martes, 28 de agosto de 2012

Capítulo 12 Mal día, noticias peores.

Desperté con dolor de cabeza aquella mañana y lo primero que hice fue mirar el móvil. Un mensaje de mamá.

Cariño, hace tiempo que no hablamos. Llámame cuando puedas.
Te quiero xx

Hice lo que me decía y la llamé. No tenía demasiadas ganas de hablar pero hice un esfuerzo e intenté disimularlo. Hay días que te levantas sin ganas de nada y cansada. Hoy era uno de esos días.

-¿Júlia? –sonó la dulce voz de mi madre aunque la noté un poco extraña. – ¿Cómo estás, mi niña? ¿Lo estás pasando bien?

-Sí, mamá. Muchas gracias por todo. Este sitio me encanta, es genial. –respondí amable.

-Me alegro, cielo. ¿Qué tal Lucas?

-También muy bien, mami. ¿Vosotros qué tal? –dije yo.

-Ejem…Em... Bien. Bueno, ya os llamaré otro día. Pasadlo muy bien. Te quiero mucho. –terminó mi madre.

-Te quiero, mama. Adiós.

Colgué el teléfono y me volví a tumbar en la cama. Estuve tumbada mirando al techo durante unos minutos hasta que decidí levantarme y hacer algo. Desayuné rápidamente y me fui a vestir. Me puse unos tejanos ajustados, una camiseta de pico blanca, mis bambas Vans negras y mi chaqueta gris de lana del Hollister. Estaba lloviendo y por lo que había visto en la tele, hoy iba a hacer bastante frío. Raro en Nueva York a finales de julio, pero bueno todo es posible. Llamé a Will pero no me cogía el teléfono. Le dejé un mensaje y me fui a dar un paseo. Lucas estaba durmiendo y preferí no despertarle. Dejé una nota en la mesa de la cocina, cogí el bolso y me fui. Cogí el metro para ir hasta Times Square de nuevo. Quería comprar algunos recuerdos a mis padres y mis amigas. Hoy ya era 31 de julio, vaya el mes se había pasado volando entre unas cosas y otras. Entré en una de las típicas tiendas de souvenirs que había por allí y miré detenidamente lo que había, pensando en que les podía comprar. A mis amigas decidí comprarles una camiseta de I love NY, junto con unas postales muy bonitas donde se veía toda la ciudad. A mí madre le compré una taza de Nueva York y a mi padre una figura de la Estatua de la Libertad, ya que él colecciona cosas así. Yo de pequeña siempre solía comprarme esas bolitas que tenían nieve por dentro si las agitabas, por eso decidí comprarme una que me llamó bastante la atención. Pagué todo y seguí paseando por allí a pesar de que llovía muchísimo. En realidad, siempre me había encantado pasear bajo la lluvia, era tan relajante. Me empecé a sentir un poco mal; me dolía la cabeza bastante y estaba comenzando a tener ganas de vomitar. Volví a coger el metro para volver a casa cuando encontré una carta en el buzón, era un sobre con una carta dentro. No pude evitarlo y lo abrí en el ascensor antes de llegar a casa. Reconocí de inmediato la pulcra y estilizada letra de mi madre. Empecé a leer mientras entraba en el recibidor y cerraba la puerta de casa.

Para mis niños; Lucas y Júlia,
Chicos, me alegro muchísimo de que lo estéis pasando bien en Estados Unidos como bien habéis dicho por teléfono, sólo quiero lo mejor para vosotros. Aunque siento decir que tengo una mala noticia que daros. Siento tener que decíroslo por carta pero, vuestro padre y yo tenemos muchos problemas desde hace ya tiempo y hemos decidido que lo mejor para los dos es que nos divorciemos. Lo siento mucho chicos, pero esto no podía seguir así. Disfrutad del mes que os queda de vacaciones.
Os quiero muchísimo,
Mamá xxx

Vi como una lágrima caía sobre el papel haciendo que la tinta se corriese en unas palabras. No entendía que pasaba. ¿Qué significaba todo esto? ¿De verdad se divorciaban así de repente después de tantos años de matrimonio? ¿Por qué? ¿Cuál era el motivo? No recordaba haberles visto pelearse en casa. Algunas veces tenían discusiones tontas pero nada más. Aunque, la verdad, es que en Barcelona no pasaba demasiado tiempo en casa. Me sentía culpable por no haber estado allí. No lo podía asimilar, justo ahora se iban a divorciar. De pronto todos estos pensamientos que iban y venían de mi cabeza se desvanecieron y unas profundas ganas de llorar invadieron mi cuerpo. Caí desplomada al suelo y empecé a llorar desconsoladamente, no podía parar de llorar. No tenía fuerzas ni voluntad para moverme. Lo único que deseaba era que todo aquello fuese una pesadilla y cuando despertase mis padres siguiesen estando juntos. Pero nada de eso. ¿Para qué engañarme? Oí como se había la puerta y vi entrar a Lucas preocupado, seguramente por mis llantos que no cesaban. Se acercó rápidamente a mí y me abrazó fuertemente hasta que me calmé lo suficiente como para darle la pésima noticia.

-¿Qué ha pasado, Júlia? –me preguntó muy preocupado. No me salían las palabras, le tendí la carta para que la leyera a modo de respuesta. La cogió un poco asustado y comenzó a leerla en silencio. Yo seguía llorando mientras observaba su rostro que cada vez se volvía más y más triste. Supe que había llegado a la mala noticia cuando hizo una mueca y una lágrima comenzó a recorrer toda su cara.

Él no dijo nada más, se sentó a mi lado en el suelo. Los dos llorábamos en silencio, supuse que él aún estaba en estado de shock. No me extrañaba, yo ya estaba empezando a asimilar las palabras, intentando comprenderlas. Pero sobre todo intentando buscar una respuesta a todas y cada una de las miles de preguntas que rebotaban en mi mente sin cesar.

De pronto me sonó el móvil, un mensaje de Will. Fue lo que me distrajo e hizo que me levantara. Miré la pantalla aún con los ojos llorosos.

Preciosa, ¿cómo estás? He visto tu mensaje pero he llamado antes a casa y nadie me lo ha cogido. Estoy preocupado por ti, Juli. Por favor, cuando puedas respóndeme al mensaje.
Te quiero millones xx

Will era un encanto. Yo le quería muchísimo pero no tenía ningunas ganas de contestarle. Me sentí un poco mal por ello pero no era peor que el dolor que había invadido mi cabeza. Ayudé a Lucas a levantarse y nos abrazamos de nuevo, aún sin articular palabra. Todos necesitamos cariño y apoyo cuando lo pasamos mal. Le acompañé hasta su habitación y le dejé allí en su cama. Corrí a mi habitación y me resguardé bajo las sábanas de mi cama a llorar. No quería hablar ni saber nada de nadie en esos momentos. Estuve un buen rato bajo las sábanas llorando, de pronto oí un ruido en mi habitación pero no le presté importancia. Noté como una mano destapaba las sábanas. Pensé que era Lucas, pero no era la su voz.

-Ei, pequeña. ¿Qué ha ocurrido? –preguntó la suave y reconocible voz de Will mientras se acercaba con la intención de abrazarme.

-Will… Yo… –balbuceé. No conseguía articular palabra. Me resguardé en sus brazos mientras él me susurraba cosas al oído para poder tranquilizarme.

-Sh, tranquila. No digas nada.

Lloré y lloré durante un largo rato en sus brazos, pero a él no parecía molestarle. No se quejaba. Podría haberme quedado ahí llorando durante horas pero decidí que lo mejor era contárselo. Mis padres me solían decir de pequeña, que cuando tuviera un problema y se lo contase a alguien, me sentiría mucho mejor. Como si me hubiese quitado un peso de encima. A pesar de que yo odiaba hacer eso, nunca me había gustado demasiado contarles a los demás lo que me pasaba. Pero aquella vez, decidí hacerlo.

-Will, gracias. Muchas gracias por todo, en serio. –agradecí al fin.

-No las des, Juli. Ahora me vas a contar que te ha pasado, ¿o no? –dijo él sonriendo levemente.

-Mis-mis padres…Eh, mis padres se han divorciado. –tartamudeé al principio pero conseguí soltarlo sin pensarlo.

-Oh, Juli. Lo siento mucho. –expresó él triste volviéndome a abrazar. –Me tienes aquí para todo lo que necesites, ¿lo sabes, verdad?

Asentí esbozando una pequeña sonrisa. Mis padres tenían razón, cuando te desahogas te sientes mejor, mucho mejor. Se acercó más a mí y me besó suavemente los labios.

-¿Has comido algo? –preguntó Will preocupándose por mí. Era un cielo.

-No. –respondí mirando al suelo. –No tengo nada de hambre, Will.

-Tienes que comer algo, aunque no tengas hambre. –insistió él mirándome fijamente. Negué rotundamente. –Voy a prepararte algo, ahora vuelvo.

Se marchó dejándome ahí con la palabra en la boca. Yo era una persona muy cabezota pero en ese momento Will lo fue más. Me quedé tumbada en la cama mirando el techo. Pensando. ¿Cómo lo hacía? Will había conseguido que dejase de pensar en mis padres por un rato. Bajé la vista hasta que mis ojos se posaron en la amplia ventana de mi habitación. Seguía lloviendo a mares; parecía que al menos el tiempo estaba de mi parte. No sé cómo pero me quedé dormida mirando por la ventana. Era tan relajante ver llover. Me encantaba, era una manera de dejar de pensar en todos los problemas que tenías en la cabeza. Seguramente fue ese el motivo, el motivo por el que me quedé profundamente dormida. Hay veces en que no es bueno pensar tanto en las cosas.

-Juli, Juli… ¿Cómo estás? –preguntó despertándome la suave voz de Will. –Te has quedado dormida.

-Will, vaya… Me he quedado dormida. –afirmé un tanto desconcertada. La cabeza me daba vueltas. Soltó una pequeña risita.

-Eso he dicho yo, cariño. –dijo él con una sonrisa. Reí por el comentario y reparé en que Will traía una taza de sopa.

-¿Y eso? –pregunté mirando la sopa. -¿Qué hora es?

-La hora de comer, Juliette. ¿No lo recuerdas? Te he dicho que iba a buscarte algo de comer. –explicó él.

-Ya, pero hay un problema. –respondí yo.

-¿Un problema? ¿Cuál?

-Que no tengo hambre, por lo tanto no pienso comer nada. –insistí negándome a comer nada.

-Bueno, pues tú lo has querido, Juliette. Si no quieres comer por las buenas, lo harás por las malas. Has provocado que te obligue a comer. –siguió él haciéndome reír un poco. Supongo que era lo que pretendía, que me riese un poco.

Se acercó con cuidado con la sopa intentando con éxito no derramarla y se tumbó a mi lado. De nuevo, no sé cómo lo hizo pero poco a poco me obligó a comerme la maldita sopa. Aunque he de reconocer que estaba muy buena. Me la terminé con él insistiendo a pesar de no tener nada de hambre.

-¿Qué quieres hacer ahora, Juliette? –preguntó Will llevándose el bol de sopa.

-No sé, William. –bromeé y sonrió al oír su nombre completo. –En serio, muchas gracias por todo.

Se acercó a mí dejando el bol de sopa en la mesita de noche, me besó la frente y me dijo que ahora volvía. Volvió a los cinco minutos y sin darme cuenta me cogió en brazos y me llevó hasta el sofá. Había una película puesta.

-¿Vamos a ver una peli? –pregunté intrigada y él asintió. -¿Cuál?

-Mmm… Una comedia española.  –dijo él.

-Jaja, ¿comedia? ¿española? –pregunté sorprendida por su respuesta. -¿Alguna vez has visto una película española?

-Sí, una comedia española para que te rías. –afirmó él sonriente. –No, nunca. Esta va a ser la primera.

-Jaja de acuerdo, ¿cómo se llama? –volví a preguntar curiosa.

-Fuga de Cerebros, creo. –dijo él. Reímos los dos.

-¡Oh! ¡Sale Mario Casas! –exclamé divertida. – ¡Vamos a verla!

-¿Mario Casas? ¿Quién es Mario Casas? –preguntó riéndose.

-¿Qué quién es, Will? Es el actor español más guapo que existe. –expliqué intentando parecer indignada.

-Jajaja, vale. ¿Tengo que estar celoso de él? –preguntó pícaro.

-Para nada, Will. Tú eres mi novio. –dije con una sonrisa, se acercó y me besó.

Puso la película en español con subtítulos en inglés. Me gustaba mucho esta película. En realidad era un poco vieja, de hacía unos tres años. La vi por primera vez cuando tenía unos 14 años o así. Era graciosa pero para qué mentir, era humor español de este tan tonto. Aun así me gustaba ver cómo se las apañaban de los personajes para salirse con la suya. La película trataba de un chico que llevaba toda la vida enamorado de una chica de su infancia pero por todos los problemas que había tenido en todos los años escolares no había tenido fuerza para declararse a ella. Entonces, la chica, que es muy inteligente, se marcha a la Universidad de Oxford para estudiar allí una carrera. Él, es un estudiante mediocre, pero tiene unos amigos bastante locos que le ayudan a entrar en la prestigiosa universidad. Bueno, y allí, viven unas cuantas aventuras y descubren cosas sobre ellos mismos que ni siquiera sabían. Uno, por ejemplo, descubre que es gay.

La película empezó, y entre risas y bromas casi nos quedamos dormidos en el sofá. Will no paraba de reír escandalosamente y yo la mayoría de veces me reía de su adorable y ruidosa risa.

domingo, 26 de agosto de 2012

Capítulo 11 Te quiero

-¡Hola guapas! –saludó Will y corrió a besarme. -¿Qué peli queréis ver?

-¡Una romántica! –gritamos Noah y yo a la vez y ellos rieron.

-Jaja, de acuerdo. –aceptó Lucas sonriente.

Will y yo fuimos a comprar las entradas de la película. Noah y Lucas fueron por las palomitas y los refrescos. La película empezaba a las 7.40, aún faltaban unos 10 minutos para que comenzase. Entramos los cuatro juntos al cine y nos sentamos en las mullidas butacas de color granate, cada uno con sus palomitas y su refresco. No me había molestado en mirar de qué película se trataba. No me importaba demasiado. Durante 5 minutos estuvimos bromeando y riéndonos, mi hermano y Noah no paraban de hacer bromas. Will y yo nos reíamos mientras él me acariciaba el pelo. Hasta que empezaron los anuncios y seguidamente, la película. Era una comedia romántica que trataba sobre una chica pobre y un rico que se enamoraban y sus familias no lo aceptaban; típico. La película no estaba mal pero era demasiado predecible. Aunque me gustaban los diálogos, la forma en que los personajes se expresaban. Cuando llegábamos ya una hora o así transcurrida miré a Lucas, Noah y Will y comencé a reír. Lucas estaba dormido como un tronco de aburrimiento, Noah prestaba mucha atención a la película y Will... Solté una disimulada carcajada. Will lloraba a moco tendido. Qué mono. Se había puesto tierno y sentimental. Me encantaban los chicos así. Le cogí la mano con delicadeza y se la estreché fuertemente. Me miró sorbiéndose las lágrimas y le besé.

-Lo siento. –se disculpó lloriqueando, le dediqué una amplia sonrisa. –Parezco idiota aquí llorando pero… Mira a Nina, tiene un accidente y ahora no recuerda su historia de amor secreta con Kyle. –volví a reír y le besé con suavidad.

-¡Oh! Me encanta cuando te pones así. Eres muy mono. –dije estirándole los mofletes como me solía hacer mi abuela de pequeña. Se ruborizó y nos reímos, él aún tenía lágrimas en los ojos.

-Te quiero, Juli. Prométeme que no me vas a olvidar nunca. –expresó él sentimental. Me pareció rara esa última frase. ¿A qué venía ahora eso?

-Te quiero, Will. Pero… ¿Por qué dices eso, cariño? –respondí con una sonrisa.

-Yo…Eh… -tartamudeó él. Parecía nervioso.

De pronto llegó un guardia de seguridad y nos hizo callar. Al parecer, había gente que se estaba quejando de nosotros. No le di importancia y seguí viendo la película. La película terminó. Al final, Kyle muere salvando a su amada Nina cuando se interpone delante para evitar que una bala la mate. ¿Final feliz? Desde luego que no. Se encendieron las luces y salimos de la sala. Noah y Lucas fueron al baño. Will seguía apretándome la mano, con fuerza. No me la había soltado desde que se la cogí en el momento que hablamos. Miré su cara y sonreí. Aún lloraba. ¡Qué tierno! Solté su mano y abrí los abrazos haciendo una señal para que me abrazara. Se lanzó a mis brazos. Nos abrazamos fuertemente durante un rato mientras yo le daba palmaditas en la espalda y le susurraba cosas al oído. Se soltó y me miró con su preciosa sonrisa.

-Gracias, Juli. –dijo él sonriente. –Me siento raro por haber llorado con una película.

-Oh… Cariño, no lo pareces, lo eres. –bromeé yo. Nos reímos mientras le acariciaba la mejilla. –Me encanta que te pongas así de sentimental.

-Pero me quieres...  –contestó él sonriendo como un bobo.

-Claro que te quiero, bobo. –dije con cariño.

-Pues yo a ti te quiero más. –respondió él poniendo sus manos en mi cintura y atrayéndome hacia
él. Puse mis manos en su cuello y nos besamos. Sentía mariposas cada vez que nos besábamos.

-Cursis… –nos interrumpió mi hermano e hizo como si vomitara. Noah le pegó una colleja y le susurró algo que no entendí.

-Idiota… –respondí yo sonriendo.

Soltamos una carcajada y nos fuimos del cine. Will y yo andábamos abrazados por detrás de Noah y Lucas. De repente vi cómo se cogían de las manos y se sonreían. Qué raro. Ya les preguntaría después. Habíamos decidido ir a cenar algo todos juntos. Fuimos a un italiano que había en el centro comercial. Nos atendió un joven muy simpático y nos sentó en una mesa alejada de la puerta.

-Bueno, ¿qué vais a pedir? –preguntó Lucas rompiendo el silencio mientras todos ojeábamos las cartas.

-Em… Creo que pediré una pizza de peperoni. ¿Juliette? –respondió mi novio. Mi novio. Me gustaba como sonaba.

-Yo… Pues no lo tengo claro. –dije yo indecisa.

-¿Quieres que la compartamos? –propuso Will sonriéndome y yo asentí.

-Pues… Yo voy a pedir una… una pizza de cuatro quesos aunque no sé si me voy a comer una yo sola. –dijo Noah. –Lucas, ¿y tú?

-Yo también. ¿La compartimos? –respondió Lucas.

-¡Vale! –exclamó Noah feliz.

Al rato llegó una camarera no tan simpática como el chico de antes, a decir verdad era bastante estúpida. Pedimos las pizzas y la bebida y se fue. Recordé que había visto a Lucas y a Noah cogidos de la mano y me entró curiosidad por saber. Lucas dijo alguna tontería, y Will y Noah rieron.

-Ei, Juliette. –dijo Lucas.

-¿Eh? ¿Qué? –respondí sacudiendo la cabeza mientras mis pensamientos que difuminaban. Los tres soltaron una pequeña risilla al ver mi reacción. -¿Qué pasa chicos?

-No me has escuchado ¿verdad, Juli? –respondió Lucas, negué con la cabeza.

-Lo siento, chicos. –me disculpé. Miré a Noah y Lucas. –Oye, estaba pensando en… ¿Hay algo que no me hayáis contado?

Se miraron nerviosos y negaron con la cabeza. Will nos miraba a los tres sin entender nada.

-Venga… Chicos. Os he visto antes cogidos de la mano. –insistí yo mirándoles pícaramente. Will suspiró y soltó una risita. – ¿Me vais a negar lo que he visto?

Volvieron a mirarse a los ojos. Lucas alzó las cejas, preguntándole con la mirada. Y Noah asintió. Se levantaron de sus asientos, sonrieron y besaron. Will y yo nos miramos atónitos y comenzamos a aplaudir y a silbar riéndonos.

-Sentimos no habéroslo contado antes pero no sabíamos cómo decíroslo. –se disculpó Noah y Luca le tomó una mano cariñosamente.

-No te disculpes Noah. Me alegro muchísimo por vosotros. –dije yo sonriéndoles. – ¿Entonces, sois novios?

Se miraron y asintieron sonriendo, felices. Will y yo les dimos la enhorabuena. Me alegra mucho que Lucas tuviera novia. Se le veía muy feliz ya que no lo había pasado demasiado bien anteriormente. Y Noah era una buena chica, me parecía perfecta para él. Al poco rato nos trajeron las pizzas. Comimos tranquilamente y pagamos la cuenta. Lucas acompañó a Noah a casa. Will y yo fuimos a dar un paseo por Central Park. Íbamos cogidos de la mano mientras avanzábamos por los largos caminitos del parque. Había muchas parejas como nosotros por allí paseando bajo la potente luz de la Luna. Nos tumbamos en la húmeda hierba a mientras contemplábamos el cielo en silencio.

-El cielo está despejado hoy. –dijo de pronto Will en casi un susurro.

-Sí, esto es precioso. –suspiré yo.

-Tú eres preciosa, Juli. –respondió él. Me puse sobre él y le besé como nunca antes había hecho. Estaba en las nubes. Con él, todo era perfecto. Tras un largo rato besándonos, me separé de él y me volví a tumbar a su lado. Él me rodeó con el brazo y me apoyé en su pecho.

-Mi abuelo Thomas era profesor de ciencias, ¿sabes? Cuando era pequeño solía pasar con él todo el verano en su granja, en Dakota del Sur. Todas las noches paseábamos por el bosque. –explicó él sonriendo. –Él me enseñó a distinguir las diferentes estrellas y constelaciones. Tengo ese recuerdo grabado en mi mente. Por ejemplo, eso de allí es la Osa Menor, es fácil verla en noches como esta. Cuando está todo despejado.

-¡Qué bonito! La verdad es que yo nunca he sabido diferenciarlas. Me cuesta muchísimo. –sonreí yo. – ¿Así que pasabas tus veranos en Dakota del Sur? –pregunté y asintió devolviéndome la sonrisa. –Cuéntame más cosas, Will.

-Sí. Jaja, vale. Pues hace ya bastantes años que no voy. La última vez fue cuando tenía unos 13 años. –respondió él.

-Vaya, cuanto tiempo… ¿Tantos años hace que no ves a tu abuelo? –dije yo sorprendida.

-No, le veo todos los años en Navidad. Nos juntamos toda la familia aquí, en Nueva York. Pero echo mucho de menos pasar los veranos en su casa. –expresó él un poco triste y asentí. –Cuéntame algo tú.

-Jaja, ¿qué quieres que te cuente, Will? –reí yo.

-Pues… Por ejemplo, ¿Qué solías tú hacer en verano?

-Mis padres trabajaban todo el verano excepto dos semanas que tenían de fiesta en agosto. De pequeña, nos mandaban a mi hermano y a mí a con mis tíos a un pueblo en Inglaterra llamado Rye. Así que pasábamos casi todo el verano con mis tíos y mis primos allí viviendo y practicando inglés. –expliqué resumidamente.

-Guay… Nunca he estado en Inglaterra, me gustaría ir alguna vez. –respondió él. –Y… ¿Las dos semanas de agosto? ¿Qué hacíais?

-Pues nos íbamos de viaje. A un país diferente cada año. –contesté recordando todos los lugares en los que había estado.

-¡Qué suerte, Juli! –exclamó él. – ¿Sigues yendo cada año?

-Jaja, no. Fui por última vez hace ya tres años. Estos últimos veranos los he pasado en Barcelona las semanas que mis padres trabajaban.

-¿Y eso por qué? –preguntó curioso.

-Will, lo quieres saber todo, eh pillín. –me miró y se rió de forma adorable. –Pues porque empezamos a salir con nuestros amigos todo los días y nos cansamos de pasar los veranos en Inglaterra. Eso es lo que he hecho estos últimos tres veranos. Y tú… ¿Tú por qué dejaste de ir a la granja de tu abuelo?

-Cuando tenía unos 14 años mi madre enfermó. No recuerdo el nombre de le enfermedad. Dejé de ir porque mi padre gastó muchísimo dinero en el tratamiento de la enfermedad, necesitaban que estuviera allí con ellos trabajando y cuidando de mi hermana pequeña. –explicó muy triste.

-Oh, Will. Lo siento mucho, no lo sabía. –me disculpé con la cabeza baja. Me incorporé y le abracé fuertemente. – ¿Tu madre está bien?

Le miré a los ojos cuando nos soltamos, los tenía humedecidos. Él me miró de vuelta y tragó saliva:

-No, tiene una enfermedad muy rara. Los médicos no tienen ni idea de que es. –explicó él ya llorando. Le volví a abrazar. No me soltaba.

-Will, de verdad que lo siento. ¿Por qué no me lo habías contado antes? –susurré yo también con los ojos mojados mientras seguía abrazándole. Me rompía el corazón verlo así. –Por favor, Will, no llores. No soporto verte así. Sabes que me tienes aquí para todo lo que necesites. Para todo.

-Gracias Juliette, eres la mejor. –dijo esbozando una ligera sonrisa.

-Te quiero Will. –dije sonriéndole. Me besó suavemente. –No las des.

-Te quiero Juli. –añadió él con una pequeña sonrisa.

Nos quedamos un rato más mirando las estrellas abrazados. Era bastante tarde así que decidimos irnos ya. Me acompañó a casa y me despedí cariñosamente de él. Le dije que mañana le llamaría y que si necesitaba algo no dudase en llamarme. Entré en casa, Lucas estaba durmiendo en su habitación. Me puse el pijama, me metí en la cama y me dormí.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Capítulo 10 El tiempo pasa demasiado rápido cuando lo disfrutas.

Entré en casa, Lucas no estaba y no había dejado ninguna nota esta vez. Quizá aún estaba en el hospital. Decidí llamarle para saber dónde estaba. Tras tres llamadas me cogió el teléfono.

-¿Diga? –habló una versión ronca de la voz de mi hermano.

-Lucas, soy yo. ¿Dónde estás? –dije yo mientras iba a mi habitación y me tumbaba en la cama.

-Ah, hola hermanita. Estoy con Noah en el hospital aún, está afectada por lo de su hermana. Oye, ¿tú dónde has estado todo el día, pillina?

-Ok, ¿por qué no le dices que se venga a casa con nosotros? Creo que eso de pasarse el día en el hospital no es bueno. Necesitará que le dé un poco el aire, ¿no crees? –contesté intentando cambiar de tema. Me daba vergüenza hablar con mi hermano sobre Will.

-Vale, se lo diré. Volveré a casa dentro de un rato. –respondió él. –Por cierto, no has contestado a mi pregunta.

-Eh, pues he ido a un parque de atracciones con Will. –dije casi en un susurro. –Bueno, adiós. Luego nos vemos.

Colgué rápidamente y me puse el pijama. Miré el reloj para consultar la hora. ¡Eran las tres y media de la madrugada! Con razón estaba tan cansada, así que me lavé los dientes y me fui a dormir. Me dormí rápidamente con una sonrisa imborrable en mi rostro. Había pasado uno de los mejores días junto a una de las personas que más quería.

Desperté a la mañana siguiente sobre las 11 de la mañana o así. Había soñado con Will, era un poco cursi decir eso, pero era cierto. Había soñado que nos casábamos, teníamos hijos y pasábamos nuestras vidas viajando por todo el mundo. Era un tontería pensar eso cuando sólo llevaba un día y poco más saliendo con él pero al fin y al cabo, era un sueño. Me levanté despacio, y me fui a duchar. Volví a mi habitación y me puse un vestido de tirantes azul con topos blancos y unas sandalias también blancas. Me recogí el pelo en una trenza de espiga y me acerqué a la cocina a desayunar. Comí unas tostadas y fui a ver si Lucas estaba en su habitación. Efectivamente, allí estaba, dormido como un tronco. No le quise despertar, había dormido poco y se pondría borde conmigo. Volví a mi habitación y vi varios mensajes en el WhatsApp. Eran de Will.

Buenos días princesa, ¿quieres hacer algo hoy? ¡Llámame cuando puedas!
Te quiero mucho xxx

Le dije que ahora le llamaba, cogí mi móvil y marqué su teléfono. A los pocos segundos pude oír su dulce y reconfortante voz.

-¡Buenos días preciosa! –saludó él. Me encantaba oír su voz, siempre estaba tan alegre.

-Buenos días guapo. –contesté sonriendo a través del teléfono. Podía notar que estaba sonriendo, justamente con esa que delataba toda su personalidad y que me mataba cada vez que me la dedicaba. -¿Qué tal has dormido?

-De maravilla después de estar tan cansado con lo de ayer, ¿y tú, princesa? –contestó él dulce.

-Jaja también. Me quedé dormida al momento. –le expliqué y Will rió.

-Bueno Juli, ¿quieres hacer algo hoy? –preguntó tímidamente. –Creo que hay algo de lo que tenemos que hablar.

-¡Pues claro! –exclamé emocionada. –Sí, tienes razón. Hay un tema que aclarar. Bueno, ¿qué tal si nos vemos en media hora en Central Park?

-Allí estaré. Hasta ahora. –colgó el teléfono.

Colgué el teléfono y lo guardé en un pequeño bolsito marrón que me había comprado hacía ya unos días. Guardé lo de siempre en el bolso y me maquillé un poco. La verdad es que no solía hacerlo, no me gustaba maquillarme pero hoy me apetecía. Recogí la habitación ya que por mucho que la ordenara cada día, se volvía a desordenar como por arte de magia. Salí al comedor, aún quedaban 10 minutos pero decidí irme y así poder ir andando tranquilamente. Lucas seguía durmiendo como un tronco y le dejé allí. Después de hablar con Will le llamaría.

Salí con paso decidido de casa y me dirigí al sitio que habíamos acordado en Central Park. Cuando llegué vi que Will venía por otra calle a la vez que yo.

-¡Hola guapa! –saludó Will abrazándome y dándome un beso.

-¡Buenos días! –exclamé feliz. -¿Nos sentamos?

Asintió y fuimos a sentarnos a un banco cercano de donde estábamos. Nos quedamos unos segundos en silencio, y Will empezó a hablar:

-Bueno, Juliette. Te quería decir que, bueno, desde que nos besamos por primera vez nos hemos vuelto a besar y eso pero no tengo claro si-si-si somos novios o no. –soltó deprisa y le sonreí, estaba nervioso. ¡Qué mono! Me encantaba ver como se ponía tierno y nervioso.

-Yo-yo tampoco lo sé, Will. –dije tímidamente.

-En este caso, ¿quieres ser mi novia?

-¡Pues claro que sí! –exclamé sintiéndome la chica más feliz del universo. Nos besamos durante mucho rato hasta que nos despegamos. Él pasó su brazo por mi hombro y yo me acurruqué en su musculoso pecho. Pasamos mucho rato sin movernos, en silencio. Simplemente disfrutando del momento.

Al rato nos levantamos y fuimos a estirar las piernas. Caminábamos de la mano como la pareja que éramos. La que siempre había deseado tener. De pronto vimos esos carros de caballos que siempre rondaban dando paseos por Central Park y nos subimos a uno. Fue un paseo muy agradable, lo pasé realmente bien.

-Gracias Will. –dije mientras mis ojos brillaban de felicidad.

-¿Gracias por qué, cielo? –preguntó él dubitativo.

-Por todo, por tratarme tan bien, por ser el mejor novio que jamás he tenido y por dejarme disfrutar del tiempo contigo. –expresé, era lo que realmente sentía. Me besó, fue un beso repentino e inesperado pero me encantó y se lo devolví.

Después del largo paseo disfrutando de las preciosas vistas en carro de caballo nos despedimos. Volví a casa porqué tenía que hablar con Lucas y porqué quería llamar a Noah. Aún no había preguntado por ella y me sentí un poco mal, con Will las horas pasaban volando y perdía la noción del tiempo. Entré en el apartamento y Lucas estaba allí sentado comiéndose unas tostadas.

-Buenos días, Lucas. Al fin te levantas. –sonreí yo dulcemente.

-Hola, hermanita. ¿Dónde estabas? –dijo con la boca llena.

-En Central Park con Will. Oye, ¿Cómo está Noah? –pregunté un poco entristecida.

-Pues, mejor. Su hermana ha mejorado pero aún tiene varios huesos rotos. –respondió él con indiferencia.

-Debería llamarla o ir a verla. ¿Está en su casa?

-Sí, la he llamado antes y me ha dicho que estaba bien, pero no tenía muchas ganas de salir. Ahora iré a verla, ¿te vienes? –explicó él acabándose el desayuno y limpiando lo que había en la mesa.

-¡Claro! –exclamé y Lucas asintió. –Vístete, yo te espero aquí.

Se metió en su habitación y a los 10 minutos salió. Llevaba puesta una de esas camisetas de básquet de tirantes que se llevan ahora, era de los Raptors de Toronto y unos tejanos cortos, se puso sus bambas Nike negras y nos fuimos. Cogimos un autobús hasta la parada más cercana que había de su casa y tuvimos que andas unos 10 minutos para llegar. Estábamos en uno de los barrios más caros de Nueva York, se notaba que Noah era rica. Tenía una preciosa y gigante mansión, picamos al timbre y nos abrió una amable sirvienta. Al parecer, a Lucas ya lo conocía y nos dejó pasar. Subimos hasta la primera planta donde se encontraba la habitación de Noah. Picamos a la puerta y entramos. Su habitación era preciosa, de color azul cielo y perfectamente decorada.

-Hola chicos. –saludó Noah, estaba tumbada en la cama y mirando al techo. Parecía triste. Se levantó y corrí a abrazarla.

-¿Cómo estás, Noah? Siento no haber venido a verte antes pero no he podido. –dije cabizbaja.

-Oh, Juli. No importa. –dijo con su voz dulce aunque triste. –Estoy mucho mejor, gracias. Mi hermana está estable. ¿Qué tal estáis vosotros?

-Muy bien. –respondimos los dos sonrientes.

-Me alegro, chicos. –sonrió ella dulcemente. -¿Queréis hacer algo?

-¿Vamos a Macy’s? –propuse yo.

-¡Vale! –exclamó ella un poco más animada. Nos encantaba ir a comprar ropa. -¿Tú te vienes Lucas?

-Jaja, ni loco. –contestó él riéndose. –La última vez que acompañé a Júlia de compras me prometí que no volvía a hacerlo.

Las dos reímos y asentimos. Noah fue a cambiarse de ropa para salir, y Lucas y yo esperamos sentados en su cama. A los 10 minutos salió vestida con una falda rosa de volantes y una camiseta blanca de tirantes. Se había dejado su largo y rubio pelo suelto. Iba guapísima y Lucas no pudo evitar soltar un silbido de admiración, Noah se sonrojó.

-Luego te llamamos, Lucas. –dijo Noah dándole un beso en la mejilla. – ¿Vamos?

Asentí y cogimos el autobús. Al parecer, Noah se estaba sacando el carnet de conducir y aún no tenía coche. Después de varias paradas llegamos a Macy’s, era una cadena de centros comerciales que estaba repartida por todo el país. Entramos en varias tiendas y nos probamos bastante ropa, había cosas que me gustaban pero nada especial. Al final decidí llevarme una camiseta de tirantes blanca con un gran moustache estampado. Noah, en cambio, arrasó con la tienda. Estábamos cansadas de mirar tantas tiendas así que nos sentamos en una cafetería a tomarnos algo y a charlar.

-¿Qué desean las señoritas? –preguntó la amable voz de un camarero.

-Una Coca Cola, por favor. –pedí cortésmente.

-A mí me gustaría un zumo de melocotón. Gracias. –añadió Noah dulce.

-Enseguida se lo traigo. –dicho esto se metió en la cocina.

-Buff, estoy reventada de tanto andar. –se quejó ella.

-Y que lo digas, hay demasiadas tiendas. –reí yo. –Y, bueno, ¿qué quieres hacer ahora?

-No sé, podríamos llamar a Lucas e ir al cine los tres juntos. –propuso ella.

-¡Vale! –asentí mientras llegaba el amable camarero con lo que habíamos pedido y la cuenta. –Gracias.           

Pagamos entre las dos y nos bebimos tranquilamente las bebidas. ¡Qué bien sentaba una Coca Cola fresquita con tanto calor! Hacía muchísimo calor a pesar de que estaba puesto el aire acondicionado en el centro comercial. Lo peor era que cuando salías a la calle después de haber estado en un lugar con aire acondicionado el calor te daba una bofetada en la cara. Terminamos de tomarnos lo pedido y llamamos a Lucas para que se viniera al cine a ver una peli. Decidí llamar también a Will para que se viniese. Quedamos los cuatro en el cine a las 7.30. Eran las 7.15 así que decidimos ir yendo hacia las salas de cine que había en el centro comercial. Allí estaban Will y Lucas esperándonos con una sonrisa en sus rostros.

lunes, 13 de agosto de 2012

Capítulo 9 Un día en Six Flags

-Hola preciosa. –saludó Will besándome. – ¿Estás lista?

-¡Sí! ¿A dónde vamos? –pregunté muy curiosa.

-Pues… ¡Es una sorpresa! –me respondió Will dejándome con intriga.

-Venga, dímelo Will. Por fa, por fa. –supliqué poniendo cara de cachorrito.

-Mmm… Te lo diré a cambio de un favor. –dijo pícaro.

-¿Un favor? Vale, ¿qué quieres que haga? –pregunté con impaciencia.

-Ya te lo diré. Bueno, te diré a dónde vamos. –explicó Will con su preciosa y blanca sonrisa. -¿Te gustan los parques de atracciones, verdad?

-¡Me encantan! –exclamé contenta.

-Me alegro porque vamos a Six Flags. –contestó él. –Allí se encuentra la montaña rusa más alta y más rápida del mundo.

-¡Qué chachi! –exclamé emocionada.

Will rió. Continuamos el resto del trayecto hablando sin parar.  Estaba muy ilusionada de ir a un parque de atracciones en Estados Unidos, allí las atracciones seguramente eran mucho más fuertes que en mi país. En España solía ir a un parque de atracciones llamado PortAventura casi cada año.
Tras varias horas de camino, llegamos a Six Flags. Estaba en Jackson, Nueva Jersey. Al entrar me quedé impresionada, era un lugar gigante. Tenía muchísimas atracciones. Pagamos las entradas y cogimos unos mapas. Will había venido aquí antes así que nos fue guiando hasta llegar a la primera atracción a la que nos íbamos a subir. Aquel día hacía muchísima calor; hice bien en ponerme los shorts y la camiseta de tirantes. El parque estaba dividido en diferentes partes: Boardwalk, Adventure Alley, Plaza del Carnaval… Primero fuimos a Boardwalk, era lo más cercano.

-¿A qué atracción subimos primero, Will? –pregunté entusiasmada.

-¡A todas! –chilló él como un niño pequeño. Me cogió de la mano muy fuerte y comenzamos a correr hasta que llegamos a una que se llamaba El Toro.

Era una montaña rusa de madera enorme, la más grande que había visto. Nos pusimos en la cola, era bastante larga pero fue rápida. Quedaba poca gente cuando me empecé a poner nerviosa, cómo siempre que era la primera vez que me subía a una atracción. Y sin darme cuenta empecé a cantar.

-¿Estás cantando, Juli? –preguntó Will soltando una risilla y me ruboricé.

-Eh, sí. –dije esbozando una pequeña sonrisita.

-Jaja, ¿Por qué? –preguntó muy curioso y suspiré.

-Pues porqué la primera vez que me voy a subir a una atracción me pongo nerviosa y empiezo a cantar, la verdad no sé por qué. –expliqué sincera.

-Jaja, ¡qué curioso! –exclamó él. –Y ¿Qué cantabas?

-Pues cantaba One Thing de One Direction.

Él sonrió y continuó haciéndome preguntas. Le expliqué que la primera vez que me subí a una montaña rusa tenía 13 años e iba con mis mejores amigos, subimos al Dragon Khan, una montaña rusa que estaba en PortAventura, el parque de atracciones al que solía ir. Ese día fue la primera vez que empecé a cantar antes de subirme a una atracción. Le conté algunas anécdotas de cosas que me habían pasado en parques de atracciones y sin darme cuenta, ya casi nos tocaba subir a la atracción.

Me recordaba a la Stampida de PortAventura, también era una montaña rusa sólo que era la mitad o menos que esa. Llegó nuestro turno, subimos al vagón, que tenía una cabeza de toro en la parte delantera como bien decía el nombre. Estaba nerviosa y Will lo notó. Se acercó a mí y me besó.

-Tranquila, no es tan fuerte como parece, ya verás. –dijo intentando tranquilizarme. –Sólo disfruta del viaje.

Le sonreí ampliamente. No sabía cómo lo hacía pero conseguía que todo el miedo que tenía se me pasara. La atracción se puso en marcha. Comenzó a subir a toda pastilla por la gran subida. Will me miró, creo que seguía preocupado por mí, le dediqué la sonrisa más grande que pude respondiéndole a la pregunta que no había hecho.

La atracción giró y comenzó a caer casi en picado. Chillé todo lo que mi voz pudo y creo que no fui la única. La sensación de adrenalina era indescriptible, me encantaba. Hacia la mitad de la bajada levanté las manos, quería saber que se sentía. Will hizo lo mismo al verme y sonrió. Hubo varias subidas y bajadas más, mucho más pequeñas, y algunos giros. Disfruté como un niño en esa atracción a pesar de que al principio me estuviera cagando de miedo. Bajamos de la atracción emocionados, todo el mundo comentando animadamente lo que les había parecido.

-¿Te ha gustado? –preguntó Will tragando saliva, aún estaba recuperando el aliento.

-¡Pues claro! Vamos a otra. –exclamé emocionada. Ahora la que estaba motivada era yo.

Corrimos a la siguiente atracción llamada The Twister, también me gustó mucho. Luego fuimos a las diferentes montañas rusas, había muchísimas; no te las acababas. Subimos a unas llamadas Nitro, Batman: The Ride, Superman… Muchas de ellas eran invertidas, nunca me había subido a ninguna y me hacía mucha ilusión. Aunque las colas eran bastante largas  iban más o menos rápidas, por suerte. Lo pasamos de maravilla, al principio siempre  estaba nerviosa pero se me pasaba rápido. Bajamos de Superman, ya era la hora de comer y tenía hambre. Al parecer, Will pensó lo mismo que yo.

-Oye Juli. ¿Vamos a comer algo? Tengo hambre. –dijo frotándose el estómago.

-¡Vale! –exclamé con alegría. -¿Sabes qué, Will? Estoy empezando a pensar que me lees la mente o algo así.

Él rió y fuimos a comer a uno de los restaurantes que había en el parque. Pedimos unas hamburguesas con queso y patatas. Comimos tranquilamente mientras pensábamos en que atracciones íbamos a ir después. Al final, decidimos ir a algunas de agua. Hacía muchísima calor así que iría bien para refrescarnos.

Subimos a unas cuantas atracciones más, todas increíbles y poco a poco el sol fue  desapareciendo. Llegó la noche y sólo nos quedaba una atracción en la que subir. Kingda Ka. La montaña rusa más alta del mundo y la más rápida de los Estados Unidos. Habíamos pensado subir de noche y ahora el momento pero aun así yo no estaba demasiado segura; me aterrorizaba. Will me cogió la mano suavemente y me llevó hasta la puerta de la atracción. Me miró a los ojos, me quedé callada. Seguimos andando y justo antes de ponernos en la cola me paré. Estaba muy nerviosa y no sabía si subirme. Will, que había quedado unos pasos por delante, se acercó a mí despacio mirándome con esa sonrisa tan bonita que me mataba y con sus preciosos ojos que brillaban con la luz de la luna.

-Will, yo… No estoy segura de subirme, me da bastante miedo. –expresé mirando al suelo y luego a sus ojos. –Súbete tú si quieres, yo te espero aquí.

-Cielo, no hace falta que te subas si no quieres pero escúchame antes. –dijo él mirándome a los ojos. –Primero, no me voy a subir a ningún sitio que tú no te subas. No te voy a dejar sola y mucho menos aquí, en mitad de la noche. Y segundo, ya sé que da miedo. Es normal, es la montaña rusa más alta que existe. Tienes la oportunidad de subirte ahora si quieres, Juli. Me encantaría que con la primera persona que me subo sea con la que más quiero.

Le miré con una sonrisa. De verdad que no sabía cómo puñetas hacía que se me quitase el miedo a subir a esa cosa por unos momentos. Me acerqué a él y le besé suavemente. Luego me acerqué más a su oreja.

-Vamos Will, si no nos damos prisa cerrarán el parque. Y nos tendremos que ir sin haber subido a la montaña rusa más alta del mundo. –susurré en su oreja. Noté como sonreía. Me cogió de la mano y echamos a correr.

Llegamos a la cola y esperamos unos 15 minutos o así. Pasamos todo ese rato besándonos y abrazándonos mientras la cola iba avanzando. Sus besos hacían que dejara de pensar en todo lo demás, por eso casi ni me di cuenta de que ya era nuestro turno. Nos llamó la atención uno de los empleados de la atracción. Nos sentamos en los asientos que nos tocaban. Gracias a Will no estaba tan insegura. Y cuando la atracción comenzó la cuenta atrás simplemente sonreí. La vida es para vivirla, Júlia. Eso pensé. Estaba a punto de arrancar cuando Will cogió mi mano.

-Tan sólo disfruta del viaje, Juliette. –dijo mirándome a los ojos. –Te quiero.

No me dio tiempo de contestar, la atracción arrancó a toda pastilla de allí, ni el Furius Baco de PortAventura iba a esa velocidad. Will no me soltó la mano. El vagón comenzó a subir muy deprisa y yo me dedicaba a mirar el paisaje. Las vistas eran impresionantes. Llegó a lo más alto en un abrir y cerrar de ojos. Y comenzó a bajar en picado, era increíble. Una adrenalina indescriptible recorrió todos los rincones de mi cuerpo. Había una pequeña bajada más y llegamos de nuevo a la estación. Apenas había durado un minuto. Pero había sido el minuto más emocionante de toda mi vida.

Al llegar a la estación, todo el mundo parloteaba animadamente sobre lo atracción. La emoción permanecía en todo el mundo aunque la atracción ya hubiese acabado.

-¿Qué te ha parecido? –preguntó Will sonriendo.

-¡Ha sido increíble! –exclamé feliz. –Gracias Will. Muchas gracias, creo que si no fuese por ti no me había atrevido a subir jamás.

-Jajaja, me alegro muchísimo, guapa. –respondió él besándome en los labios con dulzura. –No hay de qué.

Nos fuimos del parque y subimos al coche. Quedaban unas cuantas horas para llegar a Nueva York. Will me dijo que podía dormir si quería e intenté no hacerlo pero no lo conseguí. Llevábamos media hora de camino y me dormí o al menos eso me dijo Will cuando llegamos a casa. Me despertó dándome un beso, estábamos en el portal de casa.

-¿Qué hora es? –pregunté devolviéndole el beso.

-Muy tarde, Juliette. Espero que tu hermano no me mate por traerte tan tarde. –bromeó él. Siempre positivo y chistoso aunque fuese a saber que hora de la madrugada.

-Te puedes quedar a dormir conmigo si quieres. Es muy tarde para que vuelvas a casa. –sugerí riéndome.

-No hace falta, cariño. Mañana te llamo, ¿vale? –dijo él.

Se despidió abrazándome y dándome un beso que yo le devolví sin problemas. Subí las escaleras despacio, estaba cansada. Abrí la puerta pero en casa no había nadie. Lucas no estaba.