Cariño,
hace tiempo que no hablamos. Llámame cuando puedas.
Te
quiero xx
Hice lo que me decía y la llamé. No tenía
demasiadas ganas de hablar pero hice un esfuerzo e intenté disimularlo. Hay
días que te levantas sin ganas de nada y cansada. Hoy era uno de esos días.
-¿Júlia? –sonó la dulce voz de mi madre
aunque la noté un poco extraña. – ¿Cómo estás, mi niña? ¿Lo estás pasando bien?
-Sí, mamá. Muchas gracias por todo. Este
sitio me encanta, es genial. –respondí amable.
-Me alegro, cielo. ¿Qué tal Lucas?
-También muy bien, mami. ¿Vosotros qué tal?
–dije yo.
-Ejem…Em... Bien. Bueno, ya os llamaré otro
día. Pasadlo muy bien. Te quiero mucho. –terminó mi madre.
-Te quiero, mama. Adiós.
Colgué el teléfono y me volví a tumbar en la
cama. Estuve tumbada mirando al techo durante unos minutos hasta que decidí
levantarme y hacer algo. Desayuné rápidamente y me fui a vestir. Me puse unos
tejanos ajustados, una camiseta de pico blanca, mis bambas Vans negras y mi chaqueta gris de lana del Hollister. Estaba lloviendo y por lo que había visto en la tele,
hoy iba a hacer bastante frío. Raro en Nueva York a finales de julio, pero
bueno todo es posible. Llamé a Will pero no me cogía el teléfono. Le dejé un
mensaje y me fui a dar un paseo. Lucas estaba durmiendo y preferí no
despertarle. Dejé una nota en la mesa de la cocina, cogí el bolso y me fui. Cogí
el metro para ir hasta Times Square
de nuevo. Quería comprar algunos recuerdos a mis padres y mis amigas. Hoy ya era
31 de julio, vaya el mes se había pasado volando entre unas cosas y otras.
Entré en una de las típicas tiendas de souvenirs
que había por allí y miré detenidamente lo que había, pensando en que les
podía comprar. A mis amigas decidí comprarles una camiseta de I love NY, junto con unas postales muy
bonitas donde se veía toda la ciudad. A mí madre le compré una taza de Nueva
York y a mi padre una figura de la Estatua
de la Libertad, ya que él colecciona cosas así. Yo de pequeña siempre solía
comprarme esas bolitas que tenían nieve por dentro si las agitabas, por eso
decidí comprarme una que me llamó bastante la atención. Pagué todo y seguí
paseando por allí a pesar de que llovía muchísimo. En realidad, siempre me
había encantado pasear bajo la lluvia, era tan relajante. Me empecé a sentir un
poco mal; me dolía la cabeza bastante y estaba comenzando a tener ganas de
vomitar. Volví a coger el metro para volver a casa cuando encontré una carta en
el buzón, era un sobre con una carta dentro. No pude evitarlo y lo abrí en el
ascensor antes de llegar a casa. Reconocí de inmediato la pulcra y estilizada
letra de mi madre. Empecé a leer mientras entraba en el recibidor y cerraba la
puerta de casa.
Para
mis niños; Lucas y Júlia,
Chicos,
me alegro muchísimo de que lo estéis pasando bien en Estados Unidos como bien
habéis dicho por teléfono, sólo quiero lo mejor para vosotros. Aunque siento
decir que tengo una mala noticia que daros. Siento tener que decíroslo por
carta pero, vuestro padre y yo tenemos muchos problemas desde hace ya tiempo y
hemos decidido que lo mejor para los dos es que nos divorciemos. Lo siento
mucho chicos, pero esto no podía seguir así. Disfrutad del mes que os queda de
vacaciones.
Os
quiero muchísimo,
Mamá
xxx
Vi como una lágrima caía sobre el papel haciendo
que la tinta se corriese en unas palabras. No entendía que pasaba. ¿Qué
significaba todo esto? ¿De verdad se divorciaban así de repente después de
tantos años de matrimonio? ¿Por qué? ¿Cuál era el motivo? No recordaba haberles
visto pelearse en casa. Algunas veces tenían discusiones tontas pero nada más.
Aunque, la verdad, es que en Barcelona no pasaba demasiado tiempo en casa. Me
sentía culpable por no haber estado allí. No lo podía asimilar, justo ahora se
iban a divorciar. De pronto todos estos pensamientos que iban y venían de mi
cabeza se desvanecieron y unas profundas ganas de llorar invadieron mi cuerpo. Caí
desplomada al suelo y empecé a llorar desconsoladamente, no podía parar de
llorar. No tenía fuerzas ni voluntad para moverme. Lo único que deseaba era que
todo aquello fuese una pesadilla y cuando despertase mis padres siguiesen
estando juntos. Pero nada de eso. ¿Para qué engañarme? Oí como se había la
puerta y vi entrar a Lucas preocupado, seguramente por mis llantos que no
cesaban. Se acercó rápidamente a mí y me abrazó fuertemente hasta que me calmé
lo suficiente como para darle la pésima noticia.
-¿Qué ha pasado, Júlia? –me preguntó muy
preocupado. No me salían las palabras, le tendí la carta para que la leyera a
modo de respuesta. La cogió un poco asustado y comenzó a leerla en silencio. Yo
seguía llorando mientras observaba su rostro que cada vez se volvía más y más
triste. Supe que había llegado a la mala noticia cuando hizo una mueca y una
lágrima comenzó a recorrer toda su cara.
Él no dijo nada más, se sentó a mi lado en el
suelo. Los dos llorábamos en silencio, supuse que él aún estaba en estado de shock. No me extrañaba, yo ya estaba
empezando a asimilar las palabras, intentando comprenderlas. Pero sobre todo
intentando buscar una respuesta a todas y cada una de las miles de preguntas
que rebotaban en mi mente sin cesar.
De pronto me sonó el móvil, un mensaje de
Will. Fue lo que me distrajo e hizo que me levantara. Miré la pantalla aún con
los ojos llorosos.
Preciosa,
¿cómo estás? He visto tu mensaje pero he llamado antes a casa y nadie me lo ha
cogido. Estoy preocupado por ti, Juli. Por favor, cuando puedas respóndeme al
mensaje.
Te
quiero millones xx
Will era un encanto. Yo le quería muchísimo
pero no tenía ningunas ganas de contestarle. Me sentí un poco mal por ello pero
no era peor que el dolor que había invadido mi cabeza. Ayudé a Lucas a
levantarse y nos abrazamos de nuevo, aún sin articular palabra. Todos
necesitamos cariño y apoyo cuando lo pasamos mal. Le acompañé hasta su habitación
y le dejé allí en su cama. Corrí a mi habitación y me resguardé bajo las
sábanas de mi cama a llorar. No quería hablar ni saber nada de nadie en esos
momentos. Estuve un buen rato bajo las sábanas llorando, de pronto oí un ruido
en mi habitación pero no le presté importancia. Noté como una mano destapaba
las sábanas. Pensé que era Lucas, pero no era la su voz.
-Ei, pequeña. ¿Qué ha ocurrido? –preguntó la
suave y reconocible voz de Will mientras se acercaba con la intención de
abrazarme.
-Will… Yo… –balbuceé. No conseguía articular
palabra. Me resguardé en sus brazos mientras él me susurraba cosas al oído para
poder tranquilizarme.
-Sh, tranquila. No digas nada.
Lloré y lloré durante un largo rato en sus
brazos, pero a él no parecía molestarle. No se quejaba. Podría haberme quedado
ahí llorando durante horas pero decidí que lo mejor era contárselo. Mis padres
me solían decir de pequeña, que cuando tuviera un problema y se lo contase a
alguien, me sentiría mucho mejor. Como si me hubiese quitado un peso de encima.
A pesar de que yo odiaba hacer eso, nunca me había gustado demasiado contarles
a los demás lo que me pasaba. Pero aquella vez, decidí hacerlo.
-Will, gracias. Muchas gracias por todo, en
serio. –agradecí al fin.
-No las des, Juli. Ahora me vas a contar que
te ha pasado, ¿o no? –dijo él sonriendo levemente.
-Mis-mis padres…Eh, mis padres se han
divorciado. –tartamudeé al principio pero conseguí soltarlo sin pensarlo.
-Oh, Juli. Lo siento mucho. –expresó él
triste volviéndome a abrazar. –Me tienes aquí para todo lo que necesites, ¿lo
sabes, verdad?
Asentí esbozando una pequeña sonrisa. Mis
padres tenían razón, cuando te desahogas te sientes mejor, mucho mejor. Se
acercó más a mí y me besó suavemente los labios.
-¿Has comido algo? –preguntó Will preocupándose
por mí. Era un cielo.
-No. –respondí mirando al suelo. –No tengo
nada de hambre, Will.
-Tienes que comer algo, aunque no tengas
hambre. –insistió él mirándome fijamente. Negué rotundamente. –Voy a prepararte
algo, ahora vuelvo.
Se marchó dejándome ahí con la palabra en la
boca. Yo era una persona muy cabezota pero en ese momento Will lo fue más. Me
quedé tumbada en la cama mirando el techo. Pensando. ¿Cómo lo hacía? Will había
conseguido que dejase de pensar en mis padres por un rato. Bajé la vista hasta
que mis ojos se posaron en la amplia ventana de mi habitación. Seguía lloviendo
a mares; parecía que al menos el tiempo estaba de mi parte. No sé cómo pero me
quedé dormida mirando por la ventana. Era tan relajante ver llover. Me
encantaba, era una manera de dejar de pensar en todos los problemas que tenías
en la cabeza. Seguramente fue ese el motivo, el motivo por el que me quedé
profundamente dormida. Hay veces en que no es bueno pensar tanto en las cosas.
-Juli, Juli… ¿Cómo estás? –preguntó
despertándome la suave voz de Will. –Te has quedado dormida.
-Will, vaya… Me he quedado dormida. –afirmé
un tanto desconcertada. La cabeza me daba vueltas. Soltó una pequeña risita.
-Eso he dicho yo, cariño. –dijo él con una
sonrisa. Reí por el comentario y reparé en que Will traía una taza de sopa.
-¿Y eso? –pregunté mirando la sopa. -¿Qué
hora es?
-La hora de comer, Juliette. ¿No lo
recuerdas? Te he dicho que iba a buscarte algo de comer. –explicó él.
-Ya, pero hay un problema. –respondí yo.
-¿Un problema? ¿Cuál?
-Que no tengo hambre, por lo tanto no pienso
comer nada. –insistí negándome a comer nada.
-Bueno, pues tú lo has querido, Juliette. Si
no quieres comer por las buenas, lo harás por las malas. Has provocado que te
obligue a comer. –siguió él haciéndome reír un poco. Supongo que era lo que
pretendía, que me riese un poco.
Se acercó con cuidado con la sopa intentando
con éxito no derramarla y se tumbó a mi lado. De nuevo, no sé cómo lo hizo pero
poco a poco me obligó a comerme la maldita sopa. Aunque he de reconocer que
estaba muy buena. Me la terminé con él insistiendo a pesar de no tener nada de
hambre.
-¿Qué quieres hacer ahora, Juliette?
–preguntó Will llevándose el bol de sopa.
-No sé, William. –bromeé y sonrió al oír su
nombre completo. –En serio, muchas gracias por todo.
Se acercó a mí dejando el bol de sopa en la
mesita de noche, me besó la frente y me dijo que ahora volvía. Volvió a los
cinco minutos y sin darme cuenta me cogió en brazos y me llevó hasta el sofá.
Había una película puesta.
-¿Vamos a ver una peli? –pregunté intrigada y
él asintió. -¿Cuál?
-Mmm… Una comedia española. –dijo él.
-Jaja, ¿comedia? ¿española? –pregunté
sorprendida por su respuesta. -¿Alguna vez has visto una película española?
-Sí, una comedia española para que te rías.
–afirmó él sonriente. –No, nunca. Esta va a ser la primera.
-Jaja de acuerdo, ¿cómo se llama? –volví a
preguntar curiosa.
-Fuga
de Cerebros, creo. –dijo él. Reímos los dos.
-¡Oh! ¡Sale Mario Casas! –exclamé divertida. – ¡Vamos a verla!
-¿Mario
Casas? ¿Quién es Mario Casas?
–preguntó riéndose.
-¿Qué quién es, Will? Es el actor español más
guapo que existe. –expliqué intentando parecer indignada.
-Jajaja, vale. ¿Tengo que estar celoso de él?
–preguntó pícaro.
-Para nada, Will. Tú eres mi novio. –dije con
una sonrisa, se acercó y me besó.
Puso la película en español con subtítulos en
inglés. Me gustaba mucho esta película. En realidad era un poco vieja, de hacía
unos tres años. La vi por primera vez cuando tenía unos 14 años o así. Era
graciosa pero para qué mentir, era humor español de este tan tonto. Aun así me
gustaba ver cómo se las apañaban de los personajes para salirse con la suya. La
película trataba de un chico que llevaba toda la vida enamorado de una chica de
su infancia pero por todos los problemas que había tenido en todos los años
escolares no había tenido fuerza para declararse a ella. Entonces, la chica,
que es muy inteligente, se marcha a la Universidad
de Oxford para estudiar allí una carrera. Él, es un estudiante mediocre,
pero tiene unos amigos bastante locos que le ayudan a entrar en la prestigiosa
universidad. Bueno, y allí, viven unas cuantas aventuras y descubren cosas
sobre ellos mismos que ni siquiera sabían. Uno, por ejemplo, descubre que es
gay.
La película empezó, y entre risas y bromas
casi nos quedamos dormidos en el sofá. Will no paraba de reír escandalosamente
y yo la mayoría de veces me reía de su adorable y ruidosa risa.