucinación, pero no, al volver a abrirlos él seguía ahí. Mil preguntas aparecieron de golpe en mi cabeza y se perdían al momento, pero había una pregunta que permanecía ahí y Will estaba a punto de contestarla.

-Ejem, ¿Cómo has entrado? –pregunté aclarándome la garganta.

-Pues escalando. –le miré sorprendida, cada día me sorprendía más. –Vives en un tercera planta, no es tan difícil, jeje. Pero yo venía hablarte de-de unas cosas que, bueno, hace días que te quiero decir.

Me quedé callada, esperando a que me dijese lo que me tenía que decir. Quizá pensaréis que soy tonta pero en esos momentos no tenía ni idea de lo que me iba a decir. Fueron unos segundos de silencio incómodo que a mí me parecieron siglos, pero al fin, Will sonrió y continuó:

-Han pasado muchos días ya desde que nos conocimos y te quería decir que me lo paso genial contigo, cada día mejor que el anterior. Y eso es todo. –explicó no muy convencido. Me quedé paralizada aunque no sé porque yo ya sabía que no me tendría que haber hecho ilusiones. A mí Will me gustaba pero está claro que él no sentía lo mismo.

-¿Y eso es todo? –solté con un hilo de voz. Me aclaré la garganta y Will se quedó mirando al suelo. Me sentía mal, fatal. No le gustaba pero yo me había enamorado como una tonta.
Will, que tenía la cabeza gacha, tragó saliva y se aclaró la garganta. Mis ojos se humedecieron, estaba a punto de romper a llorar pero de pronto, levantó la cabeza y me miró fijamente a los ojos.

-No, eso no es todo. –dijo nervioso. -¡Me gustas, Júlia! Me gustas desde el día que te conocí.
Me quedé sin habla, no podía creer lo que acababa de oír. Quería decirle que sí, que él a mí también, quería gritar que estaba enamorada de él. Pero la emoción me lo impedía; sentía una mezcla de felicidad y de nervios.

-Por favor, di algo. No aguanto estos silencios, son incómodos. –continuó él mirando al suelo y luego de nuevo volviéndome a mirar a los ojos.
Me acerqué a él lentamente, y cuando estábamos a escasos centímetros, le dije:

-Y tú a mí Will.

Will se acercó más a mí, y nos fundimos en un largo beso; un dulce y suave beso. Nos tumbamos en mi cama y nos seguimos besando un largo rato. Apoyé mi cabeza en  su pecho y nos quedamos así toda la noche, mientras él me acariciaba el pelo y de vez en cuando me susurraba cosas bonitas al oído. Me quedé dormida rápidamente, me sentía muy a gusto con Will.

-Buenos días princesa. –me despertó Will dándome un suave beso en los labios. Sonreí instintivamente y fui abriendo poco a poco los ojos.

-Buenos días Will. –contesté con voz ronca mañanera. – ¿Quieres desayunar?

-Sí, me muero de hambre. –rió mi novio. Espera, ¿había dicho mi novio? Sonaba muy bien, MI NOVIO, repetí en mi mente. Aunque, en realidad, aún no habíamos dejado claro que éramos, y eso me desconcertaba un poco.

Fuimos a la cocina a desayunar, y cuando llegamos vi una nota en la mesa. Era la letra de mi hermano. La cogí y la leí:

He ido al hospital a ver cómo estaba Noah y su familia. No volveré hasta esta noche. Nos vemos luego Júlia.
Besos,
Lucas xx

-¿Ocurre algo Juli? –me preguntó Will.

-Eh, no. Nada. Lucas se ha ido al hospital a visitar a una amiga, a Noah. –contesté dedicándole mi mejor sonrisa.

-¿Noah? ¿Le ha pasado algo?

-No, a ella no. A su hermana, tuvo un accidente la noche de la fiesta. –expliqué apenada, él asintió. – ¿Qué quieres desayunar?

-Mmm… ¿Qué tal tortitas?

-¡Vale! –acepté dando saltitos.

Se rió y buscamos los ingredientes en la despensa de la cocina. Cogí el libro de recetas y empecé a ojearlo, buscando la receta de las tortitas.

-Oye Will. ¿Tú sabes hacer tortitas, verdad? –pregunté esperanzada.

-Jaja, pues claro. Soy estadounidense Júlia. –afirmó riéndose.

-Pues me alegro porque yo no tengo ni idea. –admití sonriendo.

-No te preocupes, yo te enseño.

Estuvimos un buen rato haciendo tortitas. Mejor dicho, Will las hizo. Se esforzó mucho por enseñare pero yo soy un caso perdido en esto de cocinar. Les echamos nata y sirope de chocolate por encima. Estaban buenísimas.

-Mmm… Eres un buen cocinero. –reí masticando un trozo de mi tortita.

-Jaja, lo sé. –dijo con tono de burla.

-Creído. –bromeé sonriente. Se echó el pelo hacia atrás y dijo bromeando:

-Lo sé. –soltamos una fuerte carcajada y el añadió sonriendo. –En serio, mi padre es cocinero. Tiene su propio restaurante en San Diego.

Charlamos durante un rato sobre nuestras familias, aún había millones de cosas sobre nosotros mismo que no nos habíamos contado y era interesante ir descubriéndolas poco a poco. Terminamos el desayuno y lo limpiamos todo. Will me dijo que tenía pensada una sorpresa para mí y quedamos en que en una hora vendría a recogerme. Él se fue a su casa a ducharse y cambiarse de ropa. Y yo hice lo mismo, anoche me había quedado dormida con la ropa puesta del día anterior. Me di una ducha refrescante de diez minutos y me fui a vestir. No tenía ni idea de que íbamos a hacer así que no sabía qué ponerme. De pronto recibí un mensaje en el móvil de Will:

Se me olvidaba, Juliette. Ponte un bañador debajo de la ropa. La toalla no te hará falta.
Te quiero guapa
Will xx

Quizá iríamos a la playa o a alguna piscina. Me puse un bikini azul claro con topos blancos y encima una camiseta blanca de tirantes holgada, unos shorts vaqueros rotos y mis bambas Converse blancas. Cogí una mochilita marrón pequeña y metí el móvil, la cartera, las llaves y mi cámara de fotos. Fui al baño y me hice una trenza de espiga al lado. Aún quedaban diez minutos así que me senté en el sofá a esperar viendo la tele. Llamaron al timbre, Will estaba esperando en el portal con el coche aparcado en la acera de enfrente. Cogí mi pequeña mochila, salí de casa y bajé las escaleras a toda prisa. Abrí el portal y ahí estaba él, mirando hacia su coche.

jueves, 26 de julio de 2012

Capítulo 7 Lucas y yo

Entré en casa aún con una sonrisa en mi rostro y cuando llegué vi a Lucas tumbado en el sofá con una manta encima y viendo una película. Me acerqué a él y me puse en cuclillas frente a mi hermano. Le di un beso en la frente y noté que aún estaba caliente.

-¿Cómo te encuentras Lucas? –pregunté con voz dulce.

-Ejem, bien. –tosió él. – ¿Qué tal lo habéis pasado?

-¡Muy bien! Tienes que verlo, te encantará. –dije con ilusión. –Creo que aún tienes fiebre. ¿Qué has estado haciendo?

-Me alegro…Pues no mucho, he estado durmiendo un buen rato y luego me he tumbado a ver una película. –explicó cansado.

-¿Has comido algo en todo el día? –pregunté seriamente.

-Em… sí. –mintió él.

-Lucas… No me mientas, sabes perfectamente que tienes que comer. –le espeté. –Ahora mismo voy a la cocina y te preparo sopa de pollo.

-No, Júlia, no quiero comer. No tengo hambre. –me contestó. –Gracias pero no quiero nada sólo que me dejen dormir tranquilo.

-Me da igual Lucas. Tienes que comer. –dije zanjando la conversación y dirigiéndome a la cocina.

Le preparé la sopa a mi hermano y se la llevé al sofá, donde seguía tumbado con los ojos medio cerrados viendo la película que echaban por la televisión.

-Oye Lucas, ¿No tienes nada que contarme? –le pregunté dándole el plato de sopa. -¿Qué pasó anoche en la fiesta? Llegaste a las 4 de la madrugada.

-Ejem, gracias Júlia. –dijo aceptando al fin comer. –Bueno es una historia un poco larga.

-Tengo tiempo Lucas. –respondí muy seria. Me daba miedo lo que le hubiera pasado.

-Bien…Pues verás, Will y tú os fuisteis sobre las 2 de la madrugada o así pero Noah y yo quisimos quedarnos a bailar un rato más. Todo iba perfecto pero de repente me empezó a doler el estómago, y era debido al Gin Tonic, no me había sentado muy bien. Así que fui al baño y Noah se quedó en la pista de baile. Volví a los 5 minutos o así pero no veía a Noah por ningún lugar. Empecé a preguntar y unas chicas me dijeron que había entrado al baño. La encontré allí, estaba llorando y me explicó que le acababa de llamar su madre; su hermana tuvo un accidente. Y la llevé al hospital, por eso llegué tan tarde. –explicó con lágrimas en los ojos.

-Pobre Noah, ¿Sigue en el hospital? –pregunté apenada. Noah debía de estar destrozada.

-Sí, la he llamado antes y le he dicho que no he podido ir porqué me encuentro mal pero le he prometido que la iremos a ver dentro de unos días.

-De acuerdo Lucas. –dije zanjando el tema y abrazándole fuertemente. –Cuando te encuentres mejor le haremos una visita.

-Gracias Júlia. –agradeció él secándose las lágrimas y volviendo a sonreír. -¿Vemos una peli? La que estaban dando acaba de terminar.

-Por supuesto. –contesté devolviéndole una sonrisa. – ¿Cuál quieres ver? ¿Comedia, terror, drama…?

-Ejem, ¿Qué tal una de Harry Potter? –propuso Lucas.

-¡Vale! Pon la tercera por fa, es mi favorita. –dije con ilusión.

-Ok, yo pongo la peli y tú haces las palomitas. –contestó él levantándose del sofá y yendo a su habitación a por la película.

Nos sentamos en el sofá, cogimos mantas y zumo de melocotón, y vimos la película tranquilamente. Tras dos horas y poco más nos levantamos del sofá y nos fuimos a dormir. Me costó mucho dormirme y apuesto a que a Lucas le pasó lo mismo. Estaba muy preocupada por Noah, quería ir a verla lo antes posible.

Al día siguiente me levanté más tarde de lo normal y fui a ver como estaba Lucas, seguía sintiéndose mal y me daba pena dejarle solo en casa otra vez. Estaba yendo a desayunar cuando empezó a sonar What Makes You Beautiful de One Direction, sonaba mi móvil. One Direction era mi grupo musical favorito aparte de Maroon 5. Bueno, el caso es que Will me estaba llamando:

-¿Diga? –dije yo.

-Hola Júlia, soy Will. Perdóname pero hoy no puedo llevarte a ningún sitio, mis padres y mi hermana llegan des de San Diego y tengo que ir a buscarlos al aeropuerto. Lo siento muchísimo, de verdad. –expresó él sincero.

-No te preocupes, Will. No importa, te iba a llamar para decirte que mi hermano no se encuentra aún bien y me voy a quedar todo el  día con él.

-Ok, que se mejore. Ya te llamaré y quedamos Juliette.

-Jeje, vale. ¡Adiós! Besos. –dije colgando el teléfono.

Colgué el teléfono y me dirigí de vuelta a la cocina para desayunar. Desayuné dándole vueltas aún al tema de Noah, pensando en Will y en mi hermano. Pensé que me había venido bien que Will no pudiese hacer de guía hoy, así podría pasar el día a solas con Lucas. Estaba pensando en que podríamos hacer este día cuando mis pensamientos fueron interrumpidos por mi hermano:

-¿Estás bien Júlia? –preguntó mi hermano cogiendo una tostada con mermelada del plato.

-Eh...sí, por supuesto. ¿Por qué no iba a estarlo? –contesté mientras se desvanecían mis pensamientos.

-No sé, tenías la mirada cómo…perdida. –explicó él engullendo su tostada.

-Sólo estaba pensando. –dije seriamente. – ¿Te encuentras mejor?

-Ejem, sí. Ya estoy mejor pero prefiero quedarme hoy en casa. ¿Tú qué tienes pensado hacer hoy Julii? ¿Has quedado con tu “novio”? –preguntó con mirada pícara.

-Primero, no he quedado con Will; su familia llegaba hoy des de San Diego y tenía que ir a recogerlos al aeropuerto. Segundo, él no es mi novio, Lucas. –repuse aún con tono serio.

-Vale, vale. No te enfades J. –contestó mi hermano. –Si no has quedado con Will, ¿Qué vas a hacer hoy?

-Pues había pensado en quedarme contigo hoy pero si no quieres me iré a dar una vuelta. –le expliqué esbozando una pequeña sonrisa.

-Quédate conmigo, por fa, por fa... –suplicó él poniendo cara de cachorrito.

-Jaja, deja de hacer ya el tonto. –dije dándole una colleja en la nuca y suspirando. –De acuerdo, me quedaré contigo.

-¡Yupi! –exclamó Lucas con tono infantil dando saltitos. –Voy a ducharme.

Lucas se levantó de la mesa y se dirigió al cuarto de baño. Recogí los platos del desayuno y esperé a que mi hermano saliera de la ducha para yo poder entrar. Me duché y me fui hacia mi habitación para vestirme. Nos íbamos a quedar todo el día en casa así que me puse cómoda. Escogí unos pantalones de chándal cortos grises, una camiseta de tirantes rosa claro y unos calcetines largos de rayas blancas y grises para estar por casa. Me dejé el pelo suelto, con sus ondas naturales e hice mi cama. Terminé de recoger mi habitación y me tumbé en el sofá, esperando a que mi hermano saliera de su habitación. Lucas apareció al poco rato vestido también con un chándal gris, parecido al mío. Me incorporé en el sofá dejando espacio a mi hermano para que se sentase. Lucas encendió la tele y nos pusimos a ver unos dibujos animados que daban cuando éramos pequeños. Estuvimos viéndola un rato hasta que Lucas se cansó de escucharla en inglés, cogió el mando de la tele y comenzó a tocar botones hasta que consiguió poner el audio en castellano. El día transcurrió lentamente, pasamos la mañana y gran parte de la tarde viendo la televisión. El cielo había estado nublado toda la mañana, hasta que hacia las 6 de la tarde comenzó a llover fuertemente. Nos cansamos de ver la tele así que la apagué y comenzamos a jugar al ajedrez. Tras diez largas partidas en las que Lucas me ganó dejamos de jugar.

-Eres un tramposo, Lucas. ¿Cómo puede ser que hayas ganado todas las partidas? –bromeé fingiendo estar molesta.

-Ja-ja, ¿Yo tramposo? No es mi culpa que tú seas, además de una pésima jugadora de ajedrez, una malísima perdedora. –se burló Lucas como respuesta.

-Ya, claro. Lo que tú digas…–repuse yo sarcástica. –Bueno, ¿dejamos ya de jugar?

-Sí, al final uno se cansa de ganar todo el rato. –se mofó él con chulería.

Nos reímos por el comentario tonto de mi hermano y recogimos el juego de mesa. Yo ya estaba un poco cansada y no tenía hambre por lo que decidí irme ya a dormir:

-Oye, Lucas. Me voy a la cama. –dije bostezando y me acerqué a besarle la mejilla. –Buenas noches.

-¿No piensas cenar Juli? –me preguntó. Negué con la cabeza y él me devolvió el beso en la mejilla. –Ok, buenas noches hermanita.

Entré en mi habitación y solté un pequeño gritito. Vi a Will sentado en el la repisa de mi ventana.

-¿Will? –pregunté extrañada y él me sonrió. -¿Qué haces tú aquí?

-Necesitaba hablar contigo, Júlia. –contestó él sincero.

martes, 17 de julio de 2012

Capítulo 6 Un día en Times Square

Me levanté muy pronto aquella mañana, raro en mi después de haberme ido a dormir a las 4 de la mañana. Sorprendentemente no estaba nada cansada seguramente sería por lo bien que me lo había pasado la noche anterior y las ganas que tenía de volver a ver a Will. Me di una ducha rápida y me fui a vestir. Escogí unos tejanos largos apretados, una camiseta azul de pico y mis bambas Converse blancas. Me hice una coleta alta, salí a la cocina para desayunar y pasé por la habitación de Lucas para ver si estaba despierto. Lo vi tumbado en su cama durmiendo profundamente y preferí no despertarle aún. Desayuné tostadas con mermelada y un vaso de leche. Aún era muy pronto así que decidí ver la tele hasta que llegase Will a buscarnos. Se hacía tarde y mi hermano no se levantaba así que fui, ahora sí, a despertarle.

-Lucas, Lucas… Levántate, recuerda que hemos quedado con Will para ir a Times Square. –dije con un tono de voz bajito y dulce. –Venga Lucas…

-Mmm…Déjame Júlia. Tengo sueño. –se quejó él con voz ronca.

-¡Venga que es tarde! Te tienes que duchar y vestir. –repliqué seria pero me di cuenta de que Lucas tenía mala cara. – ¿Te encuentras bien?

-No, Júlia. Me duele la cabeza y el estómago. –dijo él. –Id Will y tú solos, no tengo ganas. Me encuentro fatal.

-Creo que tienes fiebre. ¿Bebiste o tomaste algo anoche Lucas? –dije tocándole la frente que estaba bastante caliente. 

-Tomé un Gin tonic pero no pensé que me fuese a sentar tan mal. –explicó él.

-Vale, pues quédate aquí y yo me voy con Will, si necesitas algo llámame. –ofrecí sonriéndole.

-Gracias Juli. –contestó devolviéndome una débil sonrisa. Me acerqué y le besé en la frente.

Salí de su habitación y me dispuse a preparar mi mochila. Metí lo de siempre: el móvil, las llaves, el monedero y mis gafas de sol Ray-Ban negras. Faltaba un rato para que Will llegase así que me puse a recoger un poco mi habitación, estaba bastante desordenada. Estaba guardando las últimas camisetas cuando el timbre sonó. Bajé las escaleras casi corriendo y salí al portal donde vi a Will girado, mirando hacia la calle. Al oír el ruido de la puerta se giró y me abrazó siempre sonriente.

-Buenos días guapa, ¿Y Lucas? –preguntó mostrando cierta curiosidad.

-¡Hola! Lucas se encuentra mal y dice que se quiere quedar en la cama hoy. –respondí dedicándole una gran sonrisa.

-Jaja, debe de estar hecho polvo. Bueno… ¿vamos?

-Sí, ¡Claro! –añadí mientras andábamos charlando sobre la noche anterior.

Cogimos el metro, como todos los días,y fuimos a parar a una de las estaciones de Times Square cercanas. Lo había visto millones de veces en fotos, documentales y películas pero verlo con mis propios ojos era increíble. Simplemente me encantó. Estuvimos paseando un largo rato, viendo tiendas y haciéndonos fotos. Se acercaba la hora de comer; me estaba entrando hambre. Al parecer, Will pensaba igual:

-¿Dónde quieres comer hoy? A mí me está entrando ya el hambre.

-Em… No sé, decide tú. Eres el experto en esta ciudad. –contesté sonriéndole ampliamente.

-Jaja, sí. ¿Te gusta la comida italiana? –dijo él devolviéndome la gran sonrisa.

-¡Por supuesto! ¿Conoces algún restaurante italiano cercano? –añadí yo mirando en mi guía.

-Sí, de hecho, el tío de Erik tiene un restaurante italiano en una calle cercana. –explicó Will sin dejar de sonreír. Era tan adorable.

-¡Genial! Vayamos entonces. –exclamé entusiasmada.

Will nos condujo por unas callejuelas hasta llegar al restaurante. Subíamos las escaleras del restaurante cuando un señor alto y moreno de no más de treinta años estrechó la mano de mi amigo sonriendo y luego se dirigió a mí.

-¡Mira quién está aquí…Mi amigo Will! –dijo el señor. -¿No me presentas a tu amiga?

-¡Claro! Ella es Júlia. Júlia, él es Marco. –nos presentó William.

-Encantada señorita. –dijo el italiano dándome dos besos.

-Un placer, señor. –añadí cortésmente.

-Acompañadme, creo que tengo una mesa perfecta para vosotros en el segundo piso.

El restaurante era pequeño pero aun así era un lugar cómodo y acogedor. Subimos a la segunda planta, estaba prácticamente vacía. Marco nos llevó hasta una terraza apartada que tenía vistas a la calle muy bonitas. Había una mesa con dos sillas con unas bonitas flores rosas en el centro de la mesa.

-¿Qué os parece esta mesa? –preguntó Marco. – ¿Os gusta?

-¡Sí! Es perfecto. –dijimos los dos a la vez, lo que provocó que los tres nos riésemos.

-Bien…Me alegro. –dijo Marco con una sonrisa. –Aquí tenéis la carta.

-¡Muchas gracias Marco! –exclamé yo esbozando una sonrisa y Will asintió.

-Ejem… ¿Qué te apetece comer? –preguntó mi amigo amablemente.

-No estoy segura. Creo que pediré espaguetis a la boloñesa, o puede que una Tagliatta. –respondí dubitativa. -¿Y tú?

-Yo tomaré una pizza de peperoni. Por cierto, ¿Qué es una Tagliatta?

-Es carne con queso parmesano, está muy buena. Pero creo que pediré los espaguetis al final. –expliqué con una voz dulce.

A los pocos minutos se acercó una camarera para atendernos. La chica parecía un poco cansada y no era muy agradable que se dijese. Totalmente opuesta a cómo nos había tratado Marco.

-¿Qué desean tomar? –preguntó mascando un chicle.

-Yo tomaré una pizza de peperoni y un agua, por favor. –respondió Will siendo cortés.

-Para mí, espaguetis a la boloñesa. Gracias. –contesté también con un tono amable.

-De acuerdo, ¿Para beber?

-Una botella de agua y una Coca Cola. –dijo Will por los dos.

Le dimos las cartas y seguimos charlando. A los 5 minutos trajeron las bebidas y pasado un rato nuestros platos. La comida estaba deliciosa, era un restaurante italiano auténtico. Pagamos la cuenta y nos despedimos de Marco; le prometimos que otro día volveríamos. El restaurante no estaba exactamente en Times Square, volvimos hacía las tiendas que no habíamos terminado de mirar. Fuimos a la gran tienda de M&M, donde hicimos fotos y compramos unas bolsas. Recordé que a Lucas le encantaban así que le compré una gran bolsa de M&M. Después fuimos al Toy’s R Us, aunque era una tienda de juguetes para niños Will me dijo que había una cosa dentro que me sorprendería. Y tengo que decir que me sorprendió, me sorprendió muchísimo.

-¿Qué es lo que hay Will? –pregunté con mucha curiosidad.

-Ya lo verás, ya lo verás. –respondió intentando parecer misterioso. –Te va a encantar.

No pude reprimir mi emoción. Estaba impresionada; no por la inmensidad de juguetes que había sino por el hecho de que dentro de esa juguetería había una noria gigante, en la que iba subida gente.

-¡Guau! Esto es genial, Will. Sí que me encanta… -dije sonriéndole.

-Sabía que te gustaría. ¿Quieres subir? –me preguntó el mirándome fijamente a los ojos.

-¡¿Qué?! No creo que pueda… Tengo vértigo. –dije tímidamente.

-Oh, venga. Por favor, sube.

-No sé Will, ¿Es que a ti no te da miedo? –pregunté yo.

-¡Claro que no me da miedo! Por fa, no me dejes solo. –suplicó mirándome con cara de cachorrito; de lo que no pude evitar reírme.

-Jaja, de acuerdo. Me subiré si no tengo más remedio. –acepté bromeando.

Subimos a la noria, era muy, quizá demasiado, grande para estar en un espacio cerrado. Al principio me dio miedo subirme pero al rato perdí el vértigo. Will y yo charlábamos sobre películas románticas típicas americanas en las que siempre paraban la noria a los enamorados justo cuando estaban arriba del todo. Era muy gracioso, siempre me hacía reír. Eso era, aparte de que era adorable y siempre amable conmigo, lo que más me gustaba de él; su personalidad en general. Bajamos de la noria tras un largo rato pero que a mí se me pasó volando con las tonterías de Will, y fuimos a dar una vuelta por la juguetería. Estábamos un poco cansados después de haber pasado casi todo el día dando vueltas y mirando tiendas pero Will quería enseñarme un último sitio antes de marcharnos a casa. Me agarró fuertemente la mano y echamos a correr:

-¿A dónde me llevas ahora guía experto? –le pregunté riéndome mientras me tropezaba con los cordones de mis Converse y me caía al suelo.

-Jaja, enseguida lo verás. Te va a encantar. –respondió riéndose y tendiéndome la mano para levantarme.

Agarré su mano y estiré lo más fuerte que puede hacia abajo provocando que se cayera al suelo a mi lado. Nos reíamos escandalosamente aún sentados en el suelo mientras los neoyorquinos nos miraban asombrados y cuchicheaban entre ellos; pero eso a nosotros nos daba igual.

-Eres mala Juli, ¿Por qué me tiras? –preguntó él sin parar de reír.

-Jaja, malo tú que me caigo al suelo y te ríes de mí. –le espeté bromeando. –Bueno, vamos a ese sito que me va a encantar. –añadí intentando ponerme seria sin conseguirlo.

-Sí, venga vamos. –dijo Will mientras nos levantábamos,  me volvió a coger la mano y echamos a correr de nuevo sonriendo.

Yo no me di cuenta pero estábamos de espaldas a la tienda que Will quería que viera. Puso sus manos en mis ojos, despacio dio media vuelta y me condujo enfrente de la tienda. Vi una gran tienda con la figura de un oso circular. La tienda se llamaba Build a bear Workshop. Iba a preguntar pero Will pareció leerme la mente y se adelantó:

-Antes de que digas nada, te explico. Ésta es una de mis tiendas favoritas; consiste en que coges la piel de un oso, le pones relleno, un corazón de tela y lo vistes. Es para niños pero a mí me encanta y he pensado que quizás a ti te gustaría.

-¡Qué guay! Me encantaría hacer uno. –dije emocionada. ¡Cuántas cosas inventan los estadounidenses!

-Jaja, vale. Vayamos dentro…

Entramos a la enorme tienda, estaba repleta de niños de entre 3 o 4 y 12 años, todos ellos llevaban en sus manos peluches o ropas y zapatos. Era sorprendente. Will me condujo escaleras abajo y fuimos a parar a una especie de baúles altos donde había todo tipo de pieles de osos, sin rellenar.

-¡Mira cuántas pieles! Escoge la que más te guste. –me explicó William.

Escogí una de un oso marrón, uno típico, y Will escogió la de un oso panda. Nos dirigimos a un lugar donde había una señora con una máquina gigante llena de relleno de oso. Will me explicó que allí nos rellenaban al oso y que le teníamos que poner un corazón de tela pequeñito. Rellenamos los osos y fuimos a escoger la ropa que llevarían. Will vistió a su oso panda como un jugador de baseball y yo al mío con un vestido y unas botas rosas. A continuación les hicimos una especie de partida de nacimiento y los fuimos a pagar a la caja. Will quiso acompañarme a casa y por el camino fuimos charlando:

-¿Te ha gustado Juliette? –preguntó Will con una sonrisilla.

-Jaja sí, muchas gracias por traerme aquí. Lo he pasado genial. –agradecí abrazándole.

-No las des, jeje. –contestó amablemente. -¿Cómo has llamado a tu oso?

-Le he llamado Señor Osito, ¿y tú?

-Jaja, ¡Qué original eres Juli! –rió Will. –Yo le he llamado Pandy.

-¡Oh Pandy! Habló Míster Originalidad. –respondí yo sarcástica.

Fuimos debatiendo todo el camino sobre quién era más original y que nombre de los dos era más tonto. Llegamos al portal y nos despedimos:

-Bien, ya hemos llegado. Muchísimas gracias por todo Will, de verdad. Me lo paso genial contigo. –admití con mucha sinceridad.

-Jeje, me alegro. Bueno, ¿Quieres hacer algo esta noche o prefieres quedarte en casa? –contestó él tímidamente.

-Creo que hoy me quedaré con Lucas, a ver qué tal se encuentra. ¿Mañana quedamos? –pregunté deseando que la respuesta fuera afirmativa.

-De acuerdo, dile que se mejore de mi parte. –expresó algo apenado pero luego recuperó su carácter alegre de siempre. -¡Por supuesto! –dicho esto nos abrazamos fuertemente, le di un beso en la mejilla y entré en el portal rápidamente sin mirarle. Will se quedó parado unos instantes, ruborizado.

martes, 10 de julio de 2012

Capítulo 5 La fiesta

Abrí el portal y vi a Will, sosteniendo un ramo de flores rosas en una mano, girado. Él me vio y corrió abrazarme. Llevaba puesto una camisa blanca, unos tejanos y una americana, le quedaba muy bien ese conjunto. Su abrazo fue cálido, cariñoso y breve, me gustó mucho como olía, a esa colonia de hombre que nunca recuerdo su nombre.

-¡Hola preciosa! Esto es para ti. –dijo siempre sonriente dándome el ramo de flores. –Estás guapísima.

-¡Muchas gracias Will! Tú también. –contesté con una sonrisita estúpida en la cara.

Su coche estaba aparcado unos metros más adelante. Cuando me disponía a entrar en el coche, él se adelantó y me abrió la puerta. Vaya, no sabía que los chicos fueran tan caballerosos aquí, como en las películas. Fuimos charlando todo el trayecto hasta llegar a casa de su amigo. Estaba en un barrio muy bonito de Nueva York, todas las casas eran grandes y con preciosos jardines y piscinas, parecían de nuevo las de la tele. Aparcó su coche en un buen sitio cercano a la casa y me volvió a abrir la puerta rápidamente sin que yo me diera cuenta de lo que hacía.

-Gracias. –susurré con mi mejor sonrisa.

-No hay de qué, princesa. –me dijo aun sonriendo. –Vamos, seguro que te gusta la fiesta.
Sonreí como respuesta. Me impresionó bastante, todo hay que decirlo, el ambiente que había. La casa era realmente bonita y parecía muy grande. Entramos en el jardín donde estaba la mayoría de gente tomando algo de beber.

-¿Conoces a todo el mundo de esta fiesta? –le pregunté a Will tímidamente.                                  

-Bueno, más o menos. A la mayoría sí pero hay caras que no creo del todo recordar. –contestó amable.

Solté una tonta risita cuando me cogió de la mano y me llevó hasta un grupo de chicos que hacían tontas bromas y reían los unos de los otros.

-Ven Júlia, te voy a presentar a mis amigos y al anfitrión de esta fiesta. –me dijo acercándose a mi oreja con voz suave, yo asentí y nos acercamos al grupito de chicos.

-Chicos, ella es Júlia –presentó dirigiéndose a ellos y después a mí. –Júlia, estos son Danny, Sam, Erik y Brian. –me fueron abrazando todos de uno en uno mientras yo intentaba recordar sus nombres y sus caras. Danny era un chico bastante alto, de ojos marrones y pelo castaño oscuro. Sam era un poco más bajito, tenía unos brillantes ojos verdes y pelo rubio muy claro. Erik parecía un chico muy guapo, de estatura mediana, ojos grises y pelo castaño. Y por último Brian, un chico muy alto, de ojos color miel y pelo negro azabache.

-Encantados Júlia. –asintieron los cuatro. Eran chicos majos y divertidos.

-Igualmente, jeje. Me alegro de conoceros. –contesté en tono cortés. –Y bueno, ¿De quién de vosotros es la fiesta? –añadí rompiendo el hielo.

-Es mía. Hoy es mi cumpleaños. –dijo Brian dedicándome una gran sonrisa. –Como si estuvieras en tu casa…

-¡Muchas felicidades! Y gracias. –dije abrazándole de nuevo.

-Bueno Júlia, ¿Qué te parece si te enseño un poco esto? –preguntó Will y yo asentí con mi estúpida sonrisa. –Chicos, os vemos luego.

Me cogió la mano y me llevó a dentro de la casa para seguir enseñándomela. Había bastante gente pero no tanta cómo fuera. Brian tenía una casa bastante bonita, estaba bien decorada con tonos ocres i beige. Había un gran sofá en medio del salón donde varias parejas estaban sentadas bebiendo y besándose. Dimos una vuelta por toda la planta baja de la casa y por el jardín. Nos acercamos a una mesa donde había comida y bebidas. Escogí una Coca Cola, no me apetecía nada beber alcohol. Will tampoco quiso beber alcohol y cogió un Sprite.

-¿Tú no bebes alcohol? –pregunté curiosa.

-Normalmente no, no me sienta nada bien. Las únicas veces, lo poco que he bebido he estado vomitando horas y pasándolo mal. Así que prefiero no beber. –contestó con orgullo. -¿Y tú?

-Yo tampoco, no creo que sea necesario beber para pasarlo bien. –expresé con una media sonrisa.

-Estoy de acuerdo. –añadió Will. –Por cierto, ¿Qué te parecen las fiestas neoyorquinas? ¿Son parecidas las españolas?

-Me encanta la fiesta, el ambiente es genial. Bueno, quizá se parezcan un poco pero la mayoría de gente en España no tenemos estas casas para poder celebrar fiestas así. Aun así la gente se las arreglas para montar buenas fiestas.

-Jajaja, me encantaría ir a una. Los españoles estáis un poco locos según dicen. –contestó riendo. –Siempre he soñado con ir a Pacha Ibiza, tiene que ser una pasada.

-Jeje, no sabía que fueras tan fiestero. A mí también me gustaría ir. –dije yo recordando aquella vez que fui de vacaciones a Ibiza, era un lugar precioso con playas increíbles.

Will y yo dimos unas vueltas más por el jardín mientras me iba presentando a gente que conocía. La gente, por lo general, era muy amistosa y amable. La fiesta realmente parecía una de las típicas películas americanas, era genial estar allí. Estuvimos charlando durante un rato con unas amigas suyas y fuimos a picar algo, teníamos un poco de hambre. Estábamos sentados en unos sofás en el jardín cuando vinieron los amigos de Will, comenzamos a charlar y a reír, me caían realmente bien. Nos lo estábamos pasando genial cuando de repente llamaron a Will al móvil, sonaba la canción Drive by de Train, recordaba haberla escuchado en un anuncio de las cervezas San Miguel.

-Perdonad chicos, vuelvo dentro de nada Júlia. –dijo cogiendo su móvil. –Cuidadme a Júlia o sufriréis las consecuencias. –dijo riendo. Era increíble la confianza que tenían los unos en los otros y las bromas que se hacían entre ellos constantemente. Me encantaba eso de ellos, eran amigos de los de verdad, estaban constantemente bromeando sin importarles quién los mirara o los criticara.

-No te preocupes Romeo. Te la cuidaremos perfectamente. –contestó Erik guiñándome el ojo.

-Y bueno Júlia, ¿Qué te parece la ciudad? ¿Te gusta? –preguntó Danny curioso.

-Sí, es un lugar increíble. Me encanta, lo estoy pasando genial. –dije yo feliz de estar allí.
Seguimos riendo y bromeando durante un rato; me estaba divirtiendo muchísimo con aquellos encantadores chicos. Will volvió unos diez minutos después de contestar al teléfono y se me acercó para decirme algo:

-Júlia, Me preguntaba si querrías ba-bailar conmigo. –me pidió Will tímido tendiéndome la mano.

-Ejem, ¡Cla-claro! –contesté ilusionada cogiéndole la mano y levantándome del mullido sofá.

Will me llevó de la mano hasta la pequeña pista de baile donde había muchísimas parejas bailando acarameladas. Apoyé mis manos en un cuello y el las suyas en mi cintura mientras le miraba a los ojos y sonreía. Terminó una canción que me sonaba pero no recordaba su nombre y comenzó a sonar una de mis canciones favoritas Forever Young, era una versión de un grupo británico llamado One Direction, tenía que decir que me gustaba incluso más esta versión que la original.

-¡Me encanta esta canción! –expresé alegremente rompiendo el incómodo silencio que me ponía nerviosa.

-Sí, es preciosa. –asintió él. –Cómo tú jeje.

-Jaja, gracias. –reí tontamente. ¿Realmente me había dicho eso? A mí Will me gustaba cada vez más pero no sabía qué pensaría él de mí.

Estuvimos un rato bailando cuando de repente me pareció ver a mi hermano bailando con una chica rubia. Me parecía raro así que me acerqué un poco más a esa pareja y en efecto, eran ellos. ¿Qué harían en esta fiesta?

-¡Lucas! –grité abrazándolo. -¡Qué coincidencia! ¡¿Qué hacéis aquí?!

-¡Júlia! –dijo devolviéndome el abrazo. –Lo mismo digo hermanita…

-¿Noah? Dios mío... –exclamé corriendo a abrazarla. – ¡No pensé que te volvería a ver tan pronto!

-¡Julii! Me alegro muchísimo de verte guapa. –contestó Noah sonriendo felizmente. – ¿Qué haces aquí?

-Un amigo, Will, me invitó a esta fiesta, es de un amigo suyo. ¿Conoces a Will? –pregunté haciéndole un signo a Will para que se acercase a nosotros.

-Eh…No –dijo pensativa, seguramente intentando recordar su cara.

-Bien, Will ella es Noah, una amiga mía. –presenté dirigiéndome a mi amigo y luego a Noah. –Noah, él es Will, nos conocimos hace unos días.

-Encantada de conocerte. –contestó Noah cortésmente. –Me suenas de algo pero no te recuerdo del todo.

-Igualmente. Sí…creo haberte visto antes en algún lugar. –se quedó pensativo.

Estuve un buen rato hablando con Noah, le conté todo lo que me había pasado en los últimos días: T.J. Thyne, nuestras visitas por la ciudad y le expliqué todo sobre Will; cómo le había conocido, qué se había ofrecido a hacernos de guía turística por la ciudad, y sobre todo lo que pensaba de él. Se lo tuve que contar todo, parecía Lucas haciéndome tantísimas preguntas sobre Will. Y yo, decidí hacer lo mismo con ella:

-Y tú, ¿Qué me cuentas? ¿Qué has estado haciendo estos días? –pregunté con curiosidad.

-Jeje, yo he estado unos días en casa de mi abuela, ha estado un poco enferma y tenía que ir a cuidarla. Me gustaría haberos llamado antes pero he podido por esa razón. –contestó un poco apenada la rubia.

-¿Se encuentra bien tu abuela ya?

-Sí, gracias. Ya está muchísimo mejor. Aún es joven. –dijo Noah sonriendo de nuevo. –Bueno cambiemos de tema.

-Claro, me toca a mí preguntarte ahora. ¿Qué piensas de mi hermano? –pregunté pícara.

-Jaja, ¡Júlia! No me mires así, Lucas es encantador. Me cae genial; es tan atento. Sabe escuchar pero no sé Juli, no estoy segura. –río ella.

-Jeje, entonces… ¿Te gusta? –pregunté directa.

-¿Qué? ¡No! Para nada... –mintió ruborizándose.

-Ya…claro. –añadí arqueando las cejas riéndome cuando Lucas, que estaba hablando con Will se acercó a Noah y le propuso salir a bailar. Ella aceptó encanta, aunque su orgullo no le permitiese admitirlo.

Me fijé en la forma en la que se miraban los dos, bailaban abrazados, muy cerca. Se veía que los dos lo estaban disfrutando. Lucas se acercó a su oreja, y le dijo algo en voz bajita, de lo que ella se rió. Cuando me disponía a escuchar lo que se decían, mis pensamientos fueron interrumpidos por Will, que venía a hablar conmigo.

-¿Crees que se gustan? –me sobresalté cuando oí su voz detrás de mí.

-¡Ah! ¡Qué susto Will! No te había visto. –expresé yo nerviosa. –Yo creo que sí, desgraciadamente los dos son igual de cabezotas y orgullosos como para admitirlo.

-Jajaja, tienes razón. –asintió él sonriéndome ampliamente. –Oye, ¿Te vienes conmigo a los sofás con los chicos?

-¡Claro! Vamos… –contesté yo.

Andamos en silencio hasta los mullidos sofás de los que sus amigos no se habían movido en toda la fiesta. Danny, Brian y Erik jugaban escandalosamente al Uno, mientras Sam besaba a una chica pelirroja, supuse que sería su novia…O quizá fuese un rollo de una noche.

-¿Es esa chica la novia de Sam? –pregunté casi sin pensarlo.

-Jaja, algo así. Tienen una relación un poco extraña. Se quieren mucho pero no se lo toman como algo serio. –me contó Will riéndose.

-¡Ei Will, Júlia! Venid a jugar con nosotros. –vociferó Erik.

El tiempo pasó rapidísimo jugando entre risas y trampas. Me divertía muchísimo en aquella fiesta; el tiempo pasó volando.

-¡Eh! Eso es trampa, Danny... –bromeé riéndome.

-Júlia, Júlia, es obvio que no sabes perder... –dijo poniéndome la mano en el hombro intentado parecer serio pero terminamos todos riendo de nuevo a carcajadas.

Discutíamos de broma constantemente, me encantaba la fluidez con la que surgía la conversación y las risas. Se notaba que la conversación no era forzada, ni las sonrisas que se dibujaban en nuestras caras. Y así seguimos durante un par de partidas hasta que decidimos irnos a casa. Fui a buscar a Lucas y Noah, que seguían en la pista de baile. Luego Will me acompañó a casa e insistió en quedarse conmigo y esperar a que llegase mi hermano a casa. Serían las 4 de la mañana cuando por fin, Lucas regresó a casa. Le di las gracias por todo a Will, la verdad es que era realmente un encanto y quedamos en vernos al día siguiente para ir a Times Square. Me metí en la cama contenta y a la vez cansadísima de la fiesta y todo el día haciendo turismo.

domingo, 8 de julio de 2012

Capítulo 4 Un día maravilloso

-¡Júúlia! –me gritó Lucas para despertarme. –Vamos, levántate ya o no te dará tiempo de vestirte. Recuerda que a las 9.30 Will nos pasará a buscar.

-Déjame en paz… -dije de malhumor. -¿Qué hora es?

-Las 8. –contestó Lucas cogiendo un cojín de mi cama y empezando a darme con él en la cabeza. –Venga, levántate que te he preparado el desayuno y todo.

¿Me había preparado el desayuno? Esto era raro… A Lucas no le había gustado nunca hacer favores a los demás y si los hacía tenía sus motivos.

-¿Me has hecho el desayuno? ¿Qué quieres de mí? –pregunté incrédula.

-No puedo creer que no confíes en mí hermanita. –expresó Lucas con cierta ironía. –Me ofende que pienses que me quiero aprovechar de ti.

-Jajaja –reí yo. Estaba segurísima de que querría algo. –Va enserio Lucas, ¿Qué es lo que quieres?

-Que no quiero nada Júlia. –repitió resoplando aunque yo seguía sin creerle. –Ahora levántate o se te enfriará la comida.

Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina. En la mesa se encontraban dos grandes platos con comida: cereales de chocolate, una taza de leche, fruta y una onza de chocolate Milka, era mi desayuno favorito. Nos sentamos a desayunar, comíamos apresuradamente, en silencio. Terminé de comer antes que Lucas y me di una ducha rápida, me sequé un poco el pelo y me fui a mi  habitación a vestirme. Escogí una camiseta blanca básica de tirantes, una falda azul marino con estrellitas blancas, era apretada en la cintura y caía con volantes y mis sandalias blancas romanas. Hacía calor ese día pero no tenía ganas de recogérmelo así que me lo dejé suelto con mis ondas naturales. Preparé mi mochila con el móvil, las llaves, el monedero y un par de cosas más y salí a esperar en el salón. Lucas salió de su habitación al poco tiempo, vestido con una camiseta verde lima, unos pantalones cortos por las rodillas de un verde más intenso y sus bambas Nike. Estuvimos sentados en el sofá del salón charlando sobre los sitios a los que creíamos que Will nos llevaría hasta que llegó. Picaron al timbre y bajamos.

-¡Buenos días chicos! –saludó Will alegre abrazándonos.

-¡Hola Will! –dije yo deseando saber a dónde iríamos.

-Y bien, ¿A dónde vamos a ir? –preguntó Lucas entusiasta.

-He pensado que podríamos ir al Rockefeller Center y ver toda esa zona, allí también está el Empire State. ¿Qué os parece? –contestó él.

-¡Perfecto! –dijimos los dos a la vez.

Fuimos a la parada de metro y bajamos en la que había más cercana al Rockefeller Center. Cuando 
lo vi, lo reconocí de inmediato y tengo que decir que me dejó impresionada, era altísimo.

-¡Guau! Es increíble. –exclamó Lucas atónito.

-Sí, ¿verdad? –asintió Will. –Es uno de mis sitios favoritos de Nueva York. Me encanta este edificio.

Will nos explicó varias cosas sobre el edificio: un poco de su historia y que en Navidad ponían un árbol gigante y la pista de patinaje sobre hielo, que era bastante conocida. Subimos al edificio, tenía un gran mirador con preciosas vistas. Hicimos varias fotos, a la ciudad y a Central Park, que se veía desde el mirador. También hicimos varias fotos al Empire State, en las que Lucas insistió en hacernos a Will y a mí juntos, según él eran para una exposición de fotografía que harían en invierno. Fuimos a comer a un restaurante americano llamado Friday’s, la comida era completamente estadounidense: hamburguesas, salsas, patatas fritas y bebidas gaseosas, todo grasas. Pero aun así me encantaba la comida. Después de comer les pedí a los chicos que me dejaran ver tiendas. Los dos aceptaron sonrientes y yo feliz entré en cada tienda que veía que me gustaba y me probaba miles de conjuntos. La ropa en Nueva York era preciosa. Pasamos por delante de una tienda en la que vi un bonito vestido blanco en el escaparate.

-Mirad chicos, ¿No es precioso? –dije estampando mi cara al espejo de la tienda.

-Júlia, ¿No te has probado ya millones de ellos? –dijo Lucas bromeando. Estaban un poco cansados de mirar tiendas pero no se quejaban.

-Sí pero míralo, es tan chulo… -dije con tono suplicante. –Os prometo que es el último. –añadí poniendo cara de cachorrito.

-De acuuuerdo. –dijo Will suspirando con su enorme sonrisa.

-¡Gracias! –dije mientras abrazaba fuertemente a Will.

Fui corriendo a por el vestido, busqué mi talla y me dirigí rápidamente a los probadores. Mientras Lucas y Will charlaban esperando a que saliera.

-Siento mucho que tengas que aguantar esto Will. –bromeó Lucas riéndose.

-Jajaja, no te preocupes. La verdad es que no me importa en absoluto acompañaros. –añadió William con su preciosa sonrisa. Era un encanto, adorable.

-Jaja –rió mi hermano. –Pues me alegro, con lo pesadísima que es Juliette con la ropa.               Yo ya estoy acostumbrado.

-¡Lucas te estoy oyendo! –exclamé desde el probador fingiendo estar enfadada. –Y, ¿Cuántas veces te tengo que decir que no me llames así?

-Upps. –dijo Lucas riéndose escandalosamente. –Oye, ¿te queda mucho Juliette?

-Ya salgo… -contesté sonriéndome para mis adentros.

Cuando salí, vi que Will y Lucas dejaron de reírse y me miraron boquiabiertos. El vestido era precioso, y realmente me quedaba genial. Parecía hecho a medida para mí.

-¿Y bien? ¿Qué tal me queda? –pregunté aun sonriendo.

-Ejem, es-estás preciosa, te queda de maravilla. –respondió Will aclarándose la garganta. Parecía un poco nervioso.

-¿Tú crees? – él asintió. -¡Gracias! –dije y corrí a abrazarle y me di cuenta de que olía a una colonia de que me encantaba.

-¡¿Hola?! Yo también existo hermanita. –bromeó Lucas. -¿A mí no me quieres dar un abrazo?

-Eres idiota. –le dije y fui a abrazarle también.

Pagué el vestido y nos fuimos los tres de la tienda riéndonos de los chistes tontos que Will y Lucas soltaban cada dos por tres. Me lo había pasado realmente bien aquel día con ellos. Los tres nos habíamos hecho muy amigos rápidamente y a mí Will me llamaba un tanto la atención. Era un chico adorable, encantador, siempre atento pero tenía a la vez un aire misterioso que me dejaba con intriga. Me estaba empezando a gustar ese chico. Volvimos al apartamento cargados con bolsas e invitamos a Will a venir a tomar algo.

-¡Vaya, es muy bonito! Gracias por invitarme. –dijo sonriendo.

-¡Gracias a ti por enseñarnos la ciudad y por…! -contestó Lucas cuando de repente le empezó a sonar I’m Sexy And I Know It, de LMFAO. –Perdonad un momento, me llaman. –dicho esto, se fue al salón a hablar por teléfono.

-Por cierto Júlia, he pensado que quizá os gustaría venir conmigo a la fiesta de un amigo esta noche. Así podríais ir conociendo gente y el ambiente que hay por aquí. –propuso Will tímidamente.

-¡¿Me lo dices en serio?! –pregunté si creerme lo que acababa de oír.

-¡Por supuesto! Tengo que llevar a una invitada y me gustaría que fueras tú. Y si a Lucas le apetece también podría venir. –contestó él.

-¡Gracias, me encantaría! –respondí emocionada.

-¡Genial! ¿Te recojo esta noche a las 9? –preguntó el chico guapo.

-De acuerdo, cuando venga Lucas se lo decimos. –añadí yo.
Justo en ese instante apareció mi hermano sonriente con guardando su móvil en el bolsillo.

-¡Era Noah, y nos ha invitado a una fiesta! –dijo Lucas muy alegremente. –Will si quieres también puedes venir.

-Lucas, Will nos ha invitado a ir a una fiesta de un amigo suyo. –le contesté pensando en la coincidencia.

-Oh, de acuerdo. ¿Y qué hacemos entonces? –preguntó sorprendido.

-Si quieres tú ve a la fiesta de Noah. Will y yo vamos a la fiesta de su amigo y ya está. –dije zanjando el tema. Will y Lucas asintieron, por lo que nos pusimos de acuerdo.

Will se marchó a ducharse y vestirse a su casa y lo mismo hicimos nosotros. Nos dimos una refrescante ducha y nos vestimos cada uno para su respectiva fiesta. Estuve rato pensando que ponerme hasta que decidí escoger el vestido blanco que me había comprado aquella tarde. Me lo puse y tengo que decir que me quedaba bastante bien. Me puse unos tacones blancos a juego que ya traía de España y busqué un pequeño bolsito marrón. Me recogí ambos lados del flequillo recogiéndolos en dos trenzas que se unían con una horquilla y me dejé el resto del pelo ondulado. Me maquillé un poco, sin ser excesiva. Busqué mi querida chaqueta tejana que le daba un toque informal a mi atuendo. Terminé de preparar un par de cosas y salí al salón a esperar a que fueran las nueve. Al poco rato salió Lucas, iba guapísimo. Llevaba puesto unos pantalones largos azules apretados, una bonita camisa blanca y sus bambas Converse blancas. Se puso también una americana negra que le sentaba muy bien. Iba informal pero elegante cómo yo.

-¡Hermanita, estás preciosa! ¿Qué estoy yo? –preguntó girando sobre sí mismo a la vez que hacía el tonto.

-¡Jajaja gracias! Tú también estás genial. –añadí riéndome de sus tonterías cuando llamaron al timbre.

-¿Diga? De acuerdo ahora bajo. –dije emocionada. –Es Will, me marcho ya.

-¡Qué lo paséis muy bien! Y ten mucho cuidado, espero que vuelvas a casa de una pieza. –se despidió abrazándome.

-¡Igualmente Lucas! Te quiero. –contesté yo saliendo feliz por la puerta. Me esperaba una buena noche.